Kim Mingyu.

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Hace 7 años atrás.

Una de las razones del porque disfrutaba ir al colegio era, no porque le encantaba estudiar, si no que en ese lugar se olvidaba de todo y se dedicaba a ser un niño infantil más del interior. Ahí podía jugar, correr y reír todo lo que quisiera. No tenía que esconderse ni contenerse a la hora de hablar o expresarse.

Era una persona demasiada inquieta. Un extrovertido según el resto.

Solía causar problemas gracias a su conducta salvaje y explosiva. E influenciaba a los demás a seguirle la corriente. No es que causara problemas graves, solo le llamaban la atención por distraer la atención de la clase con sus bromas de un niño risueño y por ser generador de peleas entre las niñas, para ese entonces ya recibía bastantes cartas estúpidas profesándole un amor inocente.

También era bastante inteligente, recibía cumplidos de sus profesores por sus excelentes notas, pero le restaba importancia. El solo quería disfrutar lo más que podía el tiempo en el que estaba de ahí.

Porque cuando se acaba su horario escolar tenía que volver a la realidad. Una realidad en la que su padre es un alcohólico violento y su madre, una mujer que gustaba de provocar hombres para luego al llegar ser maltratada por su "marido". Típico de una familia disfuncional con baja economía.

Su progenitor era una persona adicta a hacer apuestas. Asique todos los findes de semana se desaparecía, llevándose consigo el poco dinero ahorrado, para gastarlo teniendo la estúpida confianza de decir que esta vez si les ganaría.

Su madre aprovechaba saliendo por ahí, en busca de placer y dinero. Claro que de vez en cuando no dudaba en drogarse. Pero siempre procuraba volver antes que su pareja, era una rutina que estaba implantada en su vida desde que le conoció.

Mingyu eso días aprovechaba ese tiempo haciendo sus tareas, no se esforzaba mucho ya que era de fácil aprendizaje, pero de todas formas cumplía con sus deberes. No recibía la atención de sus padres, pero con solo escuchar los halagos de sus profesores se conformaba. Cuando se desocupaba de eso, lo siguiente que hacía era limpiar el pequeño departamento donde convivían. Porque al señor Kim no le gustaba el desorden y siempre esperaba tener su comida cuando llegara. Claro que la parte de la cocina le tocaba a él, no le molestaba hacerlo, se consideraba un chef digno de trabajar en un lugar de cinco estrellas. En su imaginación solía fingir que competía contra otras personas esperando ver quien preparaba el mejor plato ganador de una medalla de oro. Solo en su mente.

Los días de entre semana eran los días que detestaba, excepto cuando está en su horario escolar, fuera de él era un ambiente de constante estrés.

Evitaba hablar en demasiada, moverse de forma inquieta y mantener su mirada lejos de la vista de ellos. Tenía bien en claro que su existencia era la causa de la convivencia entre sus progenitores. No tenían reparo alguno en remarcarle lo mal que habían arruinado sus vidas su nacimiento.

Por eso se comportaba lo mejor posible, sin llamar demasiado la atención y trayendo buenas notas. Pensando ilusamente de que algún día cambiarían su forma de tratarlo. De que pudiera ver sus sonrisas de orgullo y entonces el también sonreiría y presumiría frente a todos sus compañeros que sus padres si le querían.

Pero las cosas siguieron iguales.

Y  entonces, el poco brillo de inocencia infantil que tenía murió junto con su personalidad extrovertida.

Kim Mingyu se convirtió en alguien que creía que mierdas como el amor no existía. O que tal vez el amor era algo que estaba destinado a no conocer. Y eso, simplemente le daba igual.




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