resiliencia

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Ahora.

Makoto despertó a la mañana siguiente y el terrible calor que sentía en la espalda le hizo sentirse confundido un par de segundos. No estaba ni en su cuarto, ni en su cama y alguien lo estaba abrazando.

Como pudo se desenredó de los brazos que le tenían aferrado para encontrarse con esa estúpida cara relajada y dormida... y supo enseguida que si no salía en ese preciso lugar de donde estaba estaría más que condenado.

Se levantó con sobresalto y corrió al baño, sin importarle que el agua estuviera fría, que su ropa se había quedado en la habitación o que sus movimientos bruscos al salir de la cama habían despertado al otro.

Se había sentido bien, siendo honesto consigo mismo, el estar rodeado por ese imbécil se había sentido muy bien, era relajante, cálido y...

Lo mejor sería que saliera de ahí.

Teppei estaba sentado en la orilla de la cama, gloriosamente desnudo y con gesto avergonzado, mirándolo con esos ojos de cachorro abandonado y perdido.

-¿te quedas a desayunar?- era sábado y no tenía realmente nada que hacer, pero definitivamente no podía engañarse con eso. Teppei estaba pasando por un momento difícil y eso lo hacía estar vulnerable, seria facilísimo que confundiera el desfogue de sus cuerpos, sus encuentros pasionales con otra cosa y él, lo que menos deseaba era tener un drama en su vida. Aunque ahora que lo pensaba detalladamente, esta era la primera vez que Teppei se veía más alerta, el brillo en sus ojos aun no volvía, pero era mejor que cuando lo había visto la primera vez. Parecía alguien vivo por lo menos.

-tengo una cita, Hara y yo quedamos, tengo que prepararme para vernos y tardo mucho en arreglarme...-

Teppei se puso de pie, buscando su ropa interior con la mirada y al encontrarla caminó hacia ella y se la puso sin mucho empeño.

-cuídate... nos vemos...- Teppei caminó hacia el baño y Makoto aprovecho aquello para salir del departamento.

El lunes terminaban sus vacaciones y Teppei estaba considerando muy seriamente el volver o no a trabajar. Ya no lloraba, no mucho al menos... ponía mas atención a lo que pasaba a su alrededor y las ganas de tomar alcohol estaban siendo cada vez más reprimidas. Había sido bueno ahogar las penas en alcohol un tiempo, pero su carácter nunca le había permitido huir de los problemas.

Sus abuelos habían sido personas que le enseñaron a dar la cara a los problemas y no la espalda.

Suspiró y salió a caminar, a veces lo hacía, sobre todo en las madrugadas que no podía dormir. Había un enorme parque justo cruzando una calle y era bastante relajante estar ahí.

Llegó al lugar habitual y se sentó mirando detenidamente el lago donde había muchos patos.

Tenía que pensar fríamente toda la situación. Habían pasado 3 meses desde eso y ya se había mudado, había tomado todo el alcohol que le tocaba en esta vida, había bajado de peso hasta parecer Peter la anguila y había usado a un Makoto loco para desfogar su cuerpo traicionero que por el estrés siempre estaba tenso.

Además aun tenía pendientes que hacer... muchos, y ya no podía huir más puesto que entre más lo prolongara, mas tardaría en cerrar la herida.

Miró a uno de los patos salir del agua y caminar hacia él, los animales del lugar estaban acostumbrados a la gente y se acercaban en busca de comida.

El pato graznó y comenzó a picotear la bota, la pierna de su pantalón y al no recibir nada, finalmente dio una fuerte mordida en la mano del corazón de hierro y corrió de regreso al agua.

fue elDonde viven las historias. Descúbrelo ahora