Capítulo 12

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Ramiro sabía que su hermano estaba mintiendo. ¿Qué tipo de idiota creeria en esa tonteria?
Con certeza, su papá, porque con la salida de Nacho suspiró y dijo:

— Desearía no haberme jubilado. Él parecía estar tan estresado.

— Deben ser las strippers.—Murmuró Micaela entre dientes, de modo que solamente Ramiro la escuchó.
Él se ahogó con el pollo por segunda vez en aquella noche.

— Rama, ¡cuidado al masticar tu comida antes de tragar! — Lo reprendió su mamá.
Micaela recibió la critica de Ale como una orden de que él necesitaba de ayuda para cortar su porción. Sonríendo con dulzura, ella alcanzó el plato de él, con el brazo rodando el de Ramiro, y cortó la porción en pedazos menores. En seguida, agarró un pedazo y lo llevó a la boca de él.

— ¡Mira el avioncito!

Obviamente Micaela no tuvo miedo de la mirada asesina de Ramiro. El resto de la familia miraba como si fuera totalmente normal alimentarlo como una criatura pequeña.

Por otro lado, él había interpretado el cachorro cuando ellos eran chicos.

Y él usaba un casco protector cuando tenía catorce años.
Tampoco era posible que su mamá supiera que él le había dado el nombre de Micaela a su conejito.

Ella levantó la mirada, con los ojos brillando de humor.

Ramiro abrió la boca y un pedacito de pollo escapó para adentro. Micaela se rió.

— De nada.

Él balanceó la cabeza, pero terminó ríendo como un tonto cuando ella agarró el segundo pedazo. Todavía estaba caliente, y ella sopló para enfriarlo. Él estaba tan distraido por el modo en el que los labios de ella formaban un pico cerca del pollo, que necesitó de cada gramo de fuerza de voluntad que tenía para no poseerla sobre la mesa de comida de la familia.

Ramiro miró a la mesa ansioso de nuevo. Tal vez si él simplemente tirara todos los platos al piso. Que pena que ella no estaba de falda.
¿Qué estaba mal en él? ¿Él estaba analizando las opciones sobre cual era el mejor lugar para tener sexo con la novia de su hermano?

Sus papás estarían pálidos.

La abuela, mientras tanto, probablemente aplaudiría y sacaría fotos para el album de retratos. Si bien él no tenía mucha certeza de que ese album sea liberado, considerando su naturaleza pornografica.

Las abuelas dejaban a sus nietos tan orgullosos, a veces.

Ramiro suspiró y rápidamente agarró el tenedor de la mano de Micaela. No aguantaba más.

— Entonces, Mica...

La mamá de él se mandó más comida a la boca, masticó, tragó y parpadeó. Ella no sabía como conversar en la cena y comer al mismo tiempo. Eso hacía que las conversaciones de la cena fueran muy largas y era una tortura para todo alrededor.

—...Yo me estaba preguntando...— Ella tomó otro sorbo de vino.

Él miró a su papá, intentando enviarle un mensaje particular para que él le sacara el plato y el vino a su mamá para que ella pudiera hablar más rápido.

—...¿Ustedes se van a mudar a la casa de Nacho después del casamiento o van a comprar algo nuevo?

Cristian la codeó.

¿Que estaban tramando?

Micaela lo miró a Ramiro en búsqueda de ayuda. Él balanceó la cabeza levamente.

— Bueno... — Dijo Micaela mientras esparcía la comida por el plato. —La cuestión es que mi departamento es muy chico, entonces creo que quizás el departamento de Nacho sería mejor, aunque no tenga muchas ganas de vivir en el centro de la ciudad.

— ¡Perfecto! — Ale lo codeó a Cristian. Él saltó de la silla, agarró un sobre y se lo llevo a Micaela.

— Consideralo como un regalo adelantado de casamiento.

Era como la serie americana "Leave it to Beaver" y su familia perfecta.
Cristian estaba de pie, detrás de Ale, apoyandose en sus hombros.
Los dos estaban con la cabeza inclinada con sonrisas congeladas en el rostro.

Ramiro la miró a su abuela. Por lo menos ella estaba actuando normal, bebiendo el cuarto vaso de vino.

Las manos de Micaela estaban temblando. Sin dudas, ellos le estaban dando algo ridiculamente caro. Ramiro se inclinó y casi se cayó.
Él realmente no debía comer más adelante de las personas.

Una casa.

Ellos le compraron una casa.

Y no era una casa cualquiera. Era una propiedad de lujo.

— Creíamos que ustedes podrían querer alguna cosa cerca de la ciudad, pero tampoco tan cerca que no puedan aprovechar todo lo que Buenos Aires tiene para ofrecer. — Ale apretó la mano de Cristian y los dos suspiraron al mismo tiempo.

Cristian le dio una palmadita en la mano de Micaela.

— Está en la familia desde hace años. Muchas casas, muchas inversiones, pero es de ustedes si quieren.

Micaela todavía no había levantado la mirada del documento. Ramiro no sabía qué hacer, así que cambió de tema.

— ¿Está bien si Micaela y yo cortamos la torta?

La mamá y el papá hicieron que si con la cabeza, simultaneamente.

Ramiro prácticamente tuvo que arrastrarla a Micaela de la silla. Cuando estaban en la cocina, él le sacó delicadamente el documento que estaba sosteniendo y la hizo sentar en una silla.

Ella rompió inmediatamente en llanto.

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