Mis ojos no lo creían, veía el enorme E78 pintado en el costado de uno de los enormes galpones, indicándome que ahí, a solo un par de metros de distancia, terminaba todo.
Corría sin saber cómo detenerme, mi corazón estaba a punto de estallar en mi interior, el solo recordar sus palabras, su rostro y la sangre emanando de él después de que le disparé. Yo le disparé. Y no quería pensar en lo que había provocado esa reacción en mí, solo recordarlo me revolvía el estómago, deseando aún más recuperar a mi pequeña.
