Capítulo 16

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—Buenas noches —nos saludó el recepcionista nada más entrar en el restaurante—. ¿Tienen alguna reserva?

—Sí. —Shin se acercó a una lista y señaló con el dedo la indicada.

—Perfecto, señor. Necesito su documento de identidad para comprobar la reserva.

—Claro.

Mientras Shin terminaba de hablar con el empleado, empezaron a sudarme las manos. El lugar era muy imponente y me hacía sentir como una diminuta hormiga.

—Emma, ¿te encuentras bien? —me preguntó Shin, bajándome a la realidad.

—S-Sí —respondí.

Lo tomé del brazo y me guio hasta la mesa. Un señor regordete y con bigote ancho estaba aguardando en ella. Shin me ayudó con la silla y me senté, nerviosa.

—¡Que linda compañía que has traído! —dijo el señor.

—Gracias —susurré.

Decidí tomármelo como cumplido. Shin se sentó y un mozo se acercó con la carta del restaurante.

—¿Qué deseas comer? —me preguntó Shin.

—Lo que sea. —Estaba muy nerviosa como para decidirme.

Shin, cuando su accionista se decidió, hizo señas al mozo para que tomase el pedido.

—De acuerdo. —Terminó de anotar—. ¿Y para tomar?

—Vino —replicó el señor regordete.

Miré a Shin con los ojos entornados, recordando su advertencia previa, pero hizo un gesto con la mano, como si no fuese un problema.

Fue cuando terminó la cena que me percaté del motivo por el cual no debía tomar vino.

—Gracias por colaborar con la empresa —le dijo Shin al accionista cuando se despidieron.

Desde la puerta del restaurante le vimos subir en un coche de lujo y marcharse. Ahí fue cuando Shin cayó sobre mí.

—¿Estás bien? —reí

—Eres hermosa, Emma. —Shin se acercó para intentar besarme.

—Estás borracho —gruñí, alejándome.

Fui a buscar el auto mientras evitaba los labios de Shin con gran esfuerzo. Lo senté del lado del copiloto y le coloqué el cinturón.

—Emma —suspiró—. Déjame besarte, Emma.

—Realmente no debes beber. —Reí.

Me subí al asiento del conductor y manejé hasta el departamento. Lo subí por el ascensor y ya no tenía más fuerzas. Entramos a la casa y lo arrastré hasta la cama, le quité los zapatos y la corbata.

Él me agarró fuerte del cuello y me besó, dejándome sin salida.

—¿Qué te pasa? —le grité al separarnos.

—Nada, yo estoy perfectamente. —Sonrió y se comenzó a desabotonar la camisa.

—No, déjatela —le dije mientras intentaba volver a abotonarla.

—No quiero, Emma. Tengo calor.

Me empujó a un costado de la cama y se desabotonó los pantalones.

—Shin, si no paras vas a terminar mal

Él rio.

—Vas a hacer que la poca cordura que tengo se vaya. No quiero aprovecharme de ti, pero tú me lo pones difícil.

Se quitó los pantalones y la camisa y se acostó sobre mi pecho, utilizándome de almohada.

—Hueles a vainilla, Emma, y amo la vainilla.

Utilicé todas mis fuerzas para no aprovecharme de él, ni le dediqué una mirada a su cuerpo semi desnudo.

—Emma, ¿por qué estás tan tensa? —Se colocó sobre mí.

Mi vista comenzó a bajar hasta su pecho y me puse tan nerviosa que cerré los ojos con fuerza.

«Contrólate, Em. Está borracho, no puedes aprovecharte de un borracho. Es como aprovecharte de la inocencia de un niño», me dije.

Shin volvió a besarme y a acariciarme el cabello. Lo curioso de la situación era que en ningún momento me tocó indebidamente, algo que me pareció muy lindo. Habría sido horrible aprovecharme de él en esa situación.

Él volvió a acomodarse sobre mi pecho y lentamente nos quedamos dormidos.

El es mi coreano | DISPONIBLE EN AMAZON |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora