Prólogo

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Salí del baño molesto, una nueva secretaria llegaría a entrevistarse conmigo, según dijeron Adolfo y Verónica, era la chica ideal, la que calmaría mi ansiedad y la que, por fin, se quedaría trabajando conmigo. Sí, me advirtieron con ahínco que controlara mi carácter. Pero ya estaba harto de esta vida miserable donde ya nada tenía sentido… Ni lo tendría.

Mientras dejaba  correr el agua por mi cuerpo, pensaba en cómo la recibiría, cómo sería esa chica tan especial y cómo sería su carácter, esperaba que pudiésemos llevarnos bien, si al fin y al cabo, como habían dicho mis queridos amigos, ella era la última oportunidad de conseguir secretaria. Claro que no había empezado con buen pie nuestra “relación”. Me olvidé de la entrevista que estaba concertada para las cinco de la tarde y me fui al gimnasio. Ahora eran las cinco y treinta y recién me estaba duchando, no podía recibirla en ropa deportiva y el sudor corriendo por mi cuerpo, eso sería mucho peor.

Salí del baño secándome el pelo, no la miré de inmediato y me senté en mi sillón, dándole la espalda, no quería encontrarme con otra de esas chicas que únicamente buscaban ligarse conmigo. Cuando sentí que mi cabello ya no goteaba, lancé la toalla a un mueble cercano y me volví a mirar a mi “nueva secretaria”.

―¡Oh, por Dios! ―Exclamé al verla.

Parada en medio de mi inmensa oficina, sola, pequeña, como una aparición… Rithana, mi primer y único amor, la que creí jamás volvería a ver, estaba allí en mi oficina.

Detuve el tiempo…

Extraño AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora