Capítulo 6 - El fruto prohibido

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Nos dirigimos a la cafetería en cuanto el último timbre de la mañana tocó.

Ya estando sentados comencé a contarles todo lo que había pasado hasta ahora, tampoco es que fuera tanta información pero quería que estuvieran al día con los pequeños grandes detalles. Les hablé sobre el castigo de Chris, lo que había pasado en el trabajo y las amenazas que recibí por parte de la rubia, incluido el acuerdo al que llegamos.

—Pero que zorra — habló primero Nina. Reí por su comentario. Eso mismo digo yo — ¿y no harás nada?

—¿Qué esperas que haga? — honestamente solo quería ir a mi casa y tirarme en la cama hasta el día de mañana.

—¿No piensas vengarte de alguna forma? — preguntó mi mejor amiga.

—Sabes que no puedo, por si no lo recuerdas, tiene una foto, la cual puede usar en mi contra — aunque tenga ganas de hacerlo no es posible, no considerando las posibles acciones contingentes si se da cuenta de que fui yo.

—Puedes hacerlo sin que se dé cuenta de que fuiste tú — habló Noa casi leyendo mi mente.

—Se dará cuenta — respondí ante la idea de mi amigo. Ciertamente no quería arriesgarme ni gastar energías.

—No se dará cuenta, por si no lo sabias, mínimo el 90% de la escuela la odia, al final pensará que cualquiera podría haberlo hecho.

—¿A quién odia el 90% de la escuela? — apareció Aiden detrás de mi junto con sus perros falderos.

—Eso no te incumbe — hablé molesta — seguramente vienes por lo mismo de ayer — lo miré a los ojos.

—Vaya, acertaste — se sentó a mi lado, de nuevo.

—Por qué no mejor se lo pides a alguno de tus perros, estoy segura de que cualquiera lo haría encantado — me levanté de mi lugar dispuesta a irme.

—Primero que nada son mis amigos, no mis perros y segundo, te estás portando como una completa paranoica — ¿Paranoica?, ¿yo? ¿Es un chiste?

—¿Y de quien crees que es la culpa o acaso creíste que ya había olvidado el incidente de ayer?

—Yo no hice nada, lo que pasó fue entre ustedes dos, ¿qué esperabas que hiciera? ¿Defenderte? ¿Eso era lo que querías? — elevaba cada vez más el tono de su voz. Me mantuve en silencio sin saber que responder. Quiero golpearte hasta que dejes de respirar eso es lo que quiero — Así que eso era — soltó una carcajada en forma de burla — deja de bromear, ¿Por qué habría de defenderte pequeña idiota? Ni siquiera me agradas, o quizá ¿pensaste que lo hacía?— siguió burlándose — Te pondré en claro una cosa niña, te doy la dicha de hablarte por lo que me hiciste, no por otra cosa, me la debes mocosa estúpida, así que no me vengas con el cuento de que esperabas algo de mí — No lo pensé dos veces y dejé que mi mano fuera a parar en su cara por segunda vez, dejando una sonora bofetada en su mejilla izquierda.

Me marché de la cafetería sin decir alguna palabra, no sabía si mis amigos seguían allá, no importaba en ese momento. Comencé a caminar hacia la biblioteca, quería estar sola. ¿Tenía ganas de llorar? Si, las tenía, él era un idiota, sus palabras no deberían de importarme siquiera, pero lo hacían, me importaba y lo peor de todo es que no sabía por qué, solo sabía que ahí estaba ese sentimiento de tener un nudo en la garganta que se tiene justo antes de romper en llanto.

Sé que fui yo quien lo golpeó, pero no podía evitar el hecho de que probablemente deseaba saltar ese muro de odio y rencor que conservaba hacia él.

Tal vez tenía razón, tal vez quería ser defendida, tal vez eso es lo que quería, tal vez pensé que le agradaba, tal vez, solo tal vez, por un segundo, pensé que podríamos llegar a llevarnos bien, pero creo que me equivoqué, evidentemente me equivoqué.

Manteniendo aquellos pensamientos dentro de mi cabeza, me adentré en la biblioteca buscando el rincón que estuviera más alejado de la entrada, al encontrarlo, me senté y abracé mis rodillas, no lloré, no quería hacerlo, no sin saber exactamente la razón, únicamente perduraba en silencio en la misma posición, hasta que comencé a escuchar pasos cerca de donde me encontraba, estaba a punto de levantarme, no quería causar la sensación de lastima fuera quien fuera, incluso si se trataban de mis amigos, pero cuando levanté la mirada, se encontraba ahí, de nuevo, Chris, como un acto de casualidad por tercera vez. Me miraba justo como no quería que nadie lo hiciera, con lastima. Se acercó lentamente con precaución como si de un pequeño animal asustadizo se tratara.

—¿Te encuentras bien? — preguntó. Por su rostro parecía estar dudando entre sí debería sentarse o no. Me moví hacia un lado dejándole un poco de espacio, entendiendo el mensaje, se sentó junto a mí.

—¿Qué le hace pensar que no profesor? — esbocé una sonrisa sincera. Me conmovía un poco su actitud, como si fuera un amigo, alguien cercano que siente que debe ayudarme para hacerme sentir mejor.

—Probablemente el hecho de que no pareces estarlo — respondió con un gesto de compasión. Pensaba decirle, asegurarle que no tenia de que preocuparse, pero era imposible con esos ojos azul cielo hipnotizándome, mirándome fijamente dejándome sin ningún tipo de escapatoria.

Estaba demasiado nerviosa, mi pulso se aceleraba cada vez más y sentía como mi cara comenzaba a ponerse caliente al igual que mi cuerpo, instintivamente mi vista se desvió hasta sus labios, dudando y manteniendo el deseo de sentirlos pegados a los míos, Chris casi correspondiendo dichos deseos, se acercaba cada vez más, y después de una larga tortura, decidió juntar nuestras bocas en un suave y tierno beso, que se volvía cada vez más profundo y cálido, su mano me tomaba por el cuello impidiendo que retrocediera un centímetro atrayéndome más hacia él. Todo sucedía en cámara lenta frente a mí, ya tenía un caos dentro de mi cerebro y se volvía peor constantemente, quería que el tiempo se detuviera absolutamente aunque sabía que era completamente imposible. Tres días, únicamente tres días de conocerlo y ya estaba probando del fruto prohibido.

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-Noa en multimedia

•Polar•

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