Capítulo XXII

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Abrió los ojos y allí estaba de nuevo. Una vez más las paredes de su habitación y el techo, al que miraba fijamente sintiendo la vagancia que el
sueño provocaba en su cuerpo. Lanzo un suspiro y parpadeo un par de veces, para después sentarse violentamente en la cama.

La noche anterior, los recuerdos… y Midorima.

Miro alrededor. ¿Por qué Midorima no estaba con él? ¿Por qué estaba solo en su habitación? ¡¿Por qué estaba en su habitación?!

Froto su cara con ambas manos. Se sentía demasiado desorientado y levemente frustrado. Sin embargo, en ese punto decidió mirar hacia un lado. Entonces ahí la vio, una hoja de papel torpemente doblada, como si hubiese sido dejada con prisa. Sin dudarlo ni un momento más lo desdoblo y allí encontró con una excelente caligrafía escrito lo siguiente:

Su Alteza, le devolví a su habitación sin el ánimo de despertarlo, por
favor, le pido me disculpe por mi ausencia, pues motivos externos me han obligado a tener que marcharme.

PD: Gracias por tan maravillosa noche.

Midorima S.

Takao llevo un dedo a sus labios y mordió el delgado borde de la uña de
este, dejando escapar una risilla mientras contemplaba aquel papel. Cerró los ojos un momento, permitiéndose a sí mismo dejar volar su imaginación justo en el momento exacto en el que Midorima se aferraba a su desnudo
cuerpo y se clavaba en lo más profundo de su ser. Con aquellos recuerdos en su mente, deslizo las yemas de sus dedos por su cuello, desplazándolos hacia el pecho y deteniéndose en el abdomen

-Shintaro…- murmuro por lo bajo, saboreando cada letra con el dulce
recuerdo de los labios del mayor rozando su piel.

-¿Kazunari?- sonó la voz de Miyaji del otro lado de la puerta. En ese punto
agradecía profundamente que la había dejado perfectamente cerrada la noche anterior

-¿Si?- pregunto saliendo de su ensimismamiento

-Es tu padre. Ha dicho que tú y Kazumi desayunen con él. Parece ser que tiene algo importante que decirles…- respondió el rubio.

-Ya veo. Iré en un momento… - respondió el príncipe levantándose de la cama, emitiendo a su vez sin querer un leve quejido

-¿está todo bien?- pregunto el cazador.

Las mejillas de Takao enrojecieron al ver un líquido blanquecino deslizarse
por sus piernas, eso, sin mencionar el ligero dolor que se situaba en su
espalda baja.

-Si… si, solo me golpee… una rodilla…- musito con duda, no dejando muy
convencido al chico que estaba fuera de su habitación –saldré en un momento.- agrego, y se dirigió rápidamente a prepararse adecuadamente para salir de la habitación. Afortunadamente cuando lo hizo, Miyaji ya no estaba allí.

El príncipe solo se limitó a expresar su alivio con un silencioso suspiro,
y recorrió el largo pasillo hasta finalmente llegar al comedor, un comedor bastante amplio y pretencioso para su gusto, pero no era de menos para alguien de la realeza. Su padre y hermana ya estaban allí, así que tras decir un sutil “buenos días” se colocó a la derecha de su padre, mientras que Kazumi estaba a la izquierda, sosteniendo sobre su regazo aquel pequeño cachorro herido que descansaba en la tela de su vestido, al mismo tiempo
que Pam le miraba atentamente.

Takao lanzo una pequeña risita al percibir aquello, pero aquel gesto no fue muy tomado en cuenta por su padre, pero si por Kazumi, quien le saco la
lengua en gesto infantil.

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