No sabía qué demonios hacer, estaba increíblemente desconcertado y veía desde lejos como los bomberos seguían moviendo los escombros para comprobar que no hubiese un riesgo de explosión. Toda mi vida estaba ahí. Mis ahorros, mis recuerdos, mi futuro y pasado.
Lo había perdido todo, tanto lo material como lo sentimental.
Y lo único que me había quedado era lo que tenía en mis manos… bajé la mirada y contemplé el mísero oso de peluche como un recordatorio de mi último año.
Todos mis esfuerzos, todas mis lágrimas… todo se resumía a eso. Un oso de peluche que alguna vez fue abrazado por mi pequeña Emma. De quien ahora no tenía pruebas de su existencia.
Habían hecho desaparecer todo con respecto a ella… y ahora, ahora también había perdido esto. Era como si alguien estuviese detrás de todo, como si alguien estuviese tratando de eliminar hasta el más mínimo recuerdo de mi hija.
Pero había un lugar al que no podía llegar nadie, un lugar donde su recuerdo estaba a salvo: mi cabeza.
Vi como los bomberos terminaban con su trabajo y rato después llegaba un auto de la policía para tomar el registro de las cosas. Di mi declaración y ellos siguieron trabajando en torno a lo que alguna vez fue mi casa, mi refugio… entonces supe que no había nada más para mi ahí.
Regresé a mi auto y me quedé un buen rato en el asiento del conductor, eventualmente comencé a llorar y mi cabeza golpeó un par de veces contra el volante. Estaba desconsolado… y el patético oso de peluche me miraba desde el lugar del copiloto.
Un rato después escuché cómo se abría la portezuela del otro lado y giré la cabeza, era Frank. Y sonreía. Intenté sonreír también pero fue inútil, lo vi subirse y cerrar la puerta a sus espalas. Traía puesto su uniforme.
— Esta mañana llegué a trabajar y dijeron que anoche se había declarado un incendio por éste sector —comentó—, no imaginé que había sido tu casa. Lo siento…
— No importa —dije, pero sí importaba y mucho.
Frank sonrió de lado y encendió un cigarrillo. Yo me sequé las lágrimas y me incorporé en mi asiento, lo miré y por un momento recordé las escenas de la noche anterior. Ahora mismo parecía un sueño tan lejano… había sido todo tan perfecto y hoy se arruinaba todo nuevamente.
Maldita realidad.
— ¿Tienes dónde ir? —me preguntó ofreciéndome el cigarrillo. Yo negué a ambos y él volvió a llevárselo a los labios—, si quieres… sé que sonará estúpido pero… si quieres puedes venir conmigo. Mi apartamento es grande y tengo una habitación libre, no tienes que preocuparte por los gastos y puedes seguir con la búsqueda….
Pero interrumpí sus palabras lanzándome a sus brazos. Necesitaba tanto algún sostén y él había vuelto a llegar en el momento justo. Frank no dijo nada y simplemente me abrazó de vuelta, sentí como jugueteaba con mi cabello y me arrepentí por no haber tomado esa ducha en el motel, ahora estaba mucho más sucio. Aunque la verdad no importaba.
Su abrazo pasó a ser caricias y esas caricias se transformaron en besos, besos húmedos y violentos que fueron interrumpidos por un segundo oficial golpeando la ventanilla. Yo me puse de todos los colores, Frank simplemente se ordenó el cabello y bajó el vidrio para hablar.
— Venía a hablar con el señor Way pero veo que se conocen —comentó el hombre medio divertido, tenía un bigote negro y poblado al igual que sus cejas, piel morena— No encontramos corto circuito ni problemas con la conexión del gas. Todo estaba en perfecto estado.
— ¿Qué quiere decir con eso? —pregunté frunciendo el ceño, el hombre se mordió los labios.
— Que el incendio en su casa fue provocado por un tercero —dijo, yo fruncí más el ceño— ¿Tiene enemigos? —negué, realmente no tenía— ¿Alguien con algún motivo para quemar su casa? —nuevamente negué— ¿Problemas de juego? ¿Deudas? ¿Posee usted información que incrimine a otra persona?
No, no tenía nada de eso. No tenía nada contra nadie e incluso así me había pasado esto.
Mi único problema era con los secuestradores de mi hija… posiblemente era eso.
— Hay algo —dije arrastrando las palabras, tanto Frank como el oficial me miraron—, es posible que los secuestradores de mi hija… hayan quemado la casa.
El hombre miró a Frank y luego resopló. Bien sabía la popularidad que tenía yo en la comisaría por mis varias denuncias en nombre de mi hija. Pero algo debía haber… algo, algo más que ellos quisieran o algo que yo supiera para que ellos quisieran eliminarme.
Si era así posiblemente Alan, mi investigador, también estuviese en peligro.
Tenía que llamarlo.
— ¿Manejo yo? —Frank me trajo de vuelta, tenía una de sus manos en mi espalda y el rostro muy cerca del mío. El oficial se había marchado hace un rato ya.
— ¿No tienes que volver a servicio? —le pregunté mirándolo de reojo, él negó con una sonrisa.
Entonces asentí. Eran demasiados los golpes que tenía encima como para conducir adecuadamente y tampoco sabía dónde demonios estaba ubicado el apartamento de Frank. Me bajé, rodee el auto, le di una última mirada a los cimientos calcinados de mi casa y me subí en el asiento del copiloto, con el oso de peluche aferrado a mi pecho. No volvería a dejarlo.
