epilogo.

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-¿Qué crees?... venia caminando por la zona comercial y escuché que me llamaban... fui a ver y... que se me pega esto...-

Hanamiya miró a Kiyoshi con el cejo tremendamente fruncido. Cada que el castaño venia del trabajo decía ese tipo de pretextos y ahora la habitación del bebé estaba a reventar entre peluches, ropa y juguetitos.

Con fingida renuencia, Makoto dejó de comer su chocolate, de leer su libro y miró dentro de la bolsa viéndose de pronto en la necesidad de reprimir un sonidito lleno de ternura cuando el mameluco en forma de conejito estuvo entre sus manos.

-¿verdad que esta precioso? –

Hanamiya abrazó la ropita y asintió con las mejillas rojísimas.

-con esta la vamos a traer cuando salgan del hospital... ¿te imaginas? Va a ser toda una rompecorazones...- susurró Kiyoshi ayudándole a levantarse del sofá y abrazando por atrás a su esposisimo remilgoso y posando sus manos en el vientre grande, acariciándole con ternura y besando la mejilla de Makoto.

La respuesta fue inmediata... un par de pataditas se sintieron a través de la piel y Hanamiya casi le asesina con la mirada.

-¡la despertaste! ¡Me costó horas que se durmiera y por tu culpa me acaba de patear un riñón!-

El castaño sonrió con esa estúpida carita emocionada. Era un esposo empalagoso a más no poder, un consentidor empedernido y aunque Hanamiya normalmente le ponía cara de molestia, siempre, sin falta buscaba sus mimos.

-vamos a bañarnos para acostarnos, tienes que dormir... estas a días de soltar la bomba y todos nos han dicho que nunca volveremos a dormir como ahora...-

Hanamiya se dejó llevar de a trenecito hasta la habitación que ambos compartían. Kiyoshi y él se habían adaptado muy bien a su nueva vida, a su nuevo hogar, a sus trabajos, incluso a la idea de que Hara y Seto se habían auto proclamado padrinos de la bebé y ellos, al igual que Kiyoshi, no habían dudado en atiborrar la pobrecita habitación de regalos y regalos.

Una vez en la habitación, Kiyoshi se quitó el saco, abrió su camisa y desabrochó sus pantalones para dejarse en ropa interior, tenía la costumbre de desnudarse en su habitación y envolverse en su toalla para después ayudarle a él a hacer lo mismo... aunque le costaba aceptarlo, Hanamiya ya necesitaba ayuda, no se alcanzaba ni los pies... ¡es más! Ni se podía bajar los pantalones de tan gordito que estaba...

Kiyoshi se acercó a él con la intención de ayudarle y entonces Makoto notó que la prenda que rodeaba la cintura de su pareja había hecho una hermosa tienda de campaña gracias a cierta parte de la fisionomía del mayor.

Le habían bajado mucho al ritmo del sexo... los primeros meses habían sido normales, incluso había aumentado la demanda sexual de su cuerpo por todas esas estúpidas hormonas locas, pero estos últimas semanas simplemente... se había esfumado... prefería descansar y estar tranquilo...

Pero Teppei no era de palo.

Como el castaño estaba hincado frente a él, quitándole el pantalón y la ropa interior, Makoto aprovecho para acariciar con la punta de sus pies, el sexo calientito y duro del castaño.

Kiyoshi le miró con ligero dolor en la mirada... siendo consciente de que quería, pero no debía... y para Hanamiya aquello fue suficiente estímulo para indicarle que se acercara para darle un buen par de besos largos, húmedos y lentos que pronto les estaba quitando el oxígeno a los dos.

-¿quieres hacerlo?... –

El castaño le había puesto carita de cachorrito, dudando en decir que si... pero obviamente queriendo.

fue elDonde viven las historias. Descúbrelo ahora