La semana siguiente a aquella reprochable llamada, ella apareció frente a mis ojos vistiendo aquel ajustado vestido de fiesta y un arrollador perfume que combinaba bastante bien con el rojo de sus labios. Su rostro en alto y los pasos estilizados gracias a los tacones, la transportaron desde la entrada hasta el lugar frente a mí, luego de casi un mes de ausencia. Se sentó y sonrió tímidamente.
-Es la cena anual en la empresa. Es el único momento en que puedo aparecer públicamente.
Explicó. Asentí, intentando disimular el impacto que generó en mí su cambio de actitud. Estaba contenta, expectante.
-Podrías haberte excusado por hoy, a fin de cuentas es un acontecimiento importante.
Escondí mis ojos detrás de los anteojos.
-Así es, pero preferí venir. Ya me ausenté bastante, además esto también es importante para mí.
Lo tomé como una buena señal.
-Entonces, dime ¿cómo ha estado la relación con tu marido?
No podía dejarlo pasar, solamente habían sido algunos días desde la vez que la llamé y escuché la voz de él a su lado. Utilicé la excusa de que por lo menos una vez en cada sesión debía ocuparme de aquel tema, dada la importancia de su figura para el caso. Seguía siendo un enigma para mí, además del hecho de que era casi dueño de una conocida empresa de la ciudad. Ella solía darme pequeños trozos de información pero jamás se explayaba demasiado, sin embargo ahora quería saber.
-Bien...anoche...anoche hicimos el amor...
Humedeció sus labios y escondió el rostro.
Descreía que los seres humanos tuvieran el poder de leer las mentes, sin embargo, allí estaba otra vez, realmente inclinándome por aquello como una idea completamente normal. Después de la conmoción, recuperé mi lugar y también decidí tomarlo como una señal de que nuestro trabajo estaba arribando a buen puerto. Necesitaba saber lo que era importante para ella, lo que consideraba esencial en su vida. Si aquello lo era, así debía tomarlo.
-Continúa.
-Creo que fue el momento...regresó hace unos días y me dijo que podía acompañarlo a la fiesta y yo me sentí tan...emocionada. Pensé que no podía hacerlo otra vez, tener ese tipo de sensaciones...Una cosa llevó a la otra...fue mágico. Extrañaba tanto su cuerpo y la forma que sus besos saben...fue como viajar en el tiempo...
Ese brillo en sus ojos, esa curva en sus labios; se había transformado frente a mí. El cansancio, la tristeza, o lo que sea que fuera que cargaba, ya no la oscurecían. Brillaba. Mis ojos se despojaron de los anteojos que parecían reflejar toda esa luz, y me dediqué a apreciar todo aquel momento. Me lo permití porque sentía que era una oportunidad única en la vida.
Sin embargo, cuando menos me lo esperé, todo volvió a ser tinieblas y esa expresión que parecía haber anhelado por mucho tiempo, se apagó.
-Nos quedamos abrazados y justo antes de quedarse dormido me habló, me dijo que era hermosa y que me amaba...
No entendía por qué luego de esas palabras, las lágrimas comenzaron a aflorar en sus ojos.
-Como una idiota le sonreí y luego...escuché ese nombre.
-¿Ese nombre?
-El nombre de esa mujer.
La empatía era algo que nos enseñaban a tener para con los sufrientes sujetos de quienes nos ocupábamos. Debíamos tratar de ponernos en su lugar, ver las cosas de la misma forma que ellos lo hacen, tratar de comprenderlos y a su accionar. Creía que era empatía lo que me hacía sentirme tan devastado como ella en el momento de esa revelación, pero luego me di cuenta que estaba equivocado y que en realidad estaba furioso.
-Sabes que no te merece.
Le dije y fue en aquel momento, al ver la reacción en su rostro, que decidí que no solamente me quedaría sufriendo la falta, anhelando su presencia en mi consultorio todos los miércoles, sino que sería yo quien la transformaría en una mujer fuerte, independiente y capaz de sobrellevar todo aquello que la sumía en la tristeza. Ya no era un analista, como nunca lo fui estando con ella.
Mi rostro mantuvo la seriedad, pero mis manos sostenían un temblor que parecía reflejar los latidos de mi corazón. Sus lágrimas se detuvieron, pero sus ojos permanecieron luminosos. Pareció la eternidad caber en nuestras miradas ¿Qué estaba haciendo? La línea se encontraba allí, debajo de mis pies pero yo no la notaba ¿o sí?
Hubiera sido mejor decir que fue ella quien avanzó, porque eso me habría dejado con un poco de profesionalidad, pero en realidad, fue mi cuerpo vencido ante su volátil existencia, el que me transportó desde el sillón hasta su silla, en donde permanecía quieta, solamente siguiéndome con la vista. Me paré a su lado y sentí que la electricidad ya era insoportable, por lo que necesité tomarla en brazos para calmarme. Su arrolladora fragancia penetrando todos mis sentidos, mareándome, elevándome. Su calidez y la fragilidad de su porte, uno que parecía caber perfectamente entre mis brazos. Asombroso.
Mi desesperada mano tomó luego su cuello y casi imperceptiblemente fue memorizando con mis dedos, cada partícula de su piel. Terminó a un lado de su boca, como pidiendo permiso para el beso que sucedió después.
¿Quién era? ¿Quiénes éramos? ¿Quiénes seríamos cuando el reloj sobre el escritorio marcara el final de la sesión? Y qué había más allá de la línea de separación...Me lo había preguntado antes, y pensé que lo sabía, que no había algo que pudiera succionarme hacia aquel lado, pero era demasiado ingenuo. La racionalidad no existe del otro lado, aquel en el que me encontraba parado, sosteniéndole entre mis brazos, probando la dulce miel de su boca.
El aire comenzó a escasear y sus lágrimas humedecieron mis labios. Me despegué y la vi llorando silenciosamente, sin ánimos de detener nuestra unión. Volví a abrazarla, pegándola cada vez más a mi pecho, tratando de fundirla con mi existencia. Lo entendía, entendía que el tremendo error que acabábamos de cometer, pero ¿cómo volver el tiempo atrás? Y mucho más, ¿cómo hacerlo cuando en realidad no nos arrepentíamos de lo sucedido?
El consultorio no había estado tan silencioso como aquel día. El satén de su ajustado vestido ardía contra mí, su larga trenza parecía encadenarme, y el rojo de sus labios se había trasladado a sus pupilas, todavía sin decidirse a decirme que estaba mal, que no debíamos.
Alguien golpeó a la puerta y apresuramos la despedida. Aun así, no había remordimientos.
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Línea de separación [BangYongguk]
FanfictionDeseo. Amor. Pasión ¿Cómo darnos cuenta de la diferencia? ¿Eran del todo diferentes? Bang Yongguk creía saberlo, es decir, se había preparado por muchos años para ayudar a los hombres y mujeres comunes a no dejarse engañar, a discernir la línea de...