Capítulo 24

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A la mañana siguiente me desperté tirada en el suelo con mi almohada. Me levanté molesta y aprecié cómo Yang Mi estaba esparcida por toda la cama. Salí del cuarto y Shin estaba preparando el desayuno. Me tendió una taza de café.

—Toma, tesoro. Este es para ti.

—Gracias —sonreí como boba, otra vez me había dicho tesoro.

—Amor —gritó Yang Mi y saltó sobre Shin.

Me aclaré la garganta sonoramente.

—¿Cuál es mi taza? —habló aún colgada de él.

—Ninguna. Tú sola puedes prepararte el desayuno.

Shin tomó sus brazos y soltó su agarre. ¿En serio tengo que ver estas escenas? Shin debería ser más cuidadoso.

—Está súper rico —sonreí al probar el café—. Gracias.

—Gracias a ti por ser tan comprensiva con esta alocada situación.

Sí, desde luego lo estaba siendo.

—No es nada.

—¡También estoy aquí! —gritó ella.

—No deberías —aclaró Shin.

Él tomó su taza de té y la colocó en un vaso térmico.

—Emma, ve a cambiarte. Pasaré tu desayuno, así nos vamos cuanto antes.

Asentí contenta y me levanté veloz. Me até el cabello en una coleta y me coloqué un vestido floreado a hombros descubiertos. Me lavé la cara y volví a la cocina.

—Anda, Shin, deja a esa americana —decía Yang Mi.

No debería haberlo hecho, pero no iba a dejar de escuchar esa conversación.

—¿Esa americana? —Shin rio molesto.

—Sí. Es bastante fea. De hecho, los americanos son todos iguales. Además, tienen mal cuidado de la piel, sin contar lo grasoso de su cabello.

¿Se atrevió a insultarme de ese modo? Definitivamente, correrá sangre por estos pasillos si ella sigue así.

—Sigues como siempre —suspiró él—. Solo sabes cómo ver lo malo de los demás, ¿y tú? ¿Algún día te mirarás al espejo y verás lo vil que eres?

—No puedo creer que me llames vil —chilló—. Lo estoy diciendo por ti, tus hijos saldrán raritos si sigues con ella.

—¿Cómo puedes decir eso? —Shin golpeó la mesada, causando un gran estruendo.

—Estoy lista —dije, haciendo mi aparición antes de que alguien muriese.

Él se pasó ambas manos por la cabeza y exhaló.

—Vamos, Em, o llegaremos tarde.

—Sí —repliqué.

Miré a Yang Mi y con una seña le hice entender que la estaba observando. Ya sentados en el auto me animé a hablar.

—¿Qué pasó antes? —susurré.

—Nada importante, solo Yang Mi haciéndome perder la paciencia, como es costumbre. Y sí que lo logró.

—Está bien, pero intenta no caer en su juego.

—¿Juego? —habló confundido.

—Si, ya sabes. Ella te molesta y tu caes. Lo pasas mal y andas malhumorado por algo sin sentido.

—Tienes razón —replicó con una sonrisa.

Llegamos al estacionamiento de la oficina y Shin se apuró para abrirme la puerta.

—Siento haberte hecho pasar un mal momento.

—No, está bien, lo entiendo.

Shin sonrió y me tomó de la cintura.

—Cada día te veo más linda —susurró para luego acercarse más y depositar un tierno beso en mis labios.

—Y yo cada vez descubro más facetas tuyas. Y me encantan —susurré. Luego lo tomé de la corbata y lo estampé contra mis labios.

Era adorable que fuera tierno conmigo, pero a mí me gustaba añadir algo más de picante a la relación.


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