Capítulo 19

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Ramiro siguió diciendose a si mismo que no era ni un poco extraño que fuera detrás de Micaela y Nacho al brunch.

Lo tenía todo planeado. Él se quedaría lejos, tomaría algún trago y después que confirmara que Nacho no estaba actuando como un idiota y que realmente le estaba prestando atención a Micaela, él se iría.

A pesar de las cosas dolorosas, dichas entre los dos, él todavía tenía un sentimiento de protección con ella. Era intenso y extraño, pero no podía impedirlo, de la misma manera que no le podía decir a su propio cuerpo que no respirara. Necesitaba tener certeza que ella sobreviviría al brunch. Ni él era tan ingenuo como para creer que los compañeros de Micaela y Nacho cambiarían tanto después de la secundaria.

Ellos se justificarían con su madurez, pero todavía hacían idioteces en Facebook.

Decían que estaban por encima de los dramas, pero todavía guardaban rencores cuando uno de ellos se convertía más exitoso.
En realidad, la edad adulta era casi peor a la de la secundaria, porque, por algún motivo, de repente estaba bien ser manipulador.

"Ah, estoy tan preocupada por fulano. ¿Sabes lo que le pasó?"
¿Cómo eso no era una idiotez?

O cuando las amigas de su mamá los iban a visitar y preguntaban de la vida de Nacho porque una de sus hijas todavía estaba soltera. Él nunca le mencionó a Micaela lo que las personas hablaban de ella a sus espaldas, después de que Nacho y ella se dejaron de hablar tanto.
Como minimo, era horrible.

Los rumores corrían en el pequeño circulo social desde que Micaela lo traicionó a Nacho y que hasta se embarazó de otro. Y la peor parte era que él la había rechazado y ella nunca había sido internada en un hospicio.

La correcta mamá de él casi tuvo un derrame, pero consiguió arreglar las cosas. De acuerdo con ella, Nacho y Micaela solamente estaban ocupados con el trabajo, pero todavía se hablaban siempre.

Las personas hablaban.

Y Ramiro las odiaba por eso.

Entonces, si, él los seguiría a los dos, haría el papel de perseguidor loco. Pero si significaba que él podría, de algún manera, salvar el día, no tenía problema con eso. Él no quería verla lastimada de nuevo.
Él solamente quería que ella realmente fuera feliz. Incluso si eso significaba que ella iba a quedarse con Nacho.

El auto de la familia se detuvo en la entrada del restaurante. Ramiro se detuvo del otro lado de la calle y estacionó su camioneta. Pensó en agacharse un poco, pero después percibió que la camioneta ya era una revelación, entonces no importaba mucho.

Micaela salió del auto usando un vestido blanco ajustado. Era completamente abierto en la espalda, excepto por una tira cerca del cuello, y tenía mangas japonesas y un escote profundo.
Él se quedo con  la garganta seca cuando ella giró para Nacho con aquel cuerpo perfecto.

Obviamente Nacho percibió su sonrisa convencida era una indicación. Ramiro apretó el puño y observó a Micaela tirar la cabeza para atrás y reír. Abrazada con fuerza a su cartera, ella caminó al lado de Nacho mientras él colocaba su mano en su espalda desnuda.

Si Ramiro pudiera gruñir, rugir o golpear alguna cosa, se hubiese sentido mejor. En vez de eso, él se torturo observando e imaginando cómo sería si los papeles estuviesen invertidos. ¿Y si fuese la mano suya? ¿Y si Micaela se estuviese ríendo de los chistes de él?

— No pienses. — Habló en voz alta y suspiró.

Por fin, después de eternos minutos de tortura, ellos desaparecieron en el restaurante y Ramiro pudo relajarse, por lo menos un poco.

Él miró en el espejo para ver si todo estaba bien. No se había arreglado para la ocasión. Pero su estilo era diferente al de su hermano. Sería como comparar el mejor champagne con un whisky caro.

Los zapatos de Nacho costaban más que los alquilares que las personas pagaban por sus casas.
Él gritaba dinero, desde el reloj Rolex hasta el perfecto pantalón y la camisa de botones, desabrochada para mostrar su piel. Sin mencionar el hecho de que él, de alguna forma, había perfeccionado el arte de la barba bien afeitada.

En pocas palabras, Nacho era muy coqueto.

Mientras que Ramiro... Bueno, él se sacó los anteojos oscuros y los tiro en el asiento del auto. A él le gustaba más usar jeans y remeras. Si, a él le gustaba la ropa buena y de marca. Pero no era tan metrosexual en sus elecciones como Nacho.

— Basta. — Se dijo a si mismo de nuevo. Ramiro saltó de la camioneta y cerró la puerta con fuerza.

Era un momento tan bueno como cualquier otro para ingresar directo al infierno. Colocó una sonrisa en su rostro y cruzó la calle.

Lo que vio cuando las puertas se abrieron debería haberlo impactado, pero estaba tan acostumbrado que casi ni se intimidó.

Nacho estaba parado en el medio del bar, con unas doce chicas a su alrededor que le pedían autografos.

Las chicas alrededor de él daban risas al mismo tiempo y él parecía estar divirtiendose inmesamente.

Pero entones Ramiro escuchó un tipo diferente de risa. Era sincera, profunda. Giró la cabeza justo a tiempo para verla a Micaela sentada en una mesa de mujeres.

La mayoría de ellas parecían grandes. No eran el tipo de mujeres que estaría en un reencuentro de menos de diez años de secundaria. Pero cuando él se acercó, los rostros se volvieron más reconocibles. Era gracioso como la edad cambiaba a las personas. Muchas de ellas habían engordado, algunas estaban embarazadas y unas pocas se habían teñido el pelo y colocado piercings en la cara.

Micaela parecía estar bien, absolutamente bien. Pero, ¿dónde estaban los hombres?

Miró alrededor de nuevo y percibió un grupo de chicos sentados atrás de Nacho, tomando cerveza, hablando y ríendo con sinceridad.

Parecían la muerte.

¿Qué diablos era ese encuentro? ¡¿Que deprimente?!

Algunos usaban alianzas, pero otros (la gran mayoría) seguían actuando como adolescentes.

Movió la cabeza y escapó rápidamente en dirección a los baños, para repensar su estrategia.

Una mujer joven salió en alta velocidad del baño y se chocó con él.

— Perdón, yo... — Los ojos de ella se abrieron cuando levantó la cabeza para apreciarlo. Una amplia sonrisa surgió en su rostro. — No me disculpes.

Ramiro rió.

— ¿Por qué ese repentino cambio de actitud?

— Si me dejas mirarte por unos minutos más y yo cambio más que mi actitud. — Ella levantó una ceja y pasó una de sus manos por el pecho de él. ¿Él estaba siendo acosado en pleno pasillo?— ¿Te vas a quedar acá por mucho tiempo?

— Mmm, todavía no estoy muy seguro.

— ¿Qué puedo hacer para convencerte? — Ella golpeó el bicep de él con la mano izquierda. Y él se dio cuenta que ella estaba usando una enorme alianza brillante en el dedo.

— Querida,— Habló lentamente, agarrando la mano de ella y dandole un beso. — No necesito que alguien me convenza que una mujer linda puede estar conmigo. Ahora anda y aprovecha el brunch. — Él chistó.

Ella hizo que si con la cabeza y soltó una risa, pero esta vez atrayendo la atención de la mesa de las mujeres. Ramiro levantó la mirada y las vio a todas con la bocas abiertas. A todas menos a Micaela, que había elegido ese preciso momento para buscar algo en la cartera.

Ramiro asintió con la cabeza y entró al baño masculino.

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