Frank condujo, más no me fijé hacia dónde porque yo tenía la cabeza fija en mis rodillas. Cuando llegamos, casi quince minutos después, pude apreciar un complejo de departamentos que según recordaba, quedaban casi en el centro de la ciudad. Se veían amplios y bastante acogedores, Frank vivía en el piso quinto.
Su apartamento era pequeño y bastante simple su amueblado. Parecía como si no llevara mucho tiempo viviendo ahí, o como si realmente no parara en casa. La sala estaba desprovista de televisión y el piso flotante estaba desnudo, los sofás se veían pequeños en el lugar y cerca de una ventana había una pequeña mesa con dos sillas a su lado. Poseía cocina americana la cual lucía como si nunca hubiese sido tocada, una puerta que seguramente dirigía al baño y frente a ella, dos puertas más. Supuse que eran las habitaciones.
— No es mucho, pero vivo solo así que es suficiente —dijo cerrando la puerta a mis espaldas, yo di un paso hacia el interior y sonreí.
— Está bien. Aunque deberías limpiar más seguido —comenté en tono de broma, él asintió y luego me guio hacia una de las puertas.
Abrió la de él para dejarme ver su desorden del piso al techo. Ropa por doquier —limpia y sucia—, la cama deshecha y varios vasos en la mesita de noche. Un mueble con una televisión pequeña y un reproductor de música. Sobre la cama una laptop.
Y luego me mostró la que sería mi habitación.
Era ligeramente más pequeña que la de él, tenía una cama de plaza y media con las frazadas y sábanas dobladas encima de ella, una mesita de noche vacía y a los pies de la cama había un mueble con un pequeño televisión.
Inspiré fuertemente y di un paso en el interior, dejé el oso de peluche en la mesita de noche y dedicándole una lánguida mirada a Frank, me dejé caer en la cama. Todos mis músculos lo agradecieron y suspiré de puro placer.
— Te vendría bien descansar un rato, yo ordenaré algo de comida. En la tarde podemos ir al supermercado porque realmente no tengo nada en la despensa —dijo comenzando a salir de la habitación, pero antes de que cerrara la puerta exclamé en su nombre y se giró a mirarme.
— Gracias —suspiré, no tenía palabras para expresarlo todo y esperaba que esa palabra tan simple lo hiciera por mí.
Frank me sonrió y asintió, luego cerró la puerta y me dejó sumido en la parcial oscuridad. Mis ojos lo agradecieron, dejé caer mi calzado y me cubrí la cabeza con la almohada para dormir algo.
Cuando desperté habían pasado un par de horas. El ambiente tenía un ligero aroma a pino y había un par de toallas a los pies de mi cama, sonreí y me puse de pie. Me quité toda la ropa y enganché un par de toallas en mi cintura para luego salir de la habitación.
Frank estaba recostado sobre uno de los sofás, traía ropa holgada y tenía la laptop sobre las piernas, giró la cabeza para mirarme y me sonrió.
— Estoy ordenando el almuerzo —dijo apuntando a la pantalla— ¿Qué prefieres? Comida cantonesa, china, tailandesa, pizza, mexicana…
— Pizza —dije de inmediato. Soy de los que prefieren las cosas conocidas y seguras él alzó un pulgar y exclamó “Buena elección” antes de darme la espalda nuevamente.
Me encerré en el baño y dejé caer la toalla, el agua tibia se sentía de maravilla sobre mi piel. Llevándose las penas, los nervios, las inseguridades… y los restos de secreciones restantes de la noche anterior. Todo se había ido y ahora estaba completamente limpio y mucho más tranquilo.
Salí del baño y Frank seguía en la misma posición, pero nuevamente se giró y habló.
— Te dejé algo de ropa sobre la televisión. Son camisetas que me quedan grandes, algo de ropa interior y unos pantalones que le conseguí al chico del apartamento de al lado —dijo simplemente—, si no te quedan esta tarde podremos pasar a comprar algo.
— Pero no tengo nada de dinero ahora —murmuré, mis mejillas se colorearon por lo vergonzoso que era estar desprovisto de todo. Frank negó.
— Eres mi invitado, lo que menos puedo hacer es cumplir tus necesidades básicas —y sin decir nada se volteó nuevamente.
Fui a la habitación y comencé a vestirme, para mi sorpresa toda la ropa me quedó de maravilla. La camiseta que escogí era una con líneas negras y blancas. Se sentía realmente bien estar en ropa limpia.
Cuando regresé a la sala Frank estaba recibiendo la pizza, yo de inmediato tomé un cuchillo y dos vasos puesto que también había llegado una coca-cola, fui hasta los sofás y las dejé en el piso, Frank se sentó en el suelo con las piernas flexionadas y yo hice exactamente lo mismo.
A pesar de todo se sentía bien.
Era como estar en casa. Como estar acompañado nuevamente.
Y Frank me daba esta extraña sensación de que, mientras estuviese a su lado, todo estaría bien.
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paramnesia ・ frerard
Fanfiction¿Qué hacer con una hija desaparecida y una esposa que niega la existencia de la misma? ¿Qué hacer con los recuerdos y la impotencia al no tener noticias de ella? Gerard Way decidió encargarse de la situación él mismo y un policía recién egre...