Prólogo.

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Los rayos de sol golpean fuerte su piel y la brisa marina mece su cabello mientras corre con una enorme sonrisa trazando su pálido rostro detrás de una niña con sus mismos rasgos faciales y largo cabello castaño.

Sus largos pantalones color mostaza se pegaron a su piel en cuanto llegó hasta la orilla de la playa, enviándole de inmediato escalofríos al sentir el contacto con el agua. La niña seguía corriendo, siguiendo la línea que las olas trazaban sobre la arena húmeda.

— ¡Emma, espera a papá! —gritó haciendo un esfuerzo sobrehumano— ¡Ya me cansé, cariño! —añadió esbozando una sonrisa cuando la pequeña se giró hacia él con el ceño fruncido— Mamá nos está esperando para ir a cenar.

— Quiero seguir jugando —se quejó caminando hacia su padre.

— Cuando regresemos al hotel podrás seguir jugando ¿Trato? —dijo ofreciéndole el dedo meñique, la niña evaluó su gesto por unos instantes y cuando decidió que era sensato creerle, levantó su propio meñique y lo entrelazó.

— ¡A que no me atrapas! —gritó ahora, corriendo de vuelta al Hotel.

Gerard levantó la rodilla de la arena e inspirando una gran bocanada de aire, salió corriendo detrás de su pequeña hija.

— ¡EMMA! 

Parpadeó un par de veces, el aroma a mar seguía intacto en sus sentidos, pero ahora estaba sentado en su cama, completamente sólo, restregándose los ojos para enjugar las lágrimas. Con paso torpe llegó hasta la habitación junto a la suya, vacía también.

— Emma… —susurró dejando caer un par de lágrimas.  Su corazón dio un vuelco al sentir el aroma a frutas del perfume que su hija usaba cada vez que iba al preescolar. Pero la niña no estaba ahí.

Aun con su corazón latiendo fuertemente caminó hasta su cuarto, tomando el teléfono celular desde la mesita de noche y marcando un número conocido. Al tercer timbre contestó una voz femenina, pastosa por el sueño.

— ¿Qué sucede ahora, Gerard? —gimoteó al verse despertada.

— Emma… —fue lo único que salió de sus labios, con las lágrimas surcando ríos en sus mejillas— ¿Dónde está Emma, Lindsey?

Un bufido de molestia se escuchó al otro lado de la línea, luego el sonido del colchón y unos pasos. Finalmente ella habló de nuevo.

— Gerard, por favor es hora de que hagas tu vida. Yo decidí seguir con la mía ¿Por qué no puedes hacer lo mismo? —sonaba herida, intentando razonar con un hombre que no entendía aquel punto. Siempre dando vueltas en el mismo tema.

— Em… —pero fue interrumpido por un resoplido de molestia.

— Nosotros no tuvimos una hija, Gerard ¿Cuántas veces quieres que te lo explique? ¡No fuimos padres! ¡Me aburrí de ti y…! —su tono de voz bajó a un murmullo— Por favor, Gerard. Detente ¿Está bien?

— Pero Lindsey… —como respuesta tuvo el sonido del final de la conexión.

Siempre había sido aquella la respuesta de su ex esposa, pero él no creía ni una de sus palabras. Él tenía vívidos recuerdos con su hija, los cuales terminaban hace 7 meses atrás, cuando Emma había desaparecido misteriosamente, sin dejar rastros. Ni siquiera en casa.

Los únicos vestigios de que alguna vez existió, estaba en casa, los dibujos, las cosas en su cuarto, su aroma e incluso una fotografía que Gerard guardaba celosamente en su billetera. Todo lo demás había desaparecido.

Sus ojos se negaban a cerrarse una vez más y su cuerpo estaba demasiado despierto como para obligarlo a dormir. Repitiendo el patrón que venía repitiendo desde hace siete meses, más nunca llevaba a cabo desde aquel día tres meses atrás en el que su esposa se había ido de casa, decidió ir a la policía.

Unos jeans y una chaqueta de cuero cubrieron el pijama que llevaba debajo, tomando su billetera y las llaves del auto salió corriendo a la puerta principal. Y tras dar una última mirada a la sala donde la niña solía ver televisión antes de irse a dormir, cerró la puerta a sus espaldas.

La estación de policía más cercana quedaba a tres cuadras de su casa, la había visitado múltiples veces por fuera. Después de que, la duración del caso por el posible secuestro de su hija se cerrara seis meses atrás, no había regresado al lugar.

Y ahí estaba, con unas cuantas luces encendidas y un hombre trajeado haciendo guardia en la puerta. Recibiendo una mirada de reojo entró en lugar, completamente desierto a excepción de un hombre que dormía distraídamente sobre su escritorio.

Aclarándose la garganta se acercó hasta él, quien de inmediato reaccionó sonriéndole al verle. Era un hombre joven, con ojos pardos y cabello castaño oscuro, una nariz redonda y labios delgados, con la piel ligeramente bronceada y tatuajes en las manos y le cuello.

— ¿En qué puedo ayudarle? —se puso de pie de inmediato, extendiéndole una mano.

Gerard la tomó y sacudió lentamente, examinándolo con la mirada. El hecho de que fuera un novato facilitaba las cosas, los que llevaban más tiempo en la comisaría lo conocían de vista ya y lo ignoraban cuando presentaba su caso.

— Vengo a denunciar un secuestro —declaró con la mirada fija.

Los gestos del contrario se tensaron, más no desvió la mirada. Asintiendo lentamente le ofreció asiento y él mismo se sentó también, comenzando a tipear la orden en el computador.

— ¿Su nombre?

— Gerard Way.

— Un gusto, soy Frank Iero y haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte —murmuró dándole una sonrisa fraternal, derritiendo de inmediato el hielo en torno a Gerard.

paramnesia ・ frerardWhere stories live. Discover now