Capítulo #2

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En el transcurso del día me la pasé perdida en mis pensamientos, en las palabras que había dicho Carol. Ella estaba al tanto sobre mis noches de insomnio a causa de mis pesadillas, sin embargo, nunca se lo había mencionado. Entonces ¿cómo es que se había enterado? Solo podía pensar en una razón; ella sabía más de lo que aparentaba. La campana sonó, era hora del almuerzo. Me levanté de la silla y empecé a guardar mis útiles en la mochila. Al salir del aula, la castaña me interceptó sin darme tiempo de evitar su encuentro.

-Cassandra, ¿podemos hablar?

-No tenemos nada de que hablar. -respondí cortante.

-No puedes evitarnos lo que resta del día. -apresuró su paso estando a mi lado.

-Claro que puedo.

-Estas actuando impulsivamente, Cassandra. No porque estés molesta con Carol tienes que estar conmigo también. -habló con mayor fuerza.

Detuve mi andar y la miré. -Estoy furiosa con Carol, pero con ustedes si estoy molesta. Me dolió saber que me ocultaron esto durante todo el año escolar, me dolió que actuaran como si nada mientras yo les contaba todo. Me siento un poco traicionada, Miram.

-Lo lamento, Cassandra. Te juro que no era nuestra intención, sólo creímos que sería lo mejor. -excusó.

-Pues no lo fue. -ladeé la cabeza. -Y ahora pareciera como si ocultaran algo más grande que todo esto.

-No es así.

-Entonces dime que es, que es de lo que estaba hablando Carol.

Se quedó en silencio por un momento. Supe ahí que no diría nada, que prefería guardar el secreto como lo hizo Carol.

-No... puedo hacerlo, Cassandra.

Sonreí de lado con un dolor en el pecho. -Lo sabía.

-Cassandra...

-En serio, Miram, no se molesten en ir a despedirme. Ya no es necesario.

Seguí caminando, dejando a Miram con las palabras en la boca. No quería escuchar más, no lo necesitaba. Habían sido demasiadas mentiras y preguntas sin respuesta alguna, y era doloroso saber que lo que había pasado no tenía vuelta atrás. Las chicas se negaban a contarme la verdad, de la realidad de la que habló Carol, por lo tanto, yo me negaba a querer arreglar las cosas con ellas.

Sin darme cuenta me encontraba en el jardín de la escuela. Cansada de caminar y de pensar en las chicas, me senté debajo de un gran árbol. Como el clima seguía húmedo y frío, el olor a tierra mojada y corteza húmeda inundó mis fosas nasales. Cerré los ojos dejando que aquel aroma me llenara completamente, relajándome. Sin embargo, no pude evitar dejar que mis pensamientos volvieran a recordar la discusión que tuve con mis amigas. No pude contener las ganas de llorar. Aunque no quisiera hacerlo, era algo que necesitaba; sacar todo ese dolor que sentía. De repente, una gota fría bajó por mi mejilla, luego otra y otra. Al levantar la mirada me percaté que había empezado a llover. Era como una de esas películas donde la protagonista se encuentra en medio de la lluvia, lamentándose sobre su ridícula vida. Esto era un poco extraño, ya que desde en la mañana el clima había cambiado repentinamente, pero no me quejaba. Si había algo que me gustara más que el aroma a tierra mojada era la lluvia cayendo sobre mi piel. Me levanté y no para correr a dentro del colegio como lo hacían varias personas, sino para caminar bajo la lluvia. Amaba la sensación de las gotas en mi piel, me gustaba mucho la lluvia. Me... relajaba.

Después de unos minutos más bajo la lluvia decidí que ya era tiempo para entrar a clase. Y aunque estaba un poco empapada, no me importaba en absoluto.

Toqué con lentitud la puerta del salón, esperando que alguien abriera. Unos segundos después, una mujer de tercera edad de dulce mirada mi recibió.

-Señorita Peterson, esta mojada. -señaló lo obvio. -Pescará un refriado.

