Tu piel.
Esa que he observado tantas veces.
Ese dorado intenso y ese brillo.
Además de su tacto, suave y tersa.
Desde el primer momento que la vi admito que ansiaba con deslizar mis manos por ella, despacio, sin prisa.
Besarla todas las noches, sentirla contra la mía.
Normalmente dicen que la piel impoluta es perfecta, pero a mi la tuya con tatuajes me volvía loca.
Besar cada uno de ellos era rutina.
Cada rincón, cada lunar, cada cicatriz...rincones que ni tú mismo conocías.
Tu piel.
Un lienzo.
Un lienzo trazado por la mejor artista; yo.
Trazos horizontales, verticales y en línea recta, marcados punto a punto con mis besos.
Más aún cuando tu piel se abría paso con todo su esplendor por tu espalda. Esa que tantas veces he acariciado y besado.
Tu piel.
Esa que me hacía temblar cuando rozaba la mía.
La que me hacía perder la cabeza.
La me hacía caer rendida ante ti.