CAPÍTULO XI

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[...]

Llegamos a la sala de quimioterapia, cerramos la puerta, busqué el balde que me habían regalado y nos dirigimos a donde me sentaría.

Como el día anterior los chicos jugaban, pero algo estaba faltando en este lugar, el ambiente no era el mismo de ayer. No le di mucha importancia así que seguí mirando lo que hacían los demás. Creo que ya me estaba acostumbrando a esto así que quizás le diría a Esteban que ya no venga más conmigo, ya lo había superado.

[...]

-Como quieras amigo, me alegra mucho que ya te hayas acostumbrado y que no me necesites-.

Agradecí por todo a mi amigo, el siempre estuvo ahí, desde que entré a este hospital, hasta que decidí el momento de enfrentar a la enfermedad solo.

[...]

Otra vez sentí que algo faltaba en la sala.

-¿Notas algo diferente?-, pregunté a Esteban. Sus ojos dieron un tour por toda la sala y entonces contestó:

-No que yo sepa, está todo como ayer, niños jugando, vomitando, enfermeras que están en sus cosas, y de nuevo o raro no hay nada, excepto aquella cortina que está allí-, dijo señalando la suave tela azul que colgaba por la ventana.

Seguí con lo mío, hasta que un niño se acerca a mi con un dibujo.

-Mira, ¿Te gusta?-, dijo mostrando el retrato de una niña pelirroja acostada en una camilla con muchos chicos alrededor. Pero algo era extraño en su dibujo, todos tenían caras tristes y sus ojos inundados de lágrimas. Me pareció muy lindo el dibujo así que asentí con una sonrisa.

-¿Quiénes son?-, pregunté intrigado a Juan.

-Braldin-, dijo y se fue saltando y así terminar de pintar su dibujo.

-Eso es-, dije a Esteban zamarreándolo y asustándolo ya que estaba muy entusiasmado con su celular.

-Casi me matas, que te pasa ahora-, dijo algo enojado por lo que le causé. Reí un poco y entonces continué:

-Falta Braldin, dijo que vendría hoy cuando estábamos hablando en mi habitación-.

-¿En tu qué?-, dijo mi amigo extrañado.

-Olvídalo, iré a preguntar a las enfermeras por ella-.

-Alguien está preocupado, eh Romeo-, acotó Esteban sarcásticamente.

No le di importancia a su comentario. Me dirigí hasta Reich para preguntar por Braldin, estaba algo nervioso por preguntar:

-Reich, con mis demás compañeros queremos saber dónde está Braldin que aún no la vemos-. La amable enfermera pegó una carcajada mientras miraba mi cara sonrojada...

-Será que ellos están preocupados, porque si bien lo recuerdo hoy antes que llegues ellos ya me habían preguntado por ella Romeo-, efectivamente mi amigo y Reich se pusieron de acuerdo para llamarme así.

-Ya déjame en paz-, dije riendo nervioso.

-Está bien, Julieta no se sentía bien y por eso el doctor la dejó que descansara por hoy-. Agradecí molesto, ya que seguía riéndose de mi.

-Si quieres verla está en la habitación ciento doce-, dijo cuando ya me estaba yendo y vaya que sus palabras me alegraron, pero hizo que todos miraran. Nota mental: No preguntar más nada a esta mujer.

Volví a mi lugar, no podía dejar de pensar en cosas como: si ella estaba bien o en cómo haría para ir a visitarla o si iría a verla.

[...]

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