En cuanto me encontré solo nuevamente en el interior del apartamento supe que mi siguiente movimiento sería correr al hogar de aquel tipo, la verdad me esperaba ahí… la verdad acerca de todo. Absolutamente todo. Tenía la certeza de ello.
Abrí mi mail en el ordenador de Frank y encontré el mensaje con dicha dirección, no quedaba muy lejos y para perder el rastro –si es que había alguien vigilándome– iría caminando hacia allá. Luego de anotar la dirección en un trozo de papel cerré mi cuenta y borré el historial. Preocupándome de no dejar nada sospechoso a la luz salí del lugar, llevando mi copia de llaves conmigo.
Cuando estaba por llegar al final del pasillo una mujer anciana me saludó y sonrío, yo le sonreí también, sin fijarme mucho en ella por a prisa que llevaba. Pero luego, cuando llegué al primer piso, pensé que había algo extraño en ella. Quizá lucía sospechosa.
O es que mi mente estaba comenzando a trastornarse y ahora cada rostro me parecería sospechoso.
Pasé corriendo junto a la cabina telefónica que había visitado en la mañana y luego de varias cuadras encontré la indicada en el trozo de papel. El número de la casa era de tres dígitos y los que estaban frente a mi tenían cuatro, así que tenía que comenzar a bajar hacia el oeste.
Mis manos temblaban y más de una vez tuve que secarlas contra la tela de mis pantalones, porque el sudor podría arruinar la tinta en el papel. Mordía mis labios con nerviosismo, y cada persona que pasaba a mi lado parecía querer meterse conmigo.
Incluso me pareció ver a Frank en un par de automóviles, pero era imposible. Y eso me decía que definitivamente estaba enloqueciendo.
Cuando finalmente llegué llevaba una media hora caminando, estaba algo cansado y me detuve frente a la casa con el bendito número. Era de dos plantas, pintada de un azul claro, todas las ventanas tenían las persianas abajo y algo me decía que la basura esparcida en el antejardín llevaba vario tiempo ahí.
Quizá fue el césped aplastado bajo una llanta, cuando comencé a caminar hacia la puerta pintada de color blanco, descascarado.
Toqué un par de veces, estrujando mis nudillos al escuchar unos pasos al otro lado de la puerta. Eventualmente esta se abrió, lo suficiente para dejar a un par de ojos azules asomarse por el pequeño espacio, su boca con una barba de algunos días se frunció al verme y me recorrió de pies a cabeza antes de hablar, con el entrecejo fruncido también.
— ¿Quién eres tú y quien te envió? —dijo a modo de saludo.
Hice una mueca, los amigos de Alan no eran precisamente amigables.
— Mi nombre es Gerard Way. Alan dijo que iba a faxearte la información que había conseguido acerca de mi… eh… —me acerqué un poco hacia él— acerca de mi caso.
Me analizó nuevamente con la mirada, yo le devolví una mirada solemne también. Lo encontré con sus ojos fijos sobre los míos, como intentando buscar un rastro de mentira en ellos. Pero no era así. Luego de unos minutos sonrío y cerró la puerta, al instante la abrió nuevamente, ahora por completo y me hizo entrar con un gesto de la mano para luego cerrarla fuertemente a mis espaldas.
Tuve que contener el aliento por unos instantes, el hedor me hizo escocer los ojos y los froté, tratando de acostumbrarlos también a la penumbra del lugar. Haciendo una mueca de asco recorrí la habitación con la mirada. Era claramente una sala, pegada a un comedor, al final, detrás de un arco se veía una cocina y al otro extremo un baño.
Todo estaba terriblemente desordenado y hedía a suciedad y agua estancada, atestado de papeles por todas partes, todas las paredes y superficies tenían recortes y hojas de información.
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paramnesia ・ frerard
Fanfiction¿Qué hacer con una hija desaparecida y una esposa que niega la existencia de la misma? ¿Qué hacer con los recuerdos y la impotencia al no tener noticias de ella? Gerard Way decidió encargarse de la situación él mismo y un policía recién egre...