Capítulo V: El Laberinto de la Mexicanidad

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Josh y Oliver se reunieron nuevamente en la oficina al día siguiente, esperando limar algunos detalles y especular sobre lo que el histrión podría esperar en su presentación en el programa en Nueva York.

—Bien, comprendo porque te sientes así Josh, pero ¿no crees que exageras un poco? —Oliver le cuestionó.

—Tal vez, pero tú sabes que la última vez que estuve en comedia en vivo, Reagan era presidente.

—OK, te diré que es lo que haremos: te arreglaré una presentación en un club de comedia, ya sabes, para entrar en calor y que sepas que esto no tiene mayor chiste; eres una estrella ahora Josh, pero solo el tiempo dirá si eres una de esas estrellas fugaces o...de esas otras estrellas que no son fugaces...

Aquella noche, Josh, juntó a su agente, recorrieron el circuito nocturno de Los Ángeles, viendo diversos clubes y tratando de entrar en la vibra del medio, donde vieron un poco de todo: Doce comediantes negros tratando de ser el próximo Chris Rock, otra docena de mujeres comediantes con la misma apariencia genérica de pelo oscuro, lentes gruesos y actitud "atrevida" intentando proclamar una cada vez mas falsa individualidad, y al menos un par de sujetos pasados de peso burlándose de sus dietas e insultando a la primera fila: hay quien dice que la comedia está muerta, pero si no lo está, en noches como esta dan ganas de aplicar la eutanasia.

—...Y es por eso que le dije: ¡Perra, no me vuelvas a faltar el respeto en mi casa! —gritó uno de los últimos comediantes de la noche sobre el escenario buscando y obteniendo risas fáciles.

—Chistes misóginos, un público medio drogado y manchas de lo que parece ser sangre en el suelo: esto es lo más cercano que estaré de los Hip Hop Honors —Josh murmuró con cierta expresión de desaprobación: el mismo admitía que su comportamiento no es exactamente un modelo de civilidad, pero si él quisiera ver algo así, vería las grabaciones de su última audiencia en la corte, en casa y sin tener que vestirse o ponerse desodorante, o bañarse, o rasurarse, o al menos limpiarse la cara de las veinte cajitas de flan que se devoró en la tarde.

—No sean negativo: sabes bien que la comedia es mitad insultos y mitad ritmo; puedes tener el chiste más brillante del mundo, pero si no lo sabes contar...eh...ya se me olvido, pero el punto es: aguanta.

—Aguantare, pero no lo disfrutare...

—Mira, recuerda que no estamos aquí para disfrutar el espectáculo: estamos aquí para trabajar.

Después de la función, Oliver guio a Josh a la parte trasera del escenario, en un camerino donde se reunirían con otra de los clientes que representaba: Carlos Nuñez, un veterano de la comedia de insultos.

—Carlos, te presento a Josh; Josh, te presento a Carlos.

— ¿Josh Horwitz? ¿No te habían condenado por posesión de drogas o algo así? —Carlos le preguntó burlonamente.

—No lo sé Carlos, ¿no te habían cancelado de nuevo la temporada pasada? ¿Cuánto duró? ¿Seis episodios?—Josh le respondió

Y uno de esos silencios incómodos se hizo presente en aquel momento; un pequeño intercambio de miradas hostiles y Oliver sintió la necesidad de retomar la conversación.

— ¡Hey! ¿Qué les pareció The X Factor anoche? ¡Esa chica filipina ciega con una sola pierna si que canta! —

—Calma Oliver—Carlos rompió el silencio—, estoy jugando con el chico.

—¿Chico? ¡Tengo 35 años y un dolor de espalda que me agrega otros diez!

— ¿No eras el niño de esa comedia ñoña de los ochenta?

Conozcan a JoshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora