Capítulo 1

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—Emma, te toca sacar al perro.

—¡Pero mamá, estoy en pijama y a punto de descubrir si al final el novio de Xuan Xuan es el malo o no!

—¡Qué mal, se apagó el Internet! —rio.

—¿¡Qué!? —Miré a mi madre, quien tenía el enchufe en la mano—. ¡Agh! ¡Ya lo saco! ¡Pero no voy a cambiarme!

—¡Scooby, vamos! —grité al ver que no venía.

Apresurado, saltó sobre mí al escuchar la cadena de su correa. Con mucha dificultad, logré abrocharle el collar. No es que no me gustara pasear a Scooby es que ya me había estrellado contra un auto y caído en la calle. Eso, sin mencionar la vez que lo corrí hasta dentro de los barrios pobres, o la vez que casi me quiebro las costillas por sacarlo con patines. Sí, sé que no fue una idea inteligente, pero el caso es que el me tira demasiado y cada paseo es una lucha.

Bajé las escaleras de la entrada lo más segura posible, pues hasta ahora nunca me había caído por ellas. Él se sentó delante de la puerta y, moviendo su cola, me dio a entender que estaba muy emocionado y contento.

Tomé la correa con fuerza y abrí la puerta.

«Que comience la guerra», pensé.

—¡Ya, espera! ¡Despacio! ¡Scooby, no tires! ¡Agh!

Mientras intentaba que mi perro no me tirase al suelo, escuché la melodía de mi teléfono. La canción era Help me help you, una de mis favoritas.

—¿Diga?

—Hija, ¿tenés plata?

—¿Para qué? —resoplé.

—¿Tenés o no?

—¿Qué? ¡No! ¡Ay! —Se escuchó un ruido sordo—. ¡Scooby!

La llamada se cortó y yo corrí detrás de mi perro.

—Scooby, ¡vení ahora! ¡Scooby!

Mientras le gritaba y corría intentaba pisar la correa para pararlo.

«Deberías hacer más gimnasia, Emma» me dije a mí misma.

—¡Scoo... Scooby! —grité, tosiendo por el esfuerzo.

Al pisar la correa, resbalé y caí de bruces contra el suelo.

—Ay, dios... Mi nariz... —lloriqueé.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, no es nada —respondí aún con la mirada hacia abajo. Por el tono de voz de aquella persona, podía deducir que era muy sexy y no quería que me viera con los ojos llorosos por el golpe en mi nariz. Nadie se veía bien mientras lloraba.

—Creo que este es tu perro. —Me extendió la correa.

—¡Scooby! —Me agaché a abrazar a Scooby y luego abracé a su salvador, el cual se petrificó

—Yo... Lo siento. —Levanté la mirada y me corrí hacia atrás.

—Está bien. —Se rascó la nuca y miró hacia otro lado.

—¡No puede ser! —Me aguanté un grito de fangirl—. Eres... —Lo señalé.

—Sí, soy asiático —rio nervioso.

—No, eres coreano, por dios. —Me acerqué a inspeccionar su rostro—. Yo creo que, de los chinos, japoneses y demás, los coreanos y taiwaneses son los más bellos.

—¿Eh? —Me miró asustado.

—Te pareces tanto al protagonista de Stong woman... Él es bastante sexy.

—¿Gracias? —Tosió

—Por favor, sígueme hasta el infierno.

Se le escapó una pequeña risa.

—Tu rodilla está sangrando. Debería llevarte al hospital, o te puede quedar una cicatriz.

—Si. —Reí—. Exactamente estas cosas son las que más amo. Son tan atentos y tan cuidadosos. ¡Ay, creo que me moriré!

—No todo es como en los dramas —rio.

—¡Shh! Déjame con mi sueño y llévame al hospital —reí embobada—. Espera, que entro al perro.

—¿Cómo?

Sin responder corrí super rápido a la casa, lo entré, le saqué la correa y salí.

—Listo. Ahora sí, vamos.

—¿No te da miedo irte con desconocidos?

—Si eres tú, no.

—Puedo ser un coreano pervertido —dijo seriamente.

—Pues... —Lo miré fijamente—. No me importa, yo puedo ser una argentina pervertida también. —Acaricié su abdomen, debía admitir que sí tenía sus ravioles.

Él se puso colorado y apartó mi mano suavemente.

—N-no hagas eso —dijo, tragando saliva.

«Cierto, ellos son más correctos. Creo que ya lo espanté», pensé.

El es mi coreano | DISPONIBLE EN AMAZON |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora