Las ropas de Louis ya no le quedaban; pertenecían a un hombre veinte libras más pesado y toda una vida más joven. Quince meses en Marion habían despojado a Louis de muchas cosas, la menos importante de ellas su peso.
—Oye, Tomlinson, hora de irse. —El guardia le indico que avanzara, riéndose por lo bajo por la manera en que los jeans le colgaban de las caderas, a un paso de formar un charco a sus pies.
Louis mantuvo una mano cerca de su cintura solo en caso, la otra apretada una bolsa de compras llena de su botín de prisión -dos cartas de su madre, llenas de recriminación y de ¿―cómo pudiste hacernos esto, Louis ‖? un tubo medio lleno de pasta de dientes, y veintiún dólares, la suma total de su cuenta en prisión.
—Nos vemos, Tomlinson, —le dijo el guardia mientras Louis salía hacia la brillante libertad. Sus cortos paseos por el patio no lo habían preparado para el sol nuevamente, la manera en que quemaba círculos calientes en sus parpados cerrados y dejaba sellos resplandecientes estropeando su visión.
—Gracias, -murmuro Louis. Súbitamente se sentía asustado, a pesar que escapar de ese lugar fue el único tema en su mente durante cada día que paso en él. No estaba seguro de adonde ir o que hacer; ni siquiera podía costearse un pasaje de bus de regreso a Texas.
No había sabido nada de Hinestroza desde el día que fue arrestado, vendido por un comprador atrapado con la cocaína que justo acababa de recibir de Louis. Los federales lo habían acorralado, ofreciéndole tratos demasiado buenos para ser ciertos, o arrojándole amenazas como confetis. Pero no se entregó, rehusando dar un solo nombre. Su caso cayó en manos de una abogada pública con demasiado trabajo, cansada y cínica. Se lavó las manos de él cuando no acepto el trato.
— ¡Louis! —una voz lo llamó desde el otro lado de la calle, donde un hombre bajo y fornido usando gafas de sol, se encontraba apoyado contra un auto negro.
— ¿Si? —preguntó Louis, sin acercarse.
—Súbete. Te llevo.
— ¿Quién eres?
—Solo súbete al coche. No vamos a hablar de eso aquí.
Louis dudó, mirando hacia ambos lados de la calle. El hombre dio unos cuantos pasos en su dirección. —El Sr. Hinestroza me mandó, —le dijo por lo bajo. Louis cruzó hasta el auto y se subió en el asiento trasero, deslizándose sobre el cuero suave con un suspiro de satisfacción—. ¿El Sr. Hinestroza está aquí? — preguntó, hablándole al grueso cuello del conductor.
—No. Está en Dallas.
— ¿Me vas a llevar hasta Texas?
— ¿Cómo demonios planeabas llegar hasta allá?
Les tomo once horas llegar a Dallas, manejando casi sin detenerse a excepción de paradas cortas para gasolina y comida. El conductor, que nunca le dijo su nombre a Louis, parecía contento con su silencio. Y por única vez, a Louis no le importó. Durmió casi todo el camino, la primera vez en más de un año que era capaz de cerrar los ojos sin miedo. Se levantó solo para comer, atragantándose con un montón de hamburguesas grasientas y papas fritas demasiado saladas, tratando desesperadamente de llenar el agujero que la prisión le había creado.
Era cerca del ocaso cuando llegaron al centro de Dallas, la franja dorado-rosado del sol, reflejándose en el vidrio de los rascacielos. El conductor aparcó en frente de un vistoso hotel, espantando al mozo.
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Shades of Gray - Larry Stylinson
FanfictionHarry Styles, un agente del FBI , está empezando a ver algunas tonos grises en su mundo blanco y negro. Él se encuentra cara a cara con sus dudas reflejadas en una persona, Louis Tomlinson, un vendedor de drogas de nivel medio, Harry espera usarlo p...