(Canción del capítulo - Hearts don't break around here)
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Según mi profesor de literatura de octavo grado una buena historia debe tener dos conceptos básicos los cuales nunca deben faltar, una tragedia y un amorío; tomando en cuenta que soy un hombre en la cima de un edificio apunto de saltar a una muerte segura creo que el primer rubro está más que conseguido, pero para hablarles del segundo tendré que regresar otra vez a nuestras vacaciones navideñas.Faltaban un par de días para que las festividades acabaran y yo tuviera que regresar al campus, por lo que decidí ir a dar una vuelta a mi vieja ciudad la cual se veía cambiada por el paso de los años. Tomé mi bicicleta y con la ilusión (y probablemente el look) de un niño de 12 años fuí a recorrer los sitios que mis amigos y yo solíamos frecuentar.
Mi primera parada fue la heladería Wallace, un lugar en el que nuestro grupo se reunía los viernes en la tarde a oír buena música de la rockola, jugar futbolito o air hockey en las ahora descoloridas mesas y claro comer un delicioso helado, el cual el viejo señor Wallace nos daba gratis cada vez que sacábamos buenas calificaciones; mientras pensaba todo esto entre al local el cual estaba igual a como lo recordaba, sin darme cuenta ya estaba en la barra esperando el servicio; pasó un instante hasta que una voz familiar me preguntó que iba a ordenar, era el señor Wallace, el cual estaba idéntico a la última vez que lo vi, parecía que dentro de ese local el tiempo se encontrase detenido; en cuanto volteé el viejo hombre me saludó afectuosamente, se sentó a mi lado y pidió dos copas de helado de vainilla, yo no soportaba el sabor de la vainilla pero me parecía irrespetuoso rechazarla; así nos sentamos un par de horas a platicar de los viejos tiempos y de los cambios del lugar, cielos me sentía extremadamente viejo.
Al acabar mi helado decidí que era hora de irme, me despedí del viejo Wallace y salí del local; cruzando la calle antes de llegar a donde había dejado estacionada mi bicicleta la vi, una chica de cabello rubio y piel clara como la nieve, tenía un par de anteojos de borde ancho color negro y un flequillo que cubría su frente, iba caminando con el seño fruncido y un par de lágrimas recorrían sus rosadas mejillas; pocas veces había sentido una sensación tan pura de compasión, no sabía que era pero había algo en esa chica que me hizo acercarme y preguntarle si todo estaba bien, en cuanto la cuestioné ella fingió una sonrisa temblorosa y se limpió las lágrimas que empañaban sus ojos -si... Sólo necesito despejarme un poco- esto sin duda me dejó intrigado, así que le pregunté si no quería un poco de compañía y aunque al principio me dijo que no, insistí hasta que lo aceptó.
Nos sentamos en una banca de un parque cercano, ahí me contó que era nueva en la ciudad, se había mudado para alejarse de su padre alcohólico el cual me retrataba como un monstruo, agresivo, asqueroso y sin ningún respeto por si mismo ni por lo que lo rodease, además me comentó que su madre había muerto de una terrible enfermedad hace 8 años y el día de hoy era el aniversario de su deceso.
Traté de alegrarla con las típicas frases de apoyo vacías y un tanto repetitivas que se suelen dar en estos casos y después de un par de horas de estar charlando ella dijo -gracias- soltandome otra vez una sonrisa, esta más sincera que la anterior -se que ya debería de haberlo superado, pero desde que se fue he estado sola, nadie con quien hablar ni con quien desahogarme y claro, el cambio de ciudad tampoco ayudó mucho- antes de poder responder algo, ella me interrumpió diciendo - esto parecerá raro pero quisieras ir a cenar conmigo mañana? A menos que te guste mi look moquiento y mis ojos rojos e inchados- no fueron las palabras de la chica las que me sorprendieron, más bien la rapidez con la que dije que si, ignorando que mañana era mi último día en la ciudad -perfecto, te veo mañana en the Hook a las ocho?- y aún ajeno a mi sentido común respondí nuevamente que si; ella se levantó, besó mi mejilla y se fue caminando a mis espaldas, después de un rato analizando lo sucedido y de otro rato lamentandome como idiota me levanté de la banca solo para darme cuenta que el Sol ya se había escondido, por lo que tomé mi bicicleta y regresé a casa, aún dándole vueltas a lo que había ocurrido, y que quizá había cometido otra vez el pecado que los hombres sufrimos unas pocas veces en la vida, enamorarse.
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En caída libre
Teen FictionLa vida tiene muchas alegrías, momentos inolvidables que te acompañaran por años dándole significado a la aventura que es vivir. Pero, ¿qué pasaría si todo lo que construiste se derrumbara? En el juego de la vida uno puede perder o ganar y en esta h...