Capítulo 16: Llegaste lejos

1.3K 199 101
                                    

Sentía el pequeño corazón de Emma golpear contra su pecho, pegado al mío, casi acompasando nuestros latidos mientras mis ojos buscaban una cámara de seguridad o algo que pudiera delatar mi presencia ahí. Aunque los cuatro cuerpos en el pasillo eran suficiente aviso de intruso.

— Vamos cariño, tenemos que regresar a casa —dije besando su frente, afirmándome contra la pared para ponerme de pie con ella en brazos. Y aunque no había una casa a la cual regresar, el saber que estaría con mi hija era suficiente consuelo para casi un año de agonía.

Fui hasta la cama para tomar la delgada manta y cubrirla con ella, después de todo afuera aún era de noche, logré cubrir su rostro para que no viera los cadáveres a metros de nosotros y comencé a salir con Emma en brazos, fuertemente ferrada a mí.

Unos murmullos se escuchaban en los cuartos junto a nosotros, todos de voces delgadas, asustadas… eran niñas. Casi una decena de otras Emmas esperaban su destino a una escasa distancia de nosotros y yo, con mi egoísmo, les resté importancia, pasando por alto a esas niñas que sufrirían un terrible destino dentro de poco.

Con la idea de enviar a la corrupta policía a aquel lugar en cuanto tuviera a mi hija a salvo, seguí caminando hacia la salida. Uno de los hombres seguía con vida, más había perdido demasiada sangre como para impedirme abandonar ese terrible lugar.

Mis ojos viajaban nerviosos por todas partes, buscando algo que revelara una presencia extraña, el que estuviera todo tranquilo y en silencio me ponía los nervios de punta. No era normal, no en un lugar así y mucho menos con mi suerte. Pero a pesar de todo logramos atravesar la primera puerta, el peso extra de mi hija parecía nada producto de mi excitación, las enormes puertas dobles a lo lejos se veían imposibles. Pero una vez las atravesáramos seríamos libres nuevamente, libres de toda esta mierda.

El único sonido –aparte de las gotas golpeando contra el techo varios metros sobre nuestras cabezas- en el lugar eran mis pasos amortiguados, irregulares, rápidos e incluso algo torpes producto de mis nervios. Cuando estábamos como a la mitad del enorme recinto, escuché un portazo a lo lejos.

Era la puerta de segundo piso.

Miré de reojo, sólo para saber si debía esconderme o  buscar mi arma, pero mi sorpresa fue mayor. No era Frank ni uno de sus guardias, oh no. Era Lindsey. Apuntándonos con un arma.

Lindsey, mi propia esposa. La madre de Emma.

Y esto confirmaba todas las sospechas que alguna vez había tenido. Lindsey, ella había vendido a nuestra hija a cambio de los malditos papeles verdes. Lindsey…

— ¿A dónde crees que vas?

Su voz sonaba demasiado fría, era como si estuviera hablando con un extraño en lugar del hombre con el que había convivido tantos años, Emma tembló en mis brazos, aferrándose a mi espalda con sus pequeñas manos, estaba aterrorizada de recuerdos en los que, por su bien, yo jamás escarbaría.

Me giré sobre mis talones para enfrentarla, ella bajaba con su espalda pegada al borde de la escalera de metal, sus dos manos aferradas al arma, su pulgar sobre el gatillo, vi sus ojos viajar de mi rostro a dónde se supone que debería estar el de Emma y luego desviarse hacia otro punto, cuando terminó de bajar las escaleras, se acercó a nosotros con pasos lentos.

— ¿Desde cuándo? —pregunté cuando ella estuvo lo suficientemente cerca, Lindsey enarcó sus cejas y lanzó una cruel risotada.

— Ahora mismo no estás en condiciones de hacer preguntas, Gerard —respondió humectando sus labios con la filosa lengua, mis ojos subieron a los suyos y le sostuve la mirada por unos instantes antes de obligarme a desviarla.

paramnesia ・ frerardWhere stories live. Discover now