Capítulo 29

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A la mañana siguiente desperté con los ojos hinchados de tanto llorar. Me lavé la cara y fui en busca de mi desayuno a Starbucks. Pedí un latte de vainilla y empecé a sentir que mi mañana era un poco más ligera, menos cargada de negatividad.

Tratando de olvidar la situación, entré en las oficinas y esperé el ascensor con tranquilidad.

—¡Emma! —me llama Shin desde la entrada.

En un intento por evitarle, me lancé a correr por las escaleras, algo de lo que me arrepentí después, ya que yo no era la más atlética.

Cuando alcanzo mi escritorio estoy sudando y refunfuñando y mi latte está completamente congelado.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

—Buenos días, necesito que esta señorita me escuche —respondió Shin.

Corté la llamada sin previo aviso. Él me miró desde su oficina, e hizo ojitos de perrito.

Negué con la cabeza. Necesitaba un poco más de tiempo, no siempre tu novio se besa con otra. Primero Alex y luego Shin. Apenas me estaba recuperando del primero.

Él volvió a llamar.

—Si sigues jodiendo me voy —hablé molesta y corté la llamada.

Suspiré molesta y me incorporé para ir a tomar aire.

Me apoyé sobre la baranda de la terraza y respiré profundo, intentando lograr algo de calma en mí.

—Emma —susurró Shin en mi oído.

Me di la vuelta, asustada.

—Por favor, déjame explicártelo.

—No sé qué es lo que tienes que explicar, yo estaba ahí. Vi toda la situación.

—Pero...

—Ella te besó a traición, tú no tienes la culpa —suspiré.

Él me miró confundido.

—Es que... —Me mordí una uña, nerviosa—. Necesito tiempo.

—¿Ti... tiempo?

—Sí —susurré—. Lo qué pasó con mi ex... Se ve que aún no logré superarlo. Si tanto me afecta esto.. yo sé que solo fue un beso y que te agarró desprevenido, pero aún así no pude evitar sentirme traicionada.

—Entiendo. Pero en serio, Em, vuelve a casa.

Negué con la cabeza.

—Vamos. —Me tomó de las manos—. Déjame entrar a tu vida. Necesito que puedas apoyarte en mí cuando tengas problemas, no huir de mí, de todos. Quedarte sola no siempre es la mejor opción.

—Lo sé.

Solté mis manos de su agarre.

—Em... —susurró con tristeza.

Ignoré los deseos de mi corazón y escapé, nuevamente, de la situación.

Era la mejor haciendo eso, ignorando mis deseos, ignorando lo que quería.

Llegué a mi pequeña habitación y me tumbé sobre la cama, me escondí debajo de la frazada y me hice un bollito.

Abrazándome a mí misma, las primeras lágrimas salieron. Sabía que Shin estaba allí para mí, pero me sentía tan sola, tan tonta. A veces, solo a veces, me sentía como una niña pequeña que necesita de la protección y el consuelo de alguien.

Extraño a mi padre... extraño ser una niña, cuya única preocupación era no poder jugar a las muñecas con su madre.

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