Capítulo IV

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Sus labios se torcieron un poco. El incómodo silencio que inundaba el lugar le provocaba una sensación de ahogamiento. La sabana que yacía encima suyo sufrió un fuerte apretón, producto del pequeño ataque de nervios que Takao sufría en aquel momento.

-Yo... - titubeo un poco, las sábanas se removieron hasta cubrir plenamente sus partes bajas, a la vez que sus pies tocaban el frío suelo - S-sera mejor que... Que me vaya ahora - expresó llamando la atención del de pelo verde - ¿Puedes decirme donde está mi ropa? - pregunto con sutileza Takao. Acostumbraba a ser amable con los demás, pero este chico era un tanto complicado

-Ni hablar - respondió Midorima, dejando con un rostro de estupefacción al contrario

-¿Perdón? - pregunto atónito el contrario, mientras sujetaba de nuevo las sábanas con nerviosismo

-¿Vas a salir con esta tormenta? Por si no lo has notado, afuera llueve como cascadas - dijo con tono serio y autoritario - contrario a eso, tu ropa sigue mojada. ¿Te parece lógico que después de salvarte planee dejarte ir? - pregunto sin quitar la seria y monótona expresión de su cara

-Bueno... Nunca te pedí que me salvaras - respondió de manera tranquila Takao. No había sido una respuesta apropiada, pero el mayor le estaba intimidando un poco

-¿¡Ha!? - pregunto Shintaro cambiando su expresión seria a una molesta - ¿No te das cuenta de la posición en la que estás? - pregunto, casi histérico. Realmente aquel humano empezaba a ser una evidente molestia

-¿Posición? Que rayos... Para tu mayor información déjame decirte que ya te di las gracias, y por si no te parece suficiente pago, pues voy a recompensarte si es lo que quieres

-¿Pagarme? Como si un campesino como tú pudiese pagarme algo. No te creas la gran cosa, vagabundo.- el peliverde se paro frente suyo, desafiante. La mirada de Takao expresaba furia en su máxima expresión

-Oh no... ¡Eso sí que no! - gritó finalmente Takao. Aquel hilo de cordura que quedaba en su ser se rompió. De pronto sus pensamientos se vieron nublados cuando saltó con furia hacia el contrario, arrastrando las sábanas a su paso. Lo sostuvo firmemente del cuello y le sacudió repetidas veces

-¡No te atrevas a subestimarme pedazo de imbécil! - gritó Kazunari derribándolo en el suelo. La reacción del peliverde demoró en llegar, puesto que le tomó tiempo salir de la impresión que el contrario le había causado. Después de un suspiro, se tomo el tiempo para meditar aquella situación. Quería matarlo, quería asesinar a ese humano para después dejar su cadáver enterrado en el bosque. Ni siquiera planeaba beber su sangre. Solo quería matarlo. - ¡Jamás te atrevas a cuestionar mi honor! - repuso molesto nuevamente Takao, dejando de moverlo en el acto y mirando fijamente sus ojos. Por un momento Shintaro se perdió en ellos. Era fácil perderse. Eso parecía, pues aquel azul metálico mostraba algo más que simple altanería, mostraba determinación y valentía

-Deja ya de pelear - interpuso Midorima ante los constantes reproches. Se sentó un poco, aún con el humano encima suyo, quien por su parte le miraba con furia - No planeo pelear contigo. Solo... Tranquilizate.

El firme y autoritario Midorima se desvaneció en aquel instante. Sus manos se enfocaron en levantar a aquel chico desnudo del suelo, a la vez que se levantaba a sí mismo. Finalmente, levanto la sábana del suelo y cubrió la piel del contrario.

Rasco su cuello con torpeza ante la confundida mirada del más bajo. Las reglas, las reglas... Allí estaban las malditas reglas de nuevo agolpando su cabeza. No las estaba respetando en lo absoluto, ni siquiera su más preciada regla: "No relacionarse con los humanos"

-¿No sabes quien soy? - pregunto Takao desde abajo - Te dije mi nombre y... ¿No sabes quien soy? - volvió a preguntar ante el nuevo silencio del peliverde - Era extraño. El que no me reconocieras lo era... Desde un principio pensé...

-¿De que hablas? - pregunto Midorima

-Takao - murmuró Kazunari - solo con este apellido te debes dar una idea. - el silencio del peliverde lo hizo retroceder un poco en la cama - Tu... ¿Que eres?

Los ojos de Midorima se abrieron levemente con sorpresa

-Si tu... - murmuró de nueva cuenta Kazunari - Si tu vives en este reino, y no puedes reconocerme... Es porque tú... Tú no eres...

Midorima lo comprendió. Ese había sido un gran error. Su padre se lo había repetido constantemente, y Tetsuya le había advertido que algo así podría pasar.

Shintaro no se había esmerado en conocer el Reino de los humanos, mucho menos en sus líderes o sus nombres siquiera. Su error más grave. Pero era tarde para retractarse. No quería llegar hasta aquel punto, pero tal vez su emoción le había traicionado

-¿Humano? - pregunto Midorima finalizando la frase - No... - sus colmillos se alargaron y sus pupilas se contrajeron - No lo soy.

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Continuará
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