De verdad quería pensar que ver a Emma no había sido más que mi cerebro avisándome que mi sistema nervioso estaba a punto de estallar. Pero por otro lado, me negaba a creer que eran pensamientos infundados.
Había visto a mi pequeña en pésimas condiciones, rogando por ayuda con sus ojos.
Y luego, como si fuera el viento, había desaparecido.
Frank había intentado restarle importancia, pero mi mente no dejaba ir ese recuerdo. Supongo que así funciona la mente cuando te conviertes en padre.
E incluso ahora, después de casi una semana desde aquella noche, seguía en su tarea de restarle importancia a mis pensamientos. Me había dedicado a imprimir nuevamente toda la información que Alan me había enviado al correo y gran parte del día me la pasaba leyéndola una y otra vez, buscando entre las líneas, tratando de encontrar algo que no había visto antes.
Pero todo seguía igual, no había nada nuevo.
Nada en lo absoluto.
Hace dos días se habían cumplido ocho meses desde que Emma fue secuestrada. Ocho malditos meses de incertidumbre… ocho meses en los que fui despojado de todo, pasando a ser un patético montón de restos de lo que era anteriormente.
Y había llamado a Lindsey en una especie de conmemoración a la memoria de nuestra hija. Pero sin importar que tan grandes fueran los hechos, que tan seguro estuviera yo de todo esto… ella seguía negándolo ¿Cómo es posible que una madre se olvide de su propia hija? Después de todo es sangre de su sangre, carne de su carne… la cargó en el vientre por casi nueve meses. Y aun así, ignora todo lo que está sucediendo.
Hubo un tiempo en el que creí que estaba pasando por una especie de trauma por la desaparición de Emma, pero luego supe… cuando comenzó a llamarme loco, cuando me daba la espalda, cuando se mudó definitivamente. Que ella la había olvidado.
O que había decidido olvidarla.
Me sentí solo, más solo que nunca y completamente desgraciado.
Pero cuando Frank apareció… fue como si mi luz de esperanza se hubiese encendido nuevamente. Este sonriente ángel de la guardia me había comenzado a cuidar y a velar por mí. Frank había aparecido en el momento preciso y lo único que me pedía a cambio eran abrazos esporádicos, sonrisas y algunos besos.
Pero los últimos días había cambiado.
Lo sentía diferente, como cuando estás ocultando algo o cuando te preocupa algo.
Sus llamadas por teléfono comenzaron a ser más largas y más frecuentes y por lo general prefiere encerrarse en su cuarto o salir al pasillo cuando esto pasa. Cuando le pregunto acerca de la comisaría cambia el tema y desde hace varios días que no me habla acerca del seguimiento del caso de mi hija.
Lo peor es su nerviosismo, definitivamente se pone nervioso cuando está conmigo. Y ni siquiera la noche anterior, cuando intenté tener sexo con él, cedió.
Frank ocultaba algo. Y yo iba a adivinarlo.
— ¿Frank?
Era la tercera vez que llamaba a su teléfono y nuevamente me había enviado al buzón de voz. Lo intenté una vez más y nada sucedió. Frank no contestaba mis llamadas. Y, según la hora, debía haber llegado a casa hace más de dos horas.
Definitivamente andaba algo mal aquí, algo sucio y extraño.
La noche cayó, mis ojos comenzaron a cerrarse, vi la luna llegar a lo más alto del cielo y luego comenzar a bajar… Frank no llegaba a casa.
Cuando el reloj estaba cerca de marcar las cuatro de la mañana, el cerrojo de la puerta giró y fue empujada desde fuera. Frank entró sin encender la luz y, caminando pesadamente se dirigió a su cuarto, sin siquiera notar que yo estaba esperándolo en el sofá.
Inspiré fuertemente y fui tras él, tenía una idea para averiguarlo todo con ayuda de Alan, pero necesitaría la identificación de Frank.
Y sabía perfectamente cómo conseguirla.
— Hola —dije deteniéndome en su puerta, él estaba desabotonándose la camisa y se giró a verme, lucía cansado.
— Gerard, pensé que estabas dormido —murmuró desabotonándose las mangas de la camisa yo negué y me acerqué a él, lentamente, de manera casi gatuna, Frank me miró alzando una ceja.
