9. Hablar

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Adam

¿Quién rayos era D? Esa pregunta había estado rondado por mi cabeza en los últimos días. Yo era un experto en averguar mensajes ocultos o algo que pudiera delatar a la persona que había escrito la carta. Pero no había nada, absolutamente nada. Era alguien que tenía todo perfectamente calculado, eso era seguro.

Debo admitir que nunca había estado en un caso de esta gravedad. Esa es una de las razones por la cual lo acepté.

También estaba algo preocupado, temía que le pasara algo a Samatha Jones estando a nuestro cargo. Se bien que somos los mejores espías de nuestra edad, pero siempre hay riesgos.

Caminé hacia la entrada de la escuela.

Hoy Em no iba a asistir, ya que tenía que entregarle nuestros informes a La Directora.

Abrí la puerta para entrar en la escuela, pero una mano me detuvo antes de que diera otro paso. Me di la vuelta.

Era Sam. Pero estaba... algo distinta. Tenía ojeras bajo sus ojos, como si no hubiese estado durmiendo bien y su cabello estaba desprolijo, y en sus ojos... parecían estar ajenos a todo, tenía miedo. Fruncí el ceño. Ella me miró, luego me hizo una seña con la cabeza para que la siguiera.

Entramos a la escuela, ella caminaba algo rápido, me guió hasta un salón, era el de química. Estaba vacío.

Sam se había sentado en la silla del profesor y su mirada estaba perdida.

Me acerqué a ella.

—¿Sam? —intenté llamar su atención—. ¿Qué ocurre?

Suspiró con pesadez y me miró. Parecía estar agotada.

—Dime, ¿qué se siente ser tú? —preguntó y comenzó a jugar con una lapicera que había en el escritorio.

Hice una mueca.

No entendía a que quería llegar.

—Sam, no te entiendo—respondí.

Sam lanzó la lapicera hacia alguna parte y se levantó de golpe.

—Empezar una nueva vida, sin que nadie te conozca —comentó.

Me puse frente a ella. No entiendo para nada su actitud, ¿acaso le había pasado algo?

—En verdad me caes bien, ¿sabes? —continuó—. Admito que no iba a hablar contigo, sino que con tu novia Amy, pero da igual, es lo mismo a estas alturas.

¿Mi novia Amy? 

—Estoy teniendo una semana de mierda y no sé con quien hablar—comentó.

Me acerqué a ella y puse una mano en su hombro. Se tensó.

—Tranquila Sam, podemos hablar si es lo que quieres—la tranquilicé. Ella se relajó y volvió a sentarse.

Sam cerró los ojos y comenzó a respirar con tranquilidad. Luego me miró.

—¿Eres gay? —soltó de repente.

Abrí los ojos de par en par.

—¿Qué? ¡No!—contesté.

Sam asintió despacio y soltó una pequeña risa. Luego se levantó y se acercó a mí.

—¿Sabes qué? Olvida los últimos minutos que pasaste conmigo y finge que nunca tuvimos esta conversación—dijo y luego caminó hacia la puerta, pero se detuvo y me miró una última vez—. Es bueno hablar contigo Chad, en serio. Eres un buen chico.

Y se fue, dejándome solo.

Sinceramente, no entiendo a las mujeres.

Suspiré y salí del salón. Caminé hasta llegar a mi primera clase. Cuando me senté, alguien se sentó apresuradamente a mi lado.

La miré. Tenía una gran sonrisa y me miraba fijamente.

—¿Caitlin?—pregunté y ella asintió.

Enredó su brazo en el mío. No es que me molestara, pero estaba incómodo.

—Oye, Chad... —hizo una pausa—. ¿Te gustaría que saliéramos? Ya sabes, un día de estos.

Fruncí los labios.

Debía interactuar con las demás personas para fingir que era un alumno más. Pero creo que esto no es parte del plan.

—Lo siento Caitlin, pero no puedo —dije y esperaba no herir sus sentimientos.

A Caitlin se le borró la sonrisa y con cuidado apartó su brazo del mío. Su mirada se oscureció. Se acomodó el cabello y se levantó.

—Está bien —dijo y se fue.

Vaya, se lo tomó mucho mejor de lo que esperaba.

Este día estaba siendo de lo más extraño.

—¡Oye, tú! ¡Imbécil! —gritó alguien.

Levanté la vista.

Todas las personas que estaban en el salón me miraban.

¿Qué? ¿Tenía algo en la cara?

—¡Oye! ¡Imbécil! —volvió a gritar alguien.

Era Connor. Y me miraba a mí mientras lo decía. Se veía muy enojado.

¿Y ahora qué?





Espias En La SecundariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora