Capítulo 1: La línea.

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Confundir deseo, amor y pasión es algo que a las personas les gusta hacer. Pretender que pueden encajar todo dentro de la misma persona, dedicarse a explorar todos estos aspectos de ella, fantasear con la historia ideal. Claramente existen líneas de separación entre los tres, pero ¿cuáles son? ¿Cómo hacemos para no confundirlos? ¿Cómo no caer en el común de la gente? Esto, es otra cosa que a las personas les gusta hacer, querer saberlo todo, manejar las situaciones a su antojo.

Por supuesto que hay maneras de distinguir el momento en que nuestro amor sale de control y nos tenemos perdidos en eso que va más allá, la pasión, pero ¿qué les impide ser racionales y detenerse cuando sienten el peligro? Generalmente no sucede.

Los sentimientos en el ser humano son demasiado lábiles, ocurren sin prevenir que hay más allá, se entremezclan con toda otra clase de sensaciones y así pierden de vista aquel primer objetivo de tenerlo todo bajo control ¿A quién le importa? Si en ese momento sienten tan intensamente, perciben todo a través de lentes subjetivos, niegan la realidad.

Todo intentan "resolverlo" a través de la terapia. Egoístas, ingresan en la sala con miles de preocupaciones y cuestionamientos, desesperados. ¿Qué puede hacer usted por mí? ¿En cuánto tiempo me voy a curar? ¿Me voy a curar? Preguntan, completamente ignorantes del hecho que no está en mí responder, sino en ellos mismos.

Eso la diferenciaba del resto de pacientes que llegaban a mí. Ingresó envuelta en un aura de pesadez y cansancio que la acompañó hasta el final, y se quedó en completo silencio los 45 minutos que duró la sesión. Más allá de sus cambios de posición en la silla, ningún otro movimiento salía de ella. Ni miradas ansiosas o curiosas, ni refregarse las manos, ni respirar agitadamente, ni carraspear. Cuando mis ojos se encontraban con los suyos, notaba el cansancio de su aura, la desgana, quizá también tristeza. Su respiración se mantuvo apacible y sus manos sobre su falda, estáticas. Dudé un par de veces en iniciar la conversación, pero por algún motivo no quería romper el clima de tranquilidad dentro de la habitación.

Así, aquel día, el reloj marcó el horario para separarnos. Pero el ingenuo no sabía que era inútil pretender controlar nuestro tiempo juntos. Ella nunca lo miró y yo terminé escondiéndolo en uno de los cajones de mi escritorio, contagiándome de su ingenuidad, apartándolo de su rol de único testigo de lo que sucedía en el consultorio.

La fina línea, que todos pretenden no ver, la crucé. No ese mismo día ni los que le siguieron, pero luego de un tiempo, sí. Deseo, amor ¿amor? En realidad, así como a los pacientes que se sentaban frente a mí, tampoco me importaba.

El encuentro de los cuerpos, los crujidos de la madera, los jadeos de placer, las respiraciones entrecortadas, su nombre en mis labios...Silencio otra vez. Se vestía frente a mí, deseando que no tuviera que hacerlo, tomaba su cartera y salía, lanzándome aquella cansada mirada. En la mirada, el auto azul esperándola. Un beso y el anillo en sus dedos, que luego de acariciar mi piel, se posaba en su rostro.

En mi mente, el recordatorio de la próxima sesión, a la misma hora, todos los miércoles.

Línea de separación [BangYongguk]Where stories live. Discover now