Capítulo 6

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Diablos, si los de Atwood pudieran verlo ahora. Louis -una vez jodido, por siempre jodido- Tomlinson, en un traje de dos mil dólares, sorbiendo champaña costoso. Cierto, el esmoquin sólo era un préstamo y en la vida diaria de Louis habían más McDonald's que filet mignon, pero aún así, no estaba mal... para nada.

Louis.Una fuerte mano se cerró sobre su hombro, clavándosele hasta los huesos. ¿La estas pasando bien?
Louis sonrió, la feliz sonrisa de me-gustaría-besarte-el-trasero.

Muy bien, Sr. Hinestroza.

Bien, bien.Hinestroza tomó una copa nueva de champaña de un mesero que pasaba. ¿Donde está Amanda?

No pudo llegar. Louis se detuvo. En verdad, tenemos unos problemas en el matrimonio.

Hinestroza frunció el ceño. Lamento escuchar eso, Louis. Espero que tu situación personal con Amanda no afecte nuestro uso de sus servicios.

No. Por ahora, todavía esta adentro,dijo Louis con cuidado, sin querer comprometer a Amanda por un largo tiempo, pero sin querer hacerla ver como indispensable.

Hinestroza señaló con su champaña hacia la pareja que estaba siendo fotografiada bajo un arco de rosas rojas. Mi Lily,¿no es una novia hermosa?

Mierda... ¿y ahora como manejaba esto? Demasiado entusiasta y estaría viendo su rodilla rota por pervertido con la hija de Hinestroza. Demasiado desinteresado y le romperían la mandíbula por insultar su belleza. Lo es, Sr. Hinestroza. Debería estar muy orgulloso.

Doble palmada en la espalda le informó que había respondido correctamente. Llámenme Ricitos de oro, pensó Louis con una mueca interna. Pero parte de él sentía una satisfacción interna, feliz de haber ganado la aprobación de Hinestroza incluso por algo tan tonto como un comentario sobre la belleza de su hija. La extraña combinación de miedo y lealtad que Hinestroza siempre le producía le congelaba la sangre. Sería mucho más fácil si simplemente pudiera odiarlo.

El lunes en la mañana volvemos al negocio,le recordó Hinestroza con un guiño, moviéndose hacia los invitados.

Seguro,respondió Louis detrás de él, esperando hasta que Hinestroza desapareció para tomarse el resto de la champaña en un solo trago.

Louis bajo las escaleras de piedra que llevaban al balcón colgante; no había manera de acercarse a la comida con tres líneas de personas esperando. Solo alcanzaba a ver la punta de una escultura de hielo, incapaz de discernir si era un cisne o un ángel. El océano era visible desde el borde de la baranda, el eterno azul desvaneciéndose hasta un rosa en los bordes mientras el sol se ocultaba en el horizonte.Para su sorpresa, Louis descubrió que tenía debilidad por el océano, el sonido, el olor, la grandeza. Todo indicándole que su vida -y cada pequeña mierda, destinada a quemarse en el infierno de elección que había tomado- no importaban mucho al final.

Hinestroza y su esposa, María, se unieron a su hija más joven y su nuevo esposo bajo las rosas. Hinestroza sonreía ampliamente, sin rastros de crueldad ese día, mientras el fotógrafo posicionaba la familia de esta manera y la otra, foto tras foto.

Papá, papá,llamó la nieta de Hinestroza, sorteando entre los huéspedes para alcanzar a su abuelo. Rió cuando Hinestroza la levantó fácilmente y lanzó a la niña de tres años hacia el cielo.

Louis observó cuando tomó las mejillas marcadas de Hinestroza susurrándole al oído, un dedo jugando con el cabello negro que solo hasta este año empezaba a mostrar algo de gris.
No estaba asustada. No conocía el miedo en los brazos de su abuelo, ningún concepto de la agonía que él había ocasionado. Para ella, Roberto Hinestroza siempre sería el buen hombre, el hombre que la dejaba bailar en sus pies en la boda de su tía Lily, quien le daba trozos de torta a escondidas cuando su madre no veía, quien creía que nunca podría lastimarla.
Louis desvió la mirada, los ojos atrapados por el hombre cerca del juego de puertas francesas, un risa perezosa alrededor de la copa de champaña que lo espiaba.

Shades of Gray - Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora