Capítulo 21

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—Lo que usted tiene aquí es un par de huesos fisurados. —El doctor negó con la cabeza—. ¿Cómo se hizo esto?

Me quedé muda, no quería contar esa vergonzosa historia.

—Doctor, estamos algo apresurados. ¿Podría vendarle la mano y decirnos cuáles son los cuidados que debe tener?

—Si, por supuesto.

El doctor comenzó a explicarle a Shin cada detalle. Yo, por mi parte, estaba agradecida. Ya que una vez más me saco de un momento incómodo. Claramente él se había dado cuenta de que no quería contarle al doctor que le di un puñetazo a una pared e intervino para salvarme de la situación. A su lado me sentía cuidada y protegida.

Salimos del hospital y nuevamente tomó mi mano para volver a la oficina. Cuando llegamos al edificio, Shin me llevó por cada departamento y sección de la empresa. Cuando llegamos a un comedor común, se detuvo y me dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Hola —habló frente a un micrófono—. Me gustaría que desde ahora no se vuelva a hablar mal de mi secretaria a sus espaldas, ya que lo sabré. —Él sonrió y volvió a mi lado.

A decir verdad, amaba que hiciera eso por mí, pero detesté el hecho de que me llamara secretaria. Eso sí que fue como una daga en el pecho. Secretaria, ¡ja! Como si las secretarias besaran a sus jefes. Si solo soy su secretaria, entonces que no me vuelva a besar. ¡Si hasta vivimos bajo el mismo techo!

Fruncí el ceño, sin comprender porqué me enfadaba tanto que él me hubiera llamado así. Finalmente volví a mi escritorio y él ingresó a su oficina. No disimule mi disgusto y lo mire enojada, para luego mostrarle la lengua.

Él rio, pero realmente no me parecía algo chistoso. El teléfono a mi lado sonó.

—Hola, habla la secretaria del idiota. ¿En que puedo ayudarlo?

—Eres hermosa cuando estás molesta. Bueno, siempre eres hermosa —rio—. Pero ¿por qué mi tesoro está molesto?

Tesoro... ¿Era su tesoro? Este chico me podía.

—Según sé soy una secretaria —repliqué molesta.

—Eres ambas, mi secretaria y mi tesoro —dijo—. Y eres aún más bella cuando te sonrojas.

Corté la llamada sin delicadeza y me dirigí a su oficina, molesta.

—¿Qué sucede, Em? —me preguntó él nada más verme cruzar el umbral.

Lo tomé de la camisa con mi mano sana y lo besé sin miedo y sin vergüenza.

—Tu secretaria —dije, haciendo comillas con los dedos— se va antes del trabajo.

Di media vuelta y salí de la oficina, sin dejarlo recitar palabra.

Supongo que ahora se replanteará el llamarme secretaria, ya que, como dije antes, las secretarias no se besan con sus jefes. Eso solo pasa en las novelas.

Comencé a caminar hacia la casa de Shin. Tenía que revisar mi cuenta de Wattpad y escribir capítulo nuevo de alguna de las obras.

¿Por qué escribía tantas obras al mismo tiempo? Suspiré. Después me bloqueaba, se me ocurrían ideas para obras nuevas y entraba en un bucle del que no podía escapar. Estaba completamente segura de que me volvería loca si seguía escribiendo novelas, pero mis seguidores me matarían si dejara de hacerlo.

Después de una larga caminata llegué al edificio donde Shin vivía. Subí por el ascensor y noté que no me acordaba la clave de acceso. Llamé por teléfono a Shin, avergonzada.

—Hm... Hola —murmuré en cuanto descolgó. Sentí mi orgullo herido.

—Em, ¿qué sucede? ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¡Ya voy a buscarte!

—Tranquilo. —Sonreí. Era tan lindo que se preocupara así por mi—. Es que... no recuerdo la clave de acceso.

Shin carcajeó del otro lado y cuando recuperó el aire lentamente la repitió para mí.

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