Kim Mingyu.

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Hace 4 años atrás.

Fue en plena vacaciones de verano, cuando él estaba en su habitación aburrido mirando por la ventana el exterior con deseos de salir, que sucedió aquello que provoco un desenlace trágico para su vida cotidiana.

La puerta principal se abrió de forma brusca asustando a su madre que se encontraba en el sillón tirada disfrutando de las reacciones de alguna droga, que ingresaron un par de hombres exigiendo lo que según ellos le correspondía, no hace falta mencionar la causa del problema.
Su padre al parecer tomo el dinero ajeno y escapo con el, abandonando a su "familia".

Mingyu observaba todo desde su habitación con la puerta entreabierta. Estaba asustado. Y su madre no ayudaba mucho alterándose como desquiciada al saberse abandonada, igual no le duro mucho su drama, basto solo un movimiento para callarla. Mejor dicho, una bala.

No lo pensó mucho a la hora de agarrar su mochila con el dinero que había guardado en el ropero, para escapar por la ventana y alejarse lo más que podía de ahí, agradecía desde siempre el ser de reacción rápida. No se detuvo ni cuando escucho los gritos de los desconocidos persiguiéndole con balas de por medio, ni se gastó en mirar hacia atrás, aun si ya le dolía respirar no freno. Solo cuando se dio cuenta que estaba en la otra punta de la ciudad, se dio cuenta que estaba a salvo y se permitió descansar.

No sabía que debía hacer, no estaba en sus planes llamar la policía, además de que no tenía los recursos para hacerlo. Conocía la gravedad de la situación y el llamarles solo provocaría más problemas.

Pensó en su madre y el cómo cayo inerte al suelo.

Pensó en su padre y el cómo huyo dejándole como si fuera algo fácil de desechar.

Y se rio. Porque estaba solo, verdaderamente solo y no había nada que pudiera hacer.

Luego de deambular y pensar en opciones. Decidió que en ese lugar ya no había nada que lo atara, no había necesidad de permanecer ahí, menos cuando había probabilidad de que los sujetos volvieran a encontrarle y así pagar las consecuencias causadas por su progenitor.

Tomo el poco dinero que logro rescatar y se fue a la capital del país. Dejando atrás el lugar donde creció, ignorando la existencia de sus padres. Después de todo el sobrevivir por su cuenta era algo que sabía hacer desde siempre.

Cuando llego lo primero que hizo fue comprarse algo de comer. Después compro un periódico y observo las clasificaciones, esperaba encontrar un trabajo que le beneficiara, a pesar de aun ser menor de edad su figura corporal no lo aparentaba, le heredo de la parte paterna. Cuando encontró lo que buscaba no perdió tiempo en ir a la dirección indicada, si quería sobrevivir en aquella gran ciudad tenía que moverse rápido, no había tiempo para lamentarse sobre las consecuencias de sus decisiones.

Nunca supo de donde saco tal intelecto. Estaba seguro que tenía un coeficiente intelectual superior a lo que se debía tener, sus padres quedaban descartados, igual no importaba ya que gracias a ella había podido continuar sin dejarse caer como lo haría una persona común y corriente.

Cuando llego, se hizo pasar por un joven de 18 años haciendo una buena actuación sobre que no tenía sus papeles ya que le habían robado y era nuevo por esos lados, logro convencerle y así termino su día, con el estrechamiento de manos entre lo que sería su futuro jefe. Pensaba que estaba de suerte, ya que veía poco posible el que pudiera conseguir trabajo de un intento.

Tal vez se debió a que el señor estaba entrando en una edad difícil y no tenía el tiempo para esperar eligiendo buenos candidatos, además que a ojos ajenos, se veía una persona bastante de confiar.

Luego de comentarle su situación sobre su supuesto "robo" y sobre que tal vez tendría que dormir en algún lugar público como la plaza central o las estaciones, sonrió para si mismo cuando le ofreció pasar la noche en un departamento pequeño que se encontraba en el fondo del establecimiento. Se dio cuenta que era bueno manejando el uso de palabras para hacer que la situación vaya a su favor.

Y así pasaron los siguientes meses, sobreviviendo por su cuenta, haciéndose pasar por un joven adulto dejando atrás al estúpido niño iluso que esperaba un reconocimiento de sus padres y volviéndose en alguien capaz de tomar la más mínima oportunidad para sacar ventajas para su propio bien.

Cuando finalmente cumplió 18 años de verdad, se permitió faltar al trabajo dando una excusa sobre que estaba enfermo, y se fue a la zona central de la ciudad explorando las atracciones que no supo disfrutar en todo el tiempo que se encontraba ahí. Fue cuando paseaba por la plaza que observo a cinco señores de avanzada edad jugando al póker con apuestas de por medio, que recordó el gusto peculiar que tenía su padre y se acercó a observar, tratando de descifrar cual era la belleza adictiva que le obligaba a apostar los pequeños ahorros que siempre desaparecían los findes de semana en el pasado. Nunca supo las reglas del juego ni nada por el estilo.
Cuando se le acercó un señor con su cigarrillo a medio consumir, que al parecer noto su interés en el juego, fue cuando conoció lo que sería su as para sobrevivir. Esa persona le enseño el mundo de las verdaderas apuestas, nunca supo porque lo escogió precisamente a él, pero agradecía el haberse tomado el día libre. Lo trato como si fuera una joya, descubrió la forma de usar su inteligencia en algo que le ayudaría a salir de su miseria en aquel entonces.

Cuando cumplió los 19 años, se había convertido en una persona difícil de vencer en cuando a juegos donde hubiera dinero de por medio, y un mujeriego que las conquistaba prometiendo una noche placentera para mujeres que si bien tenía buena economía no eran atendidas como gustaban. Solía entrar a los casinos probando suerte en los entretenimientos que ofrecían y tal vez cazar una presa que lo mantuviera ocupado lo que restaba de la noche.

Se había convertido en alguien que hacía lo mismo que su progenitor, pero superándole en varios aspectos. Podría decirse que era la mezcla perfecta de los defectos de sus padres, pero versión mejorada.

Aunque... la suerte no dura para siempre. Y eso es algo que Kim Mingyu sabe a la perfección. 




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