Capítulo 31

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No entiendo a Emma. ¿A qué se refiere? ¿Cómo que solo somos amigos? ¿Cuándo las personas se besan y hacen el amor acá son amigos? Que país más raro.

Alguien toca en la puerta, interrumpiendo mis cavilaciones.

—Adelante —hablé con firmeza.

—Acaban de llamar unos accionistas, quieren una reunión hoy en el bar.

La recepcionista ingresó.

—¿Qué accionistas? —Me incorporé y noté como Emma espiaba de reojo.

—Jonathan, el joven heredero de...

—Sí, lo recuerdo.

Ese mocoso solo tenía dieciocho años y creía que el mundo era suyo.

—Entonces, ¿confirmo fecha y hora?

—Por favor, Edna.

Ella se retiró y Emma intentó disimular. Le marqué en la línea directa.

—No está bien espiar —reí.

—Tú no sabes, anoche despertaste mis celos.

—¿Qué quieres decir?

—Que eres mío y que estoy observándote.

—Eres hermosa cuando dices eso.

Ella cortó la llamada y tapó su rostro con unos cuadernos. Edna confirmó la reunión para las siete de la tarde, a las cinco tomé las llaves del auto y apagué las luces de la oficina.

—Em, hoy tengo una reunión.

—¿Puedo ir?

—No, esta vez no.

—¿Con quién? —Se cruzó de brazos e hizo un puchero.

—Con un inversionista, apenas es un niño.

—Está bien. Voy a extrañarte —susurró.

—Solo son unas horas —sonreí.

—Yo te extraño aunque sean unos minutos.

Me acerqué a ella y la besé.

—¿Vamos a casa?

—Sí. —Apagó el ordenador portátil y se incorporó.

Llegamos al apartamento y fui a cambiarme la vestimenta.

—¿Irás así?

—¿Está mal? —Me miré, inspeccionando mi vestuario minuciosamente.

—No, estás demasiado sexy —dijo, sonriendo con diversión.

Ella me tomó de la corbata y me besó. Mis manos se escabulleron por debajo de su remera, sus besos me emborrachaban y lograban hacer que me olvidase de todo lo demás.

Se alejó con una amplia sonrisa y señaló el reloj.

—¿Qué sucede?

—Debes irte. ¿Quieres llegar tarde a la reunión?

Abrí los ojos sorprendido y como pude, me acomodé el traje que llevaba puesto. Bajé al estacionamiento y me puse en marcha.

Llegue al bar y Jonathan ya estaba allí.

—Casi llegas tarde, Shin, ¿Qué sucedió? Puedo ver qué se trata de una mujer —señaló, olfateándome como un perro—. ¿Tu novia, quizás? ¿O una simple amiga?

—Mi novia.

¡Novia! Cierto, nunca le pedí para ser novios.

La reunión concurrió de excelente manera. Llegamos a un gran acuerdo, que hará crecer mucho a la empresa. Apenas me despedí de él, miré la hora y fui directo a una floristería. Compré un ramo de cien rosas blancas, porque simbolizaban pureza, y mi amor hacia ella era el más puro y sincero.

Compré un par de rosas blancas y rojas por separado para hacer un camino con ellas.

Al llegar al apartamento ella estaba durmiendo, tomé las rosas y desde la cama hice un camino al comedor donde sobre la mesa ratona estaba el gran ramo junto a mí.

Fui a buscarla y la desperté.

—Em, sigue el camino.

—¿Qué sucede, Shin?

—Solo sigue el camino. —Me alejé, aproximándome al ramo.

—¿Sabes lo que es respetar al que duerme?

—Si, solo un poco más, tesoro.


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