Capitulo 18

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La navaja hizo un sonido áspero, raspando contra la mejilla de Louis, más fuerte en su oído que en la realidad. Por un momento se sintió transportado a algún lugar que no quería viajar: a un frío almacén lleno de muerte. Es curioso cómo eso sucedió; el Bic16 desechable en su mano no era para nada el arma preferida de Madrigal, pero el roce de metal brillante era recordatorio suficiente. Louis obligó a su mente a volver al pequeño cuarto de baño del motel, acercándose al espejo mientras metía su labio superior sobre sus dientes, afeitándose la delicada piel debajo de su nariz.

—¿Estás afeitándote? —La cabeza de Harry se asomó por detrás de la cortina de la ducha, su pelo de punta con mechones cargados de champú.

—Sí.

La cabeza de Harry volvió a desaparecer y Louis sonrió mientras escuchaba a Harry apresurando su paso por el resto de su ducha. No podía evitar echar un vistazo, o dos, a Harry cuando tiró de la cortina para abrirla, alcanzando una toalla con un brazo chorreando. Harry giró la toalla alrededor de su cintura, llegando a presionar su pecho húmedo contra la espalda desnuda de Louis.

—Hey, —dijo Harry suavemente, apoyando su barbilla en el hombro de Louis, encontrándose con sus ojos en el espejo.

—Hey, a ti también. No sabía que esto fuera tan emocionante.

—Nunca te he visto afeitarte antes, —dijo Harry, como si eso lo explicara. Y tal vez lo hacía. ¿No se había quedado despierto después de que Harry cayó dormido la pasada noche, observando el lento ascenso y caída de su pecho, trazando un patrón aleatorio en su brazo? ¿O esta mañana, no había estado fascinado por la forma en que Harry hojeaba a su manera el periódico mientras acunaba una taza de café, cada movimiento lento y deliberado? Tal vez ambos estaban acumulando recuerdos, pequeños momentos en el tiempo, para mantenerlos en los días grises y solitarios que esperaban justo a la vuelta de la esquina.

Harry plantó una hilera de besos húmedos a lo largo del cuello de Louis. — ¿Cuándo conseguiste esto? —Los dedos de Harry siguieron una perezosa curva alrededor del tatuaje del yin-yang en el hombro de Louis.

—Después de Leavenworth. Esa fue en realidad mi idea, a diferencia de la de Hinestroza o la de Amanda.

—¿Por qué lo elegiste?

Louis se encogió de hombros, bajando la navaja por su mejilla. —Leí sobre el símbolo cuando estaba en la cárcel. Me gustó la idea. Luz y oscuridad, dos mitades haciendo un todo. —Se encontró con los ojos de Harry en el espejo de nuevo, estableciendo la navaja abajo en el lavabo.

—¿Eres tú la oscuridad, Louis? —preguntó Harry en voz baja.

Pero Louis no quería hablar de sus errores, las sombras que se arremolinaban en su interior y que nunca se irían, después de haber crecido acostumbrado a su húmeda y fértil casa, las raíces incrustadas profundamente en el rico y negro suelo. Así que agarró la mano de Harry y la empujó más abajo, observando cuando la boca de Harry se abrió, un gemido escapando mientras Louis alejaba la toalla del camino, aflojando la suya con su mano libre, extendiendo los muslos de Louis con fuertes y exigentes rodillas.

Louis se agarró al borde del lavabo, arqueando su espalda mientras Harry irrumpía en su cuerpo, calientes respiraciones de Harry silbando contra su cuello. Trabajaron juntos sin hablar, Louis conduciéndose hacia atrás por cada empuje hacia adelante. Sus ojos se encontraron en el espejo, mostrando caras descuidadas por el placer.

Harry se corrió con un grito, sus dedos ásperos tallando canales en las caderas de Louis y Louis cerró los ojos y tomó lo que Harry le dio, deseando que de alguna manera una chispa de Harry pudiera ser dejada atrás, un diminuto parpadeo en la oscuridad.

Shades of Gray - Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora