Capítulo 5: Falta.

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La falta de la que siempre necesitaba hablar a mis pacientes, la sentí aquella semana, la sentí por primera vez. Ella decidió cancelar nuestra cita nuevamente. Le di su espacio aunque me preocupaba que decidiera lo incorrecto y por ello no verla más. La falta se sentía más cuando pensaba en eso.

El viernes de esa semana, saliendo de la oficina, me encontré a mí mismo frente a la puerta de un bar. No había estado en un lugar semejante quizá en meses, pero esa noche, quise estar ahí. La incomodidad por ser una de las únicas personas vistiendo tan formalmente, no tardó en llegar. De todas maneras, di los primeros pasos dentro del local, arrepintiéndome segundos después, cuando la música estruendosa golpeó mis oídos.

"Una copa y te vas."

Resolví, sabiendo que no duraría demasiado allí. Pedí la bebida y esperé, tratando de esconder los ojos de cualquier desconocido ¿Qué estaba pensando? Fuera de aquella habitación oscura todo se encontraba fuera de mi control, no era yo quien movía las cuerdas, todo se desenvolvía independientemente de mis pensamientos. Me atemorizaba.

Mientras me encontraba sentado cerca de la barra, una mujer chocó contra mi espalda soltando su abrigo y cartera. Me agaché para devolvérselas, pero el roce de aquella mano, causándome un golpe de electricidad, me hizo levantar la mirada para encontrarme con ella. La paciente ausente, la mujer de la falta.

Mis ojos se abrieron con sorpresa y esperaron su reacción, que no llegó sino hasta luego de acomodarse el ajustado vestido y tomar sus cosas por fin. Cuando nuestras miradas se encontraron, su sorpresa fue mayor que la mía, puesto que su rostro se volvió pálido y su boca permaneció entre abierta.

La música en aquel lugar era cada vez más insoportable, y aquel inesperado encuentro fue la excusa perfecta para llevarme hacia la salida. Sin darme cuenta, los latidos en mi pecho se amontonaron, y mis manos ansiosas buscaron desesperadamente llevar a esa mujer afuera, conmigo. La tomé por el brazo y salimos en dirección a la calle. Los tacones de sus zapatos sonaban con sus apurados pasos, pero ella mantenía el silencio. No era lo que esperaba, puesto que cada vez que me giraba a verla, la mirada desafiante me enfrentaba. Dentro de mi cabeza, las palabras trataban de acomodarse, sin saber claramente cuáles eran mis intenciones al arrastrarla conmigo de esa manera ¿preguntarle por su ausencia en la sesión de esa semana, interrogarla por su asistencia a aquel bar? ¿Era acaso de mi incumbencia todo lo que hiciera fuera de la oficina? ¿Era yo responsable de alguna manera, por lo que sucediera con ella? Seguimos caminando y busqué dentro de mi bolsillo una llave, la de mi auto. La dirigí hacia el asiento del acompañante, abriéndole la puerta e indicándole que tomara asiento, siendo la escena una réplica de nuestras sesiones. Obedeció y luego me senté a su lado.

Ya sin sorprenderme, se quedó callada, manteniendo su apacible respiración. Yo también, por fuera, mantenía la recta figura de analista, pero por dentro la sangre ardía en su recorrido y mis oídos se taparon.

-No viniste a la sesión de esta semana.

-Lo siento.

Respondió automáticamente.

-¿Hay alguna razón específica?

-No. Simplemente no me sentía bien...físicamente.

Sus ojos no se despegaban del vidrio delantero.

-Sabes que no puedes seguir faltando. Soy muy estricto en cuanto a...

-Me engaña.

La rectitud y la máscara que me cubría, se cayeron y mi rostro se dirigió velozmente hacia un lado, donde ella todavía tenía los ojos perdidos.

-¿A qué te refieres?

-Él...está en Las Bahamas ahora, ¿qué clase de reunión de negocios puede tener allí? Dos pasajes...

Sin encontrarse conmigo, sus ojos comenzaron a humedecerse y sus estáticas manos cobraron vida para secar las primeras lágrimas.

-¿Cuándo lo descubriste?

Para el momento que realicé aquella pregunta, los hechos me impactaron y las escenas de la última sesión se repitieron en mi cabeza.

Habían pasado un par de meses desde que intentó suicidarse por última vez, pero aquella vez, ese día encontró los antidepresivos en esa caja de mudanza, o en realidad...Mis manos, casi en un acto reflejo, se fueron hacia la cartera que descansaba en su regazo. El movimiento fue tan rápido que no lo notó. Al levantarla, su contenido se desperdigó y los frascos naranja fueron expuestos cuando la alfombra se cubrió de pastillas.

-Yo...

Quiso explicarse, pero no necesitaba hacerlo, Aquel fue un error, un impulso que mi cuerpo no pudo soportar.

-Lo siento, no debí haberlo hecho. Todo esto debe ser difícil para ti.

Escondió el rostro y tomó la cartera una vez más, luego de que logré recoger las cosas y devolverlas a su interior. Nos quedamos en silencio de nuevo.

Como piezas de un rompecabezas, todo se iba acomodando en mi mente. La única razón que tenía para tomar aquellos medicamentos que siempre cargaba con ella, era el descubrimiento de la infidelidad de su marido. Aquella última vez, la sesión en que descubrió que existía una extraña conexión entre los viajes de negocios y sus pensamientos suicidas, todos los miedos que decía sentir, se convirtieron en su realidad.

La eterna pregunta me acometió de nuevo ¿Qué tan fuerte puede ser aquello que hay del otro lado de la línea?

Solté el aire que había acumulado en mis pulmones y puse las llaves en el lugar del encendido. Cuando el motor comenzó a andar, ella despertó de su ensoñación. Le dije que la llevaría a casa, puesto que era muy tarde para que anduviera sola y más en aquel estado. No quiso darme la dirección exacta, y me hizo dejarla unas cuadras antes. La vi descender del auto, sosteniendo sus pertenencias y despidiéndose con un gesto. Se lo devolví y luego dejé en la guantera los frascos naranja.

Línea de separación [BangYongguk]Where stories live. Discover now