DAIA
Evan había muerto hoy.
En realidad, un día como hoy hace 6 años; pero para mí se sentía como si solo hubieran pasado unas horas.
A pesar de que había pasado mucho tiempo más desde que el ya no estaba, su ausencia seguía golpeándome duro como aquella primera mañana.
Cuando mis pensamientos comenzaron a viajar hacia todo lo que había sucedido aquel día, decidí que era momento de dejarlo ir.
Con ese mantra en mente abrí los ojos y miré por la ventana; el cielo estaba gris. Apenas eran las 7 de la mañana.
Tomé una bocanada de aire y sentí como se formaba un nudo en mi garganta; cuando noté que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos comprendí que era momento de levantarme, física y emocionalmente. Él se había ido hace ya un tiempo, pero aun así no dejaba de doler, era una herida que seguía abierta.
Tomé una toalla y miré la ropa que iba a ponerme hoy, de color negro. Cerré los ojos mientras intentaba tranquilizarme y luego caminé hacia la ducha. Mientras ajustaba el agua y comenzaba a lavarme, reflexionaba en toda esta dolorosa situación, en cuanto lo extrañaba y lo mucho que me hacía falta.
Cuando terminé, salí de la ducha y me puse una toalla alrededor del cuerpo. El sonido de una caja impactando con el piso interrumpió mis pensamientos.
- ¿Mamá? ¿Eres tú? - pregunté mientras aseguraba la toalla para que no se cayera.
Cuando abrí la puerta encontré mi habitación vacía, sin embargo, había una caja roja con un moño negro en mi cama. Cuando me acerqué a verla sentí una extraña sensación que me recorrió el cuerpo como un escalofrió. Una mirada.
Tomé la caja en mis manos y la abrí. Dentro había un collar de oro rosado con una letra sujetada a él. Una "E".
Seguro que era un regalo de mis padres, ellos sabían cómo me sentía con todo el asunto de la muerte de mi hermano. En mi mente pude escuchar sus voces repitiéndome una y otra vez "El siempre estará contigo".
Saqué el collar de la caja y lo puse alrededor de mi cuello, aun con gotas de agua en él, y luego comencé a vestirme y arreglarme.
Me puse el vestido negro, las pequeñas zapatillas del mismo color y luego rocié perfume sobre mi pecho; sequé mi cabello y lo peiné de una manera sencilla, el ánimo no me daba para más, y cuando consideré que estaba lista, salí del cuarto.
Bajé a la cocina a desayunar y encontré a mi mamá cocinando algo de espaldas a mí.
-Buenos días, mamá.
-Ah, sí. Hola, hija. - dijo nerviosa sin voltear a verme. Se veía afectada por lo que significaba este día para nuestra rota familia.
-Gracias por el regalo. -dije sujetando la letra entre mis dedos.
-Si, está bien. - dijo sin ponerme atención.
Me quede observándola un momento. Mientras con una mano movía algo en el sartén, usaba la otra para morderse las uñas. Creí que ya había dejado atrás ese mal hábito.
- ¿Está todo bien, mamá?
Al fin volteo a verme.
-Si, todo bien. Es solo...-titubeo- nada.
Me levanté de la mesa y me coloqué a su lado. Ella apagó el fuego.
-Te ves hermosa hija. -dijo mirándome con dolor en sus ojos - Escucha, tu padre y yo no podremos acompañarte hoy, tenemos una... situación con el trabajo.
Mentía. Lo sabía por los movimientos que hacía con la nariz. Pero no la culpaba, seguro que en un día como hoy, mis padres querían estar a solas.
Cada uno sobrellevaba el duelo a su manera. Por eso, a pesar de que me sentía un poco mal de tener que ir sola, no protesté.
-Está bien mamá. -dije sonriéndole nostálgica
Ella tomó mi rostro entre sus manos y me miró a los ojos
-Lo siento muchísimo, hija. -dijo llena de sentimiento.
-No pasa nada, estaré bien.
Me miro incomoda y luego me soltó.
Desayunamos juntas, en silencio y después de que terminó me dejó sola en la cocina.
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Imagen por @sunshinefangfang
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Forbbiden
RomanceCuando Daia despertó dentro de aquella lujosa habitación, después de ser secuestrada por un hombre adinerado, lo único que tenía claro era que debía salir de ese lugar sin importar lo que tuviera que dejar atrás. A pesar de sus esfuerzos por intent...