Capítulo 11: Segundo acto.

45 8 0
                                    


Una casa. No era exactamente el tipo de casa que tenía en mente. El lugar se encontraba en un moderno edificio, un piso entero con vista a la ciudad y más habitaciones de las que necesitaban. Lujos por todas partes, mezclado con algunas fotos familiares y flores que estaban a punto de marchitarse.

Me esperó en la puerta, recibiéndome con una sonrisa. Terminé creyendo que en realidad eran dos personas las que se encontraban conmigo en aquel juego. Una toda cubierta y llena de sentimientos grises, y la otra recostada en la cama, desnuda, invitándome a vivir entre sus piernas. Y de alguna manera, había sido encantando por ambas.

Pasaba el día escuchando a otras personas pero solamente pensando en ella, esperando su llamada; mientras que por las noches mis manos me transportaban a su lado, imaginando su respiración caliente chocando contra mi piel.

Me acerqué a la cama como un gato, posicionándome sobre su cuerpo, dejando suaves besos como huellas en mi camino. Sus ojos llenos de fuego, incitándome a continuar, hasta que llegué a su cuello, prendiéndome de él. Su espalda se curvó y yo puse mis manos en la línea que la atravesaba, sosteniéndola enteramente. Sus manos se enredaron en mi cabello y la cortina cayó sobre mi frente, cubriendo mis ojos. No necesitaba la vista para actuar de todas formas, todo era instinto. Como un animal en la jungla, sin razonamientos, sin rasgos humanos, un felino atacando a su presa.

Los suaves besos del inicio se intensificaron hasta que nos quedamos sin aliento. Nos miramos mientras devolvíamos el aire a nuestros pulmones y en ese momento. Sonreí al ver su expresión, exhausta como si en vez de en su cama hubiéramos salido a correr una maratón. La sonrisa fue creciendo hasta que el sonido fue liberado y ya no se trataba de una mueca imperceptible sino de una estruendosa risa. El movimiento agitado de su pecho se detuvo y clavó la mirada en mi rostro. Lentamente extendió su mano para tocarlo, para acariciar el lunar en mi mejilla. Sus ojos se cerraron y su delicada voz, esa misma cansada voz, se escuchó.

-No eres para nada oscuro y callado como todos piensan que eres.

Cada partícula que estaba flotando a nuestro alrededor se detuvo, y pude sentir cómo cada uno de los pelos en mi cuerpo se erizaba, mientras un nudo crecía en mi garganta. Miré hacia los lados, corroborando si era real, si todavía estábamos recostados en esa cama en vez de flotar en una especie de desconocida dimensión. Sus ojos todavía estaban cerrados, su dedo todavía en el lunar. La tomé y apreté contra mi pecho, sosteniendo todo lo que era, deseando que esas palabras fueran suficientes para dejarnos vivir esa historia sin culpas ni miedos.

La excitación, el deseo sexual, se pausaron esa noche y ella se quedó sentada, con una sábana cubriendo su cuerpo desnudo, mientras miraba por la enorme ventana el paisaje nocturno de la ciudad.

-Él va a regresar en unos días.

Le escuche decir, triste, o al menos así era como quería escucharlo. Nuestros ojos no se encontraron, pero sentía que no era eso lo que necesitaba en ese momento. En cambio, quería abrazarla de nuevo y dormir a su lado, sintiendo su apacible respiración y la tibieza de su lábil existencia. Pero, ese era una de las facetas de aquella mujer que yo no podía conocer, porque tenía marido, uno que regresaría en los próximos días.

Fue esa noche también, que con los pausados deseos lujuriosos, vi la otra línea. Quizá la más deseada y requerida, pero también la que no se suponía debía alcanzar cuando decidí iniciar esta obra.

Línea de separación [BangYongguk]Where stories live. Discover now