CAPÍTULO X

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[...]

Desperté mejor y justo para ver el amanecer aunque estaba algo débil, pero igual no me impidió ir hasta el balcón. Abrí la ventana con mucha dificultad y fui hacia la baranda del balcón para sostenerme debido a que las piernas la tenía algo temblorosa, además el miedo de caerme era inevitable. Permanecí en silencio y sin hacer ningún tipo de movimiento, solo me detuve a observar.

-Hola Axel-, casi me tiro al precipicio cuando escuche aquella voz de mujer detrás de mi, por unos segundos el corazón se me paró y dejé de respirar.

Lentamente empecé a dar vuelta hacia dónde estaba...-¿Braldin?-, dije sobresaltado.

-Pe, pe, pero ¿cómo entraste?-, no entendía absolutamente nada, por un momento pensé que estaba loco y que estaba viendo visiones raras, hasta pensé que solo era un efecto secundario de la quimioterapia, pero no ella estaba parada delante mío, ella era tan real.

-Pasaba a saludar-, dijo con la voz entrecortada y aguantando la risa, hasta que la dejó salir. La miré interrogativamente buscando alguna respuesta y cuando salí de aquél transe que me causaban sus ojos pude darme cuenta que estaba en ropa interior como siempre lo hacía cuando salía al balcón.

-Oh, lo siento-, dije con vergüenza y sonrojándome mientras que trataba de taparme con las manos.

Ella solo lanzó una tierna risa y continuó, -no es nada, está todo bien, supongo que necesitas esto-, dijo mientras me mostraba un pantalón.

-Gracias-, dije tartamudeando de la vergüenza.

-Qué hermosa vista tienes desde aquí, puedes ver casi todo-.

-Pues si-, atiné a decir mientras terminaba de ponerme el pantalón.

Me acerqué donde estaba ella, me miró con dulzura y luego desvío la mirada, cerró sus ojos y extendió sus manos como si fuera a volar, respiró profundo y dejó salir el aire.

-Extraño estar allá afuera-. Sus palabras me dejaron pensativo.

-¿Hace mucho estás en este asqueroso hospital?-, pregunté.

Ella me miró con tristeza por unos segundos, se aclaró la garganta y respondió:

-Tres años encerrada, controlada por la furia del cáncer, abandonada por todos, ya soy parte de la basura que desechan en este hospital, siento que soy parte de su asquerosidad-.

Me sentí mal por decir lo anterior sobre aquél lugar, nota mental: -debes aprender a cerrar tu inmensa boca Axel-.

-Lo siento mucho-, fue lo único que me salió.

-¿Por qué lo sentirías? Si no fuiste tu el que me abandonó como a un perro, fue mi familia que no pudo soportar saber que a su hija de doce años le diagnoticaron un cáncer terminal, que cada vez que pasa el maldito tiempo me deja sin fuerzas, cada día una cadena más de fuego se envuelve en mi cuerpo, quemando otra parte de mi hasta que lo deja calcinado, ¿Por qué lo sentirías? Si ellos fueron los cobardes que dejaron una carta en la mesa de luz diciendo que no soportarían verme morir en poco tiempo y que volverían a rehacer su familia, pero aquí estoy tres años después aún viva, son ellos lo que deben sentir todo esto no tú-, a medida que decía cada palabra una lágrima la acompañaba.

Mi garganta estaba seca y con un gran nudo que estaba a punto de desatar un llanto por todo aquello que decía Braldin. No sabía que hacer ni decir, me quedé parado frente a ella petrificado, realmente era un hielo.

Braldin secó sus lágrimas con su remera, -disculpa, no debía descargar todo aquello-.

-Está bien le dije, ellos fueron cobardes por no cuidar de si hermosa hija-, desearía no haber dicho eso pero me sentí bien por hacerlo.

CANCERBRALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora