Capítulo 25

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Ese día, al llegar al apartamento, Yang Mi había decorado las paredes con fotos de ella y Shin. En algunas salían besándose, en París, Italia, Estados Unidos y bueno, otras más hot en la que algún par de prendas faltaban.

—¿Qué significa esto? —gritó Shin al llegar al comedor.

Me tapé la boca asombrada y me dediqué a ver una por una esas fotos.

—Amor, ¿cuántas así tienes con esta americana?

—Ninguna. Pero ahora tengo esta —dije, arrancando una foto de Shin de aquella pared.

—¡No puedes tomarla! —gritó Yang Mi.

—Claro que sí. —No pude evitar reírme—. Si tú puedes decorar las paredes con ellas, yo puedo tomar las que me gusten. Oh ¡Yang Mi! —exclamé sorprendida al tomar una de las fotos—. ¿Eso es celulitis?

—¿Qué? ¿Dónde?

Ella corrió para ver la foto que estaba señalando. Seguí caminando divertida y robé otra foto de Shin, pero en esta no tenía camiseta.

—Hm... Esta también me la quedo.

Mientras todo eso ocurría Shin no podía creer que Yang Mi guardara esas fotos.

—No puedes quedarte con esa. —Se acercó a mí—. No puedes quedarte con ninguna.

—Lo siento. —Suspiré—- Pero tú las expusiste y las dejaste a mi alcance. Ahora jódete.

—¿Eh?

Realmente estaba confundida.

—Me quedaré con todas. Más tarde haré un poco de manualidades y te cortaré de cada una de ellas. Shin, ¿me ayudas a guardarlas?

—S-Si —tartamudeó.

—¡Esto no se quedará así! —chilló y se fue a la habitación.

Si llega a volver a hacer algo, le habría arrancado cada una de esas pestañas postizas.

—Gracias por no perder los estribos.

«Oh, créeme, estoy a punto», pensé.

Al rato yo comencé a preparar la cena y Shin entró a bañarse.

«Ni creas que cocinaré para ti Yang Mi, morirás de hambre si es que no sabes prepararte algo», gruñí para mis adentros.

Se escuchó como una puerta se cerró con un gran estruendo. Me acerqué al cuarto, pero la puerta estaba abierta y Yang Mi no estaba.

—¡¿Pero qué?! —gritó Shin desde el baño.

Abrí la puerta sin pudor y allí estaba ella, parada frente al cuerpo desnudo de Shin.

La tomé de los pelos, cerré los ojos para no ver cosas indebidas y la arrastré fuera del baño.

—Tú quieres morir, ¿verdad? —grité, la poca paciencia que me quedaba se había esfumado.

—Ya lo he visto muchas veces. Una más o una menos, no me supondrá ni ninguna diferencia —señaló con una estúpida sonrisa decorando su rostro.

Me rasqué la cabeza, cada vez más nerviosa.

—Si sigues provocándome, no me contendré y te irás de aquí llena de moretones.

—Tranquila, Emma. —Shin salió apresurado luego de vestirse.

—Tranquila las pelotas —grité—. ¿Te parece una estupidez que ella entre al baño mientras te duchas?

—No.

—Perfecto, llegas a decir una vez más que me tranquilice le quemaré los cabellos con la hornalla de la cocina.

Yang Mi abrió los ojos asustada y abrazó su cabello.

—Cocina tú —le ordené a Shin para luego encerrarme en el cuarto de los invitados, obviamente antes saqué a Yang Mi del apartamento.

—¡Estás loca! —gritó desde afuera.

—Y tú necesitada —contraataqué y me fui.


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