CAPÍTULO I: CRETA

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“EL RELATO ENCONTRADO EN ALEJANDRÍA”

Londres, 1956

El profesor James Stanley acababa de arribar en la ciudad. El clima era el de siempre. Frio y gris.  Llegó a las oficinas de la Universidad Oxford, serio como era usual. Al llegar a su oficina, dejo su maletín en el escritorio y se preparó un café. Colombiano rezaba la etiqueta de la caja.
En el pesado ambiente, se abrió la puerta, dejando entrar a una señorita con sombrero. Bajita y pequeña pero con gran presencia.

-Volviste-dice con su acento francés-¿Encontraste algo digno para la junta?-pregunta sentándose en la silla-No financiaron ese viaje por nada

-Encontré esto-James abrió su maletín sacando unos pergaminos escritos en un griego antiguo y tendiéndoselos.

La chica, de nombre Annette rodó los ojos.
-No soy lingüística James, no sé qué dice.

-Es la historia más trágica que como literato y lingüística he leído… La encontramos enterrada en los restos de Alejandría. No entiendo como algo tan frágil como el papel pudo sobrevivir a la quema de la biblioteca.

-El poder de las palabras ¿no?-Annette se quitó su saco y se colocó en una posición más cómoda-¿A qué esperas? Cuéntamela.

James sonrió de lado. Se sentó frente a ella y comenzó…

Grecia, siglo V a.C

La encarnación de la luna, Pasifae veía a su única salvación. En un momento de debilidad, había engendrado a algo único. Ahora, era presa de su propia descendencia.

-Deberás construir un laberinto indescifrable que esconda a mi hijo, él ni nadie debe saber de dónde viene ni el origen que posee.

-Mi señora-dijo con voz suave Dédalo-Su padre es Asmodeo, el toro de Creta ¿cómo va a ocultar eso?-se acercó a la cuna y destapó al bebé que ahí dormía-Tiene cuernos y ojos de demonio…será imposible que no lo sepa.

Pasifae se levantó furiosa y miró a Dédalo.

-No te expreses así de mi hijo-empezó a caminar en círculos por la habitación-Tendremos que mentirle-su voz bajo de tono al decir eso-Lo encerraremos, tendrá todos los lujos…pero encerrado. Construirás el laberinto de tal manera que jamás encuentre la salida, solo tú y yo sabremos cómo salir de él. Entre los dos, haremos creer al pueblo que en el laberinto lo habita un monstro y cada año meteremos a siete hombre y siete mujeres y los torturaremos para que parezca que fueron atacados por el…Así la gente enserio lo creerá-

Dédalo asintió. Se pondría en marcha en la construcción de aquella prisión.

-Una última cosa mi señora-vio la cuna por última vez antes de salir de la habitación.-¿Cuál es el nombre de la criatura?-

Los ojos plateados de Pasifae se dirigieron a la cuna y suspiró.

-Magnus…hijo de Pasifae y el toro de Creta.

12 años después

En una casa del pueblo, dos niños jugaban en el jardín.

-Teseo-gritaba la niña de cabellos y ojos tan negros que parecía la hija de Perséfone-No es justo, eres más alto, tienes piernas más largas, así que corres más rápido-su carita formaba una graciosa mueca.

-Ya te dije que me llames Alec-decía el niño de cabello igual negro, pero con los ojos verdes, tan verdes que el mismo Apolo sentiría envidia-Teseo es el nombre que usan mamá y papá cuando me regañan y no es mi culpa ser más alto.

-Bien A l e c-enfatizó la niña en el nombre-Pero algún día te ganaré en las carreras.

Alec estaba a punto de replicar, cuando una voz los interrumpió:

-Alec, Isabelle-gritó la voz-A cenar.

-¿Ves?-dijo Alec con una sonrisa-Me llamo Alec, Teseo es solo el capricho de papá, al igual que Etra.

-Cállate-pidió Isabelle-Odio que mamá me haya puesto como ella.

-Tengo suerte de no llamarme Egeo como papá.

Isabelle asintió-Aunque Maryse y Robert tampoco les queda mal.

-Sigo sin entender de dónde sacaron esos nombres.

-Ya te dije, mamá dijo que los saco de un libro que encontraron en la casa del abuelo en Atenas-se quedó pensando un momento-El libro Gris o algo así.

-Puros cuentos-Alec rodó los ojos-Aunque son mejores que esa tal historia del minotauro.

-Eso no es un cuento-chilló Isabelle-Si existe, en el laberinto de Idris, antes Creta, el ser con dos cuernos y ojos de demonio que cada año se come a siete hombres y siete mujeres.

-Y Poseidón es mi padre-resopló el niño revolviéndole el cabello a su hermana-Debes dejar de creer en todo lo que dicen en las calles, el minotauro es solo un mito para que las chiquillas como tú se duerman temprano y obedezcan a sus padres.

-Pero es real-gritó Isabelle dándole la espalda.

Aprovechándose de eso, Alec tomo dos ramas y se las puso detrás de las orejas a modo de cuernos y la cargo de sorpresa, colgándosela en el hombro y agarrando sus piernas con un brazo.

-¡Arg!-decía haciendo una voz ronca-Soy el minotauro y te voy a comer.
La pelinegra estalló en risas y juntos subieron colina arriba a su casa, a cenar.

No muy lejos de ahí, en las profundidades de los suelos de la ciudad de Idris, antes llamada Creta, alumbrado por la tenue luz de las antorchas incrustadas en las paredes de piedra de aquel laberinto que fungía como prisión lloraba un niño recostado en el suelo, abrazando sus piernas y con un espejo roto a su lado. Sus manitas estaban cortadas por los vidrios del espejo, y de sus ojos dorados no dejaban de emanar lágrimas que mojaban la tierra del suelo.

-Soy un mounstro-repetía una y otra vez entre sollozos hasta quedarse dormido.

EL RELATO ENCONTRADO EN ALEJANDRÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora