Capítulo 15

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Ramiro sabía que eso tenía doble significado para él. Él realmente necesitaba superar el viejo miedo de besarla, y de una vez por todas sacarse aquello de adentro.

Él suspiró: eso ciertamente haría que su atracción se iría.
Era demasiado difícil ver la película con Micaela al lado, aspirando su perfume y viendo sus piernas bien torneadas.

¡Basta! Él necesitaba parar o tendría un problema serio para mantenerse comodo durante toda la película animada. Y ella probablemente presumaría que los dibujos animados lo dejaban de alguna forma con tensión. Era todo lo que él necesitaba: que ella pensara que "Alicia en el país de las maravillas" lo dejaba excitado.

Él todavía no podía descubrir porque la abuela parecía estar tan bien. ¡Ella debería estar en la cama, descansando! En vez de eso, ella se estaba escapando para el otro lado de la ruta para encontrarse con el vecino. Ah, esa imagen mental hizo maravillas con la tensión de él. Lo consideró como un balde agua fria.

La música comenzó, y esa era la parte en la que el Gato aparecía por primera vez.

Ramiro la miró a Micaela para ver su reacción.

Micaela cerró los ojos.

— Mica. — Susurró Ramiro.—Abri los ojos. El gato no va a volar magicamente por toda la casa.

Micaela espidó por medio de los dedos y tomó el último sorbo de vino.

— Más.

A Ramiro ni siquiera se le ocurrió negarle alguna cosa a Micaela. Él salió a buscar otra botella.

En el minuto que salió una nueva ronda, Micaela le extendió la copa, todavía sin sacar los ojos de la televisión. Ella realmente tenía miedo cuando se trataba de aquel gato maldito. Por lo menos, ella no gritó como la última vez. Eso fue cuando tenía quince años.

Ramiro empezó a tomar para mantener los labios y las manos ocupadas. Cuando los créditos aparecieron, él se dio cuenta que los dos se habían tomado dos botellas de vino.

Mientras tanto, Micaela parecía estar enchufada.

— Necesitamos ver algo feliz para borrar esas imagenes mentales.

Ramiro sacudió la cabeza, sintiendose más relajado de lo que debía, con el brazo alrededor de ella.

— ¿Qué queres, entonces?

Lo que Ramiro quiso decir era: "Bueno, ¿qué queres ver ahora?" Pero él estaba medio borracho y con la boca media suelta.

Micaela sacudió los hombros, pegandose más al cuerpo de él. El brazo de Ramiro, que antes estaba en los hombros de ella, ahora acariciaba su espalda y descendía cada vez más.

— ¿Mica? — Preguntó de nuevo.
Ella no se había movido y la sala estaba girando. En parte por el vino y en parte por el estado de deseo de él.

— ¿Qué? — Micaela miró para arriba. Ella era linda y estaba tan cerca que Ramiro casi consiguio saborear el vino en sus labios.

— Vos decidis. — Dijo Ramiro, uniendo su cabeza con la de ella.

— No significa nada. — Susurró Micaela, apoyando sus labios en los de él. — Estamos borrachos y esto no significa nada. — Repitió mientras sus manos se enroscaban en el pelo de él.

Con un gemido, él balanceó la cabeza.

— No es nada. — Ramiro lamió el labio inferior de Micaela, saboreando el vino tinto y después pasando la lengua sobre el mentón de ella.

Cuando sus labios rozaron los de Micaela, ella abrió la boca para él. Las puertas del infierno se abrieron. Él no esperaba que ella tuviera un gusto tan bueno, que pareciera tan madura, que encajara perfectamente en sus brazos ni que gimiera su nombre.

La lengua de él se enroscó en la de ella. Micaela pasó los dedos para arriba y para abajo en el bicep de él, después envió las manos sobre su remera, sacandosela.

— Yo te dije que los pijamas parties sin ropa eran más divertidos. — Dijo Ramiro, entre besos.

Micaela soltó una risa y agarró su propia musculosa. De ninguna manera, él iba a dejar de ver eso. Ramiro se recostó, hipnotizado, cuando ella empezó a desvestirse y entonces... Entonces se prendieron las luces.

— ¡Abuela!

— ¡Ramiro! ¡Micaela! — La abuela puso la mano sobre su corazón.

Ramiro sabía que era el fin. Su abuela lo vio a punto de tener sexo con la novia de su hermano. Él sería la causa de su muerte. Él lo sabía.

La abuela Pilar inclinó la cabeza.

— Micaela, ese corpiño es lindo. Color rosa. ¿Por qué yo no tengo ropa interior de color de rosa?

Ramiro escondió la cabeza entre sus propias manos, rezando para esfumarse.

La abuela sacudió los hombros.

— Bueno, arreglen todo ahora. No queremos que Nacho vuelva a casa y vea las pruebas de que ustedes dos hicieron el amor.—Ella dió un chau en el aire y apagó las luces.

Pero el clima oficialmente había desaparecido.

— ¿Crees que ella estaba borracha? — Preguntó Ramiro, implorando.

— Eso o loca. — Micaela se alejó de él y se puso la musculosa de nuevo. Lo más triste era que ella quería derramar una lágrima de egoísmo porque la fiestita de los dos se terminó. — Yo tendría que irme a dormir. — Ella empezó a levantarse con dificultad.

Ramiro agarró el brazo de ella.

— Dejame que te ayude.Esperame que limpio las evidencia y te ayudo a llegar hasta el cuarto, ¿está bien?

Micaela hizo que si con la cabeza.

Ramiro rápidamente levantó las botellas de vino del piso, puso las copas en el estante y apagó la televisión.

— ¿Lista? — Preguntó.

— Lista. — Ella no lo miró.

Ramiro subió con Micaela y la condujó hasta al cuarto de huespedes. Ella comenzó a protestar cuando él entró, prendió las luces y abrió las cortinas. Él sabía que a ella le gustaba sentir el aire fresco mientras dormía, algo que él tenía certeza que ella nunca se había cansado.

— A la cama. — El estómago de Ramiro se encogió. Debía estar él en esa cama y no el maldito oso de peluche ni otra almohada. ¿Él estaba con celos de una almohada? Necesitaba de un baño frio.

— Entonces... — Micaela sacudió los hombros y miró el piso.—Sobre lo de hoy a la noche.

— Mica, no. Estamos borrachos.

— Yo no estoy tan borracha.—Susurró ella.

Él soltó una risa.

— Ni yo.

— Yo todavía te odio.

Él sonrió. No lo pudo evitar.

— Mica, no te preocupes. Yo no dormiría con vos ni aunque fueras la última chica del planeta. — "Mentira. Todo mentira".

— ¡Perfecto! — Gritó ella. — Yo no gusto de vos, ¡de ninguna forma!

— Bueno, no te preocupes Mica. Los restos mediocres de mi hermano no son de mi tipo.—¿De dónde diablos salió eso?

La mano de Micaela estampó en la cara de Ramiro. Él se lo merecía.

— Micaela, perdóname. Yo no quise decir...

— Puedo decir que sé exactamente lo que quisiste decir, Ramiro. Buenas noches.—Micaela le cerró la puerta en la cara.

Él era realmente un tarado.

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