Una chispa de luz en un oscuro túnel

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(Canción del capítulo - Castle on the Hill)
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Pasaban los semestres y el panorama cada vez se veía más despejado, nuestro dominio en las materias empezaba a destacar en la universidad y nos comenzamos a hacer un nombre dentro del campus; en cuanto a Michael su preocupación fue tal que utilizó nuestras vacaciones navideñas para poder ir a visitar a Amy, la cual seguía mostrando una clara indiferencia a los mensajes de Michael el cual no podía dejar de preocuparse por la situación que su relación estaba pasando. Yo decidí utilizar mi tiempo libre para volver a casa y así poder volver a ver a mi madre,  así que Michael tomó el primer autobús con rumbo a Washington mientras yo volvía ansioso a Nueva York.

Después de unas cuantas horas de camino llegué a mi ciudad natal, inevitablemente un sentimiento de melancolía y emoción me invadía al ver las calles por las que cada mañana caminaba para ir a la escuela, la tienda donde mis amigos y yo nos reuníamos a intercambiar cromos de béisbol, la acera donde muchas veces caí al aprender a andar en bicicleta e incluso la vieja casa abandonada donde di mi primer beso.

Los latidos de mi corazón se aceleraron cuando el taxi dió vuelta en mi calle donde todo seguía igual como cuando me fuí; no había tenido una mejor sensación como al tocar el timbre de aquel viejo edificio y puedo asegurar que solté la sonrisa más sincera del mundo cuando mi mamá abrió la puerta y en medio de lágrimas me beso la frente, amigos míos estaba en casa.

Cuando entré al pasillo pude notar un cambio en el color de las paredes, un elegante rojo vino cubría mi casa la cual no había cambiado mucho en este casi un año de mi partida, mi tía Jannette, su esposo y un par de sus hijos yacían sentados en la sala, a los cuales sin dudarlo saludé efusivamente.

En ese momento fue cuando descubrí el valor de una comida caliente, una casa aseada y sobre todo la compañía de alguien con un interés más que genuino hacia ti y así me di cuenta de lo imprescindible que es la familia.

Después de una rica cena navideña me dirigí a mi viejo cuarto, el cual se encontraba igual de como lo dejé, los mismos posters de los Mets pegados en las paredes, una repisa de libros infantiles, una vieja televisión con una antena torcida y una pequeña cama con un covertor de el hombre araña, era bueno estar en casa.

Me recosté y al momento me quedé dormido, quizá por el viaje o por el ritmo frenético al cual estaba acostumbrado en la universidad, sea cual sea la causa fue la mejor siesta que he tomado.

No puedo evitar soltar una ligera carcajada ahora que estoy aquí arriba viendo el vacío en lo que antes era mi calle, pensar que una pequeña zona de casas se convertiría en un complejo empresarial de alta demanda me parece un tanto curioso, finalmente el lugar que me vió nacer y crecer se volvería también testiga de mi muerte; la verdad aunque un tanto redundante creo que hasta cierto punto es justo. Jamás había notado lo bello que cae el Sol en la cima del edificio, rayo a rayo un suave tono anaranjado cubre y baña la cima de la torre que tardé años construyendo, es una pena que me diera cuenta hasta este momento, pero en fin me parece una buena vista para terminar este camino, un tanto poético incluso.

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