4: Cómo sobrevivir a su inocencia.

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—Hyung, hyung, hyung, hyung.

El salón de Sehun estaba en silencio, los pocos estudiantes que se habían quedado para el receso impactados al ver a un pequeño muchacho zarandear el brazo del desinteresado pelinegro.

—Hyung.

Imperturbable, Sehun cambió la página de su libro y siguió leyendo.

—Hyung —lloriqueó Luhan, dejando caer los brazos a sus costados, completamente derrotado—, eres muy malo.

No hubo respuestas por parte del otro.

Una castaña observaba la escenita desde lejos, apoyada en el umbral de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión que decía a gritos "no te acerques que muerdo".

Sehun sintió una fulminante mirada dirigida hacia su lugar y, de reojo, se fijó en aquella chica, algo retorciéndose con ira en su estómago al descubrir que esas miraditas mortales iban dirigidas hacia el cabizbajo castaño que seguía agarrado a su brazo en busca de atención.

Ésta vez no tenía planeado ignorar sus impulsos, ya que sabía lo que podría pasarle a Luhan si tipas como ella lo veían muy seguido pegado a él y era más sentido común que el mismo sentimiento de protección el alejar al menor, quien siquiera mataba a una mosca, de episodios posiblemente traumáticos en la preparatoria.

Dejó su libro sobre el escritorio y suspiró, tomando la mano de Luhan para romper el agarre en su brazo.

—Ve a tu salón.

— ¿Me ignoras todo éste rato y me hablas solamente para decir que me vaya? —puchereó, intentando poner una expresión de gatito abandonado.

El pelinegro pasó una mano por su cara, buscando su escaza paciencia.

—Sólo vete, ¿Quieres?

El más bajo le sacó la lengua, mostrándose bastante irritado con el pedido del otro.

—Ojalá que de vuelta a casa te caiga popo de paloma en el hombro.

Luhan se dio la media vuelta con el objetivo de acatar las órdenes de su hyung, no esperando encontrar a una delgada y alta chica interponiéndose en su camino.

El mayor gruñó y se sobó las sienes, la sensación albergada en su estómago intensificándose.

—Sehun oppa, gracias por lo de anoche.

Quería que Luhan se marchara de allí antes de que escuchase algo que no debía, incapaz de razonar un motivo lógico a ello.

—Jihyo.

—Aunque amanecí adolorida ésta mañana —sonrió, conectando su mirada por breves instantes con la del menor frente a ella—. Fuiste un poquito rudo, oppa.

—Basta. —golpeó el escritorio y se levantó, fulminándola con la mirada.

— ¿Por qué? No es algo que nadie sepa y, a decir verdad, jamás te importó en lo más mínimo esconder tus no-tan-secretas actividades nocturnas.

El silencio reinó sobre los dos, lanzándose miradas retadoras que estaban colmando la paciencia del alto.

—Uh —la aniñada voz de Luhan los sacó de su guerra de miradas—, ¿Me dejas pasar, por favor?

Y aquello fue la gota que rebalsó el vaso para ella.

— ¿Y tú qué, niño? ¿No tienes nada mejor que hacer? ¿Por qué no vas a ver si está lloviendo a la esquina?

Jihyo se esperaba cualquier reacción triste del menor, incluso Sehun, no obstante, ambos se quedaron con la boca abierta cuando repentinamente Luhan sonrió y pareció obtener una descarga de azúcar.

— ¡Oh si, se me olvidaba! ¡Debo ir al club de jardinería! ¡Nos vemos, senpai!

El castaño desapareció del salón y Jihyo miró aturdida a Sehun, quien observaba con un atisbo de tristeza en dirección a la puerta, lentamente volviendo a tomar asiento.

—No me digas que es él.

—No sé de qué hablas.

—Gemiste un nombre que no era el mío cuando te viniste ayer —murmuró con rabia, palpando los enfermizos celos consumiéndola poco a poco— y por lo que sé ese mocoso es el único Luhan en todo el maldito distrito.

La vida de Sehun comenzaba complicarse y, mientras tanto, el alegre Luhan corría escaleras abajo, sonriendo ampliamente cuando vio a sus compañeros de club caminando hacia el salón correspondiente, un pedacito de su mente pensando en lo que había sucedido en el salón de su hyung.

¿Actividades nocturnas? Él sólo tenía una respuesta lógica a eso.

Se preguntó seriamente  qué clase de deporte extremo Sehun se dedicaba a jugar con sus compañeros.




Cómo sobrevivir a Luhan y no morir en el intento » hunhan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora