Capítulo XIV

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Capítulo XIV

Cuando desperté, ella continuaba allí, conmigo, abrazada como si fuera mía. Estaba despierta, ¿cuánto rato? No lo sabría decir, pero sí llevaba un buen tiempo despierta. Pero seguía ahí, abrazándome, con sus pequeñas manos en mi cuello, con su respiración quemando mi pecho, con el amor a flor de piel.

Me moví, aparentando estar despertando.

―Buenos días ―saludé.

―Hola ―contestó con timidez.

Estoy seguro que quería ser nuevamente mía, pero ahora estaba consciente de lo que hacía y no iba a actuar como la noche anterior.

―¿Cómo te sientes?

―Bien, mucho mejor. Un poco de dolor de cabeza.

―Es normal. ¿Quieres ir a almorzar conmigo?

―Ya ―contestó emocionada―, no quiero cocinar.

Sonreí, jamás debería volver a hacerlo, a no ser que lo hiciera por gusto.

Me levanté de la cama sin ganas y la miré.

―Voy a mi casa, te doy una hora para que te duches, te cambies y te pongas linda.

Ella se estiró en la cama como una gatita dormilona. ¡Cómo quise meterme de nuevo con ella allí y volver a hacerla mía!

―Nos vemos en un rato, flojonaza.

Ella solo sonrió, me estaba coqueteando, eso era claro, pero ¿hasta dónde llegaría ahora conmigo?

Me fui a mi casa y llamé a Rodhon, él debería darme las respuestas. Mientras esperaba, me metí a la ducha y luego me vestí un poco menos formal que de costumbre.  Cuando llegó mi asistente, yo lo esperaba en mi sala de estar.

―Quiero saber qué sucedió anoche. ―Fue mi duro saludo.

―¿A qué te refieres? Alejandro quiso acercarse a Carolina, pero ella no lo dejó.

―Drogaron a Carolina.

―¿Qué dices?

―Eso, drogaron a Carolina, llegó muy mal al departamento.

―¿Tu hermano?

―¿Tú no lo sabes?

―¿Y por qué debería saberlo? Pero, conociéndolo como lo conozco… ¿Quién más pudo ser?

―Debiste evitarlo.

―Ni siquiera me di cuenta. No tenía idea, cuando Carolina se fue contigo, estaba bien, o eso parecía.

―Llegó muy mal… Y pasó lo que no debería haber pasado.

―¿Te aprovechaste de ella?

―Bueno, así como aprovecharme, obligarla, no… Pero ahora ni siquiera lo recuerda.

―Si queda embarazada, se repetirá la historia…

―No quiero que se repita.

―Entonces, acaba con tu hermano ―sentenció sin inmutarse siquiera.

―No puedo, ¡es mi hermano!

Eso era cierto, por más que pudiera enojarme con él, por más que sintiera tantas veces que lo odiaba, no podía hacer eso, no podía matarlo. ¿O sí? No, no podía, deseché la idea de mi mente de inmediato.

―¿Qué harás si queda embarazada?

―No lo sé… No tengo idea… No podría matar a mi hijo.

Extraño AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora