Hasta ahora me doy cuenta de como era todo esto.
Llegaste de la nada y pensé que serías uno más.
Una cara más en mi vida, y desgraciadamente, no fue así.
Cuando me quise dar cuenta estaba coqueteando con el borde del abismo, mientras tu estabas detrás, cada vez más cerca, incitándome a saltar, a hundirme en ti, en tus redes.
O en tu piel.
Qué poco sabía, y qué poco quería saber.
Saber que eso no era real, que en cualquier momento te irías, y que me dejarías aquí, sin nada, desolada, como una isla arrasada por la guerra, sin ningún tipo de esperanza de que todo volviese a la normalidad.
Y en parte es culpa mía, albergué esperanzas de algo que no ocurriría nunca, de que me salvarías de mis demonios, que me darías la mano para salir del pozo.
La tormenta se cierne sobre el paraíso.
Y yo ni me doy cuenta, porque estoy entretenida en nuestro vaivén.
Tormenta que anuncia mi hora, el fin del juego.
Una crónica de una muerte anunciada que aunque no quisiera reconocer, sabía que llegaría.
Un camino hasta ella que me hizo perder toda voluntad y toda razón.
Esas facultades se veían anuladas por ti, por esa piel que tanto dije que me gustaba, por esos labios, tus ojos castaños...
La adicción en diferentes niveles.
Un camino en el que soy Santiago Nasar yendo a la plaza, sabiendo lo que me espera.
Sabiendo sin saber.