A sus 26 años, había sido enviada por su médico de confianza como intento de sacarla de aquella situación. Su posición en la sociedad, jerárquicamente elevada, no le permitía transitar su condición como cualquier otra persona y por eso tanto empeño en que se recuperase.
Los medicamentos fueron la primera salida, pero los antidepresivos tienen una curiosa forma de funcionar por lo que terminó con una sobredosis de ellos, tirada en el living de su casa. Tras aquello, casi como en el 75% de los casos que me tocaba atender, decidieron que lo mejor era la alternativa libre de fármacos.
Casada desde los 24, felizmente al principio, tempestuosamente seis meses después, dos intentos de suicidio antes de sentarse frente a mí, la imagen pública de su marido corriendo peligro por su comportamiento, el destino y su forma de funcionar.
Comencé a tratarla una vez por semana, cada miércoles a las cuatro de la tarde, horario en que mi secretaria tomaba su descanso. Las primeras sesiones fueron difíciles, al menos para mí. Aquella mujer no tenía intenciones de hablar, de buscar la ayuda que todos buscaban en mi persona. La necesitaba, nadie podía dudar de eso, pero prefería mantenerse callada.
Luego de la cuarta sesión, mi análisis de sus comportamientos se había vuelto exhaustivo, me parecía que había notado todo lo que debía y por eso rompí el tranquilo silencio entre nosotros.
-¿Cuáles son sus expectativas para con el tratamiento?
Abrió la boca pero en vez de sonidos, sólo escuché el aire escapándose en forma de suspiro. Pestañeó un par de veces y finalmente escuché su voz.
-Estoy aquí para no morir. A ellos no les conviene que suceda.
-¿Ellos?
-Los hombres del negocio de mi marido.
Así como su mirada, su voz se notaba agotada.
-Y ¿tú crees que está funcionando? ¿Estás sobreviviendo al venir aquí?
No lo sabía, solamente estaba intentando calmar a su marido, dejándole saber que no se iría tan pronto. Ambos se conocieron cuando se transformaron en pasantes de la empresa de la que él era casi el dueño hoy. Sus horarios se mezclaban pero siempre encontraban tiempo para almorzar juntos en el restaurante que ella todavía consideraba su favorito. Deseo, amor...amor. Eso era de lo que ella no estaba del todo segura. No tenía en claro la idea, esa línea de separación. Pero lo ocultaba bien, demasiado bien, detrás de esas palabras atestadas de dulces sentimientos.
-¿Has tenido ese tipo de pensamientos últimamente?
-Pienso que ni siquiera tengo el derecho de morirme. Pienso que se han metido tanto en nuestras vidas que hasta eso me quitaron.
-Pensé que no querías morir.
-Dije que no les conviene a ellos.
-Ellos te mandaron para que no mueras, y tú vienes, entonces ¿eso no quiere decir que realmente no quieres hacerlo?
Estaba molesta, pero no conmigo, aunque así pareciera. Estaba enojada con ella, porque sabía que no estaba en sus planes pasar a "mejor vida" aunque no lo haya intentado. Se boicoteaba.
Luego de aquello, guardó silencio, hasta que, sin mirarlo, supo que el reloj marcó el fin de la sesión.
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Línea de separación [BangYongguk]
FanfictionDeseo. Amor. Pasión ¿Cómo darnos cuenta de la diferencia? ¿Eran del todo diferentes? Bang Yongguk creía saberlo, es decir, se había preparado por muchos años para ayudar a los hombres y mujeres comunes a no dejarse engañar, a discernir la línea de...