-Lo sé, profesora Linq. -respondí. - ¿Puedo pasar?

-Claro, claro. -dijo abriendo a puerta, dejándome pasar.

Le di una pequeña sonrisa al sentarme en mi lugar. No había sido la única en llegar más que mojada, varios alumnos estaban igual o peor que yo. La profesora continuó con su clase, lamentablemente yo no prestaba atención. Las siguientes clases fueron más de lo mismo; una última clase, una despedida grupal. Al llegar la última clase me sentía con más energía, puesto que ya podría irme a casa y dejar este lugar para siempre.

La lluvia aun no cesaba. No estaba preparada para una lluvia torrencial, por lo que tuve que caminar debajo de ella hasta llegar a casa de la Tía Emily. En el camino estuve pensando en todo lo que había ocurrido en el colegio, deseando terriblemente empezar una nueva vida alejada de todo este desastre que había surgido a tempranas horas del día. Al llegar a casa subí rápidamente para cambiarme la ropa mojada por una seca y cómoda.

Bajé a la cocina, esperando encontrar a Emily preparando la cena, pero en su lugar encontré una nota con una caligrafía casi perfecta.

"Tuve que ir a arreglar unos asuntos en el trabajo. La cena está en el microondas, es tu favorita. No me esperes despierta. Te veré mañana en la mañana para irnos,

Besos,

Em."

Solté un suspiro y me limité a calentar mi comida. Minutos después, después de terminar la cena y lavar los trastes, me dirigí a mi habitación. Era deprimente ver las cuatro paredes vacías y cajas por todos lados. Sin nada más que hacer me metí a la cama, cayendo en los brazos de Morfeo . . . .



Mi cuerpo temblaba, apenas podía moverme a causa de mis piernas de gelatina. Todo a mi alrededor era un desastre borroso; había muchas personas junto a mí, moviéndose con rapidez. Giré a ver a mi izquierda, encontrándome a una chica de cabellos negros. Ella giró a verme; su rostro era un poco borroso, pero podía distinguir con claridad sus ojos color azul intenso. Como por arte de magia, sus facciones empezaron a ser más claras, dejándome ver su pequeña boca carnosa. Esta se movía gritando palabras que no entendía, después señaló algo con desenfreno. Por instinto volteé a ver hacía donde su dedo señalaba; dos figuras masculinas se encontraban no tan lejos de nosotras. En segundos sentí como mis pies empezaban a moverse, corriendo en dirección a los dos chicos. Al llegar pude presenciar con mis propios ojos como el chico más alto apuñalaba al otro. Éste cayó de rodillas al suelo, mientras que lentamente la sangre mojaba su ropa. No sé dónde salió tanta fuerza, pero empujé al chico lejos de mí y del chico que se encontraba en el suelo. Me arrodillé a lado del chico y lo tomé entre mis brazos. Sentí como las lágrimas bajaban por mis mejillas y como su sangre mojaba mi ropa.

-Te... amo... -murmuró con la voz en un hilo.

-No me dejes. -dije con la voz entrecortada. -No lo hagas, no ahora.

Una pequeña sonrisa apareció un su perfecto rostro al mismo tiempo que una lágrima bajaba por el lado izquierdo de su rostro.

-Te salvé... por fin lo hice.

-No... por favor. -murmuré desesperada. -No puedo vivir sin ti.

-Cassandra, siempre has podido hacerlo. -respondió. -Sabrás como vivir sin mí.

Poco a poco, sus parpados empezaron a cerrarse a la vez que sollozaba que no lo hiciera, que no me dejara.

- ¡No! ¡No, lo hagas! ¡Abre los ojos! -exclamé con la cara empapada de lágrimas. - ¡NO! ...



Me incorporé rápidamente de la cama. Mi pulso estaba acelerado y mi respiración era irregular. Toqué mi rostro, percatándome que estaba llorando. -Es un sueño. -murmuré para mí. -Es solo un sueño.

The Four Elements © |B#1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora