Capítulo 3

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— ¿Estás loco? — Gritó Ramiro.— ¿La chantajeaste a Micaela y después la contratasté para que sea tu novia?

Ignacio no estaba con humor para defenderse de su hermano. ¿Por qué era tan importante? Y además ella le debía un favor.

— Perdón, pero tengo mucho trabajo que terminar para hoy a la noche. ¿Podemos hablar después?

Ramiro se quedó en silencio por un buen tiempo, lo que realmente no era una buena señal. Eso significaba que él estaba pensando; lo que también significaba que él probablemente iba a tener un dolor de cabeza y que después lo culparía de todo a su hermano a la mañana.

En los últimos años, ellos dos no  se hablaron demasiado. Así fue hasta que la abuela de los dos comenzó a involucrarse más en sus vidas

De los mellizos de la familia, Ramiro era el protector, el que siempre seguía las reglas.
Por ejemplo: cuando Ignacio y Micaela tiraban fuegos artificiales a las dos de la madrugada, Ramiro era siempre el que asumía la culpa. No le gustaba verlo castigado a Nacho ni tampoco a Micaela.

Y fue por eso que, cuando su hermano se equivocó tanto con la mejor amiga, Ramiro juró que nunca lo perdonaría por haber sido tan idiota con la única chica que parecía ser perfecta.

A pesar de que Ignacio nunca le contó a Ramiro los verdaderos motivos de la pelea, él suponía que su hermano probablemente pensaba lo peor. Si él no estuviese tan seguro de los sentimientos de Ramiro con respecto a Micaela, probablemente pensaría que él sentía algo por ella.

Pero eso era imposible. Ramiro la había torturado a Micaela mucho más que él. Eso decía mucho porque él le había hecho bastantes bromas cuando eran chicos.

Ramiro, por lo tanto, era peor. No pasaba un día sin agarrarle del pelo a Micaela, sin tirarle piedras o sin crear el club de: "Las Chicas Son Feas y Tontas", y elegirla a Micaela como su mascota.

El silencio del otro lado del teléfono fue interrumpido.

— No estoy seguro de que esa sea la mejor idea, hermano. Se van a dar cuenta de que todo está armado.

— No — Ignacio resopló y pasó sus dedos por su pelo. — No se van a dar cuenta de nada porque no les vamos contar nada, ¿no, Rama?

— ¿Sabías que de toda nuestra familia sos el más mentiroso?—Preguntó Ramiro.

— No, no y no. Micaela está...

— Ah, si, en ese caso... — Ramiro bufó del otro lado de la linea.

— No importa. Esto significa mucho para ella ahora. Además, ¿realmente queres que la abuela se muera?

— La abuela se va más que a morir si descubre que le estás mintiendo. Hasta le va a implorar a Dios que la deje volver para matarte con sus propias manos. Creéme, si alguien tiene una conexión con Dios, ese alguien es la abuela. Él probablemente hasta la ayudaría a planear tu muerte.

— ¿Ya terminaste? Yo no estaba jugando cuando te dije lo del trabajo. Si queremos estar en Rosario el fin de semana, necesito terminar con todos estos papeles.

Ramiro suspiró del otro lado de la linea de nuevo, probablemente mandandolo a su hermano para el infierno por hacerlo jurar una lealtad de silencio.

— Todo bien. Pero cuando todo esto explote, yo voy a fingir que no sé nada.

Ignacio bufó.

— Creéme que nadie se va a dar cuenta que vos formabas parte de un plan tan brillante.

— Si, claro. Buena suerte porque la vas a necesitar. — Ramiro terminó la llamada, dejandolo a Ignacio solo con sus pensamientos.

Tal vez lo mejor sería no contarle a Micaela que su enemigo de la infancia estaría presente durante el fin de semana con la familia. Si ella supiera que Satanas (palabras de ella, no de él) aparecería, ella desistiría de todo.

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