— No podía dormir —le susurré al cuello, lo sentí estremecer.
Dejó caer sus brazos y buscó mis labios bruscamente, yo le ignoré y procedí a quitarle la camisa para luego bajar a quitarle el pantalón. Me hinqué frente a él, con mis manos en el cierre de su pantalón y la mirada fija en su entrepierna.
Realmente no sabía qué tenía que hacer. Pero mis intereses eran mayores que mi falta de experiencia en lo sexual, así que procedí con lo aprendido por lógica.
Procedí a deshacerme de su pantalón, él simplemente alzó una pierna a la vez para ser desvestido, lo mismo con su ropa interior. Y antes de lo que esperaba lo tuve frente a mi completamente desnudo. Por un lado era lo que esperaba… pero ahora los nervios estaban matándome.
Con las mejillas completamente rojas tomé su extensión y la guíe a mi boca. Era todo tan malditamente extraño pero sus gemidos de placer me indicaban que lo estaba haciendo bien. Se dejó caer sobre la cama y yo a su lado y antes de darme cuenta Frank había acabado en mi boca.
Nunca había probado ese sabor, jamás. Pero no era tan malo como Lindsey lo describía cuando hacíamos el amor.
— Te dejo el trabajo a ti —Frank susurró mordiendo mis labios.
Entonces supuse que quería que esta vez fuese yo el activo. Bien, mejor para mí.
Lo dejé acomodarse sobre sus rodillas en la cama y sus manos aferradas contra el respaldo y de vez en cuando me miraba por sobre el hombro, entre divertido y expectante. Usé el frasco de lubricante que él tenía en la mesita de noche y entonces lo hice.
Demonios. Se sentía mucho mejor que estar al otro lado de eso.
Sin querer me dejé llevar, tomándolo por la cintura para moverlo contra mí, dejando ir a mis caderas también en un repetitivo y violento vaivén. Sus gemidos eran cada vez más fuertes y realmente parecía estar disfrutándolo todo. Me escuché decir su nombre un par de veces, pero no sonaba como mi voz, eran casi gruñidos que salían de mis labios.
Frank suspiró fuertemente y luego prácticamente gritó, indicándome que no me alejara de cierto punto. Seguí haciéndolo hasta que la presión aumentó y entonces, sin querer, todo terminó para mí.
Ambos caímos sobre la cama, junto al otro, con el pecho subiendo y bajando de manera acelerada.
Frank encendió un cigarrillo y yo me quedé a su lado, con la mirada fija en el techo, esperando.
Esperando.
Esperando.
Y entonces el momento llegó. Frank apagó su cigarrillo contra el cenicero, me dio un ronco ‘buenas noches’ y dejó caer la cara contra la almohada. En menos de cinco minutos su respiración se había normalizado y ahora dormía plácidamente a mi lado en la cama.
Mi corazón latía a mil por hora, mis manos habían comenzado a sudar pero sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Lentamente me puse de pie y fui hacia su billetera, la abrí despacio y tomé de ella la identificación de Frank, revisé y varios de sus documentos tenían el mismo nombre, pero entre todo, había otra identificación con exactamente el mismo registro sólo que cambiaba su apellido: Johnson.
¿Frank Iero? ¿O Frank Johnson?
¿Quién es Frank? ¿Y por qué necesitaría poseer una identificación falsa?
Después de todo es policía…
Detuve el hilo de mis pensamientos porque Frank se removió en la cama, más no hizo intento por levantarse.
Dejé las cosas en su lugar y fui a mi cuarto, me puse ropa limpia, guardé sus dos identificaciones en mi bolsillo, tomé mi celular y me marché de ahí.
Tenía que encontrar un lugar seguro para hablar con Alan. O buscar por mi cuenta.
Fuese lo que fuese… iba a descubrir qué era lo que Frank ocultaba.
Aunque luego no me gustara ver el resultado de mi búsqueda.
Quizá… sólo quizá, saber la verdad acerca de él, me acercaría a mi hija.
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paramnesia ・ frerard
Fiksi Penggemar¿Qué hacer con una hija desaparecida y una esposa que niega la existencia de la misma? ¿Qué hacer con los recuerdos y la impotencia al no tener noticias de ella? Gerard Way decidió encargarse de la situación él mismo y un policía recién egre...