Capítulo 6

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Capítulo 6

Khadira siempre era un regalo para la vista... y para el olfato, y el tacto... La joven sonrió jovialmente mientras una de las damas que siempre la acompañaban —y que Rylan había contratado hacía unos meses para atender a la muchacha— terminó de apretarle el vestido. La tela era delicada y lujosa, de un color casi plateado que combinaba perfectamente con la piel cobriza de la joven. El vestido caía elegantemente por sus piernas, ligeramente abombado en sus caderas y con un corpiño decorado con detalles oscuros. La muchacha le dedicó una mirada a Rylan, que la contemplaba de pie, a la puerta de esa habitación.

—¿Estoy bella, mi señor?

Él se adelantó y caminó hacia ella con lentitud, cada uno de sus movimientos era tan elegante que parecía completamente estudiado.

—¿Acaso no lo estás en algún momento?

Como respuesta, ella volvió a reírse, dejando a la vista unos dientes blancos y pequeños, perfectamente colocados en esa boca de labios voluptuosos. Su nariz era pequeña, ligeramente curvada hacia abajo y sus ojos rasgados y delineados en negro resaltaban con tonos ambarinos en su hermoso rostro. Lo que más llamaba la atención en esa bella mujer era una larguísima melena oscura, ondulada y suave.

—Después de dos días de viaje es difícil estarlo...

La muchacha que había ayudado a Khadira a vestirse se alejó unos metros para comprobar que todo estaba colocado correctamente en su atuendo.

—Gracias, Annie —le dijo la joven árabe—. Puedes retirarte.

Haciendo una inclinación a Rylan, Annie se retiró de la habitación y los dejó solos. Era pronto por la mañana y Khadira había llegado al castillo de los Seymour apenas unas horas antes. Rylan le había dicho que no hacía falta que fuera a su proclamación como nuevo duque de Alderman, pero ella no había querido ni oír hablar de eso. «Puedo descansar en cualquier otro momento, mi señor, pero me gustaría acompañarle a esa celebración», había dicho y él no se había negado. Tan sólo iba a ser una mera formalidad con demasiados curiosos mirando. Se sentía incómodo con sólo pensar en que debería haber planeado un discurso o algo un poco burocrático para la ocasión... pero no había hecho nada de eso; los ingleses se andaban con demasiadas tonterías y él prefería ir al grano. Todos sabían para qué estaban allí; querían ver cómo era el nuevo duque de Alderman y criticarlo si eso era posible.

—¿Algo le preocupa? —Khadira se acercó a él lentamente, como un gato, y se colocó a su espalda, posando sus manos en los hombros anchos de la fuerte espalda de Rylan. Comenzó a masajearlo con lentitud y firmeza, haciendo que él pudiera notar cada uno de sus movimientos—. ¿Está nervioso?

—Estoy hastiado.

—Lleva tan sólo un día aquí.

—Y ya quiero irme —respondió él inmediatamente.

Rylan se sintió incómodo con el masaje repentinamente, y se dio la vuelta para detener a Khadira. Estando tan cerca de ella pudo percibir el curioso olor que la caracterizaba; como una mezcla de especias con un toque picante. Le gustaba; de algún modo le parecía agradable y cálido, como ella. De pronto pensó en otra de las extrañas formalidades que tendría que llevar a cabo ese día: sentar o no a alguien a su lado.

La silla del señor, situada en el centro del más grande salón del castillo, contaba con otra silla a su lado; una para el duque y otra para la duquesa.
Rylan recordaba haber visto a su padre y a su madre sentados en ese par de sillas que para él no significaban nada, durante años y hasta la muerte de ésta. Ambos se habían mantenido siempre sentados ahí como por obligación, detestando a la persona que se sentaba a su lado.

Esa mañana no se esperaba que él sentara a nadie a su lado, aunque podría hacerlo con Khadira, pero se temía que eso significara darle demasiada importancia delante de sus hombres. Ellos dos no iban a casarse y no podía decir que Khadira era sólo un cuerpo para él, puesto que realmente le tenía cariño y valoraba muchas más cosas en ella aparte de sus capacidades amatorias, pero ella no sería su señora, de eso estaba convencido.

Un escalofrío lo recorrió al pensar que, durante los últimos seis años, había sido Alyssa quien había ocupado la silla de la duquesa. Ese pensamiento llegó a él como si alguien le tirara una piedra a la espalda sin previo aviso.

—Pues vayámonos ya—propuso Khadira—. Volvamos a Escocia.

Rylan se vio forzado a sonreír.

—Pronto —prometió—, más de lo que esperas.

Alguien interrumpió en ese momento, tocando la puerta. Era una sirvienta de pelo castaño y rostro pálido y pecoso. Tenía aproximadamente la misma edad que Rylan, a diferencia de Khadira, que había cumplido veintidós años hacía tan sólo unas semanas. La muchacha estudió completamente con la mirada a Khadira antes de hablar por primera vez.

—Todo está casi listo, señor —dijo la sirvienta y Rylan quiso recordar que se llamaba Grace—. Le esperan en el salón grande.

Rylan suspiró y dirigió una mirada cansada a Khadira, que sonrió para infundirle ánimos antes de situarse a su lado de nuevo para instarle a salir. Rylan se dirigió a la puerta, donde la muchacha del servicio se quedó observándolo durante unos segundos con detenimiento. Rylan lo notó, pero decidió no devolverle la mirada. Estaba acostumbrado a que las mujeres lo observaran, lo habían hecho desde que tenía quince años y ahora que tenía veintiséis, esas miradas eran mucho más descaradas y reveladoras, por supuesto, pero él nunca dejaba que lo condicionaran en modo alguno.

Con lentitud recorrieron los pasillos del castillo hasta el piso más bajo. Justo antes de llegar al salón grande, la sala de La Silla, Khadira entrecruzó su brazo con el de él. Cualquiera podría haber dicho que estaba marcando su territorio de algún modo, que quería que todos la vieran como la señora del castillo ahora que estaba allí, pero Rylan sabía que tan sólo era un gesto de apoyo y aprecio. Quería que él entrara firmemente en esa sala donde todos lo estaban esperando... y así lo hizo.


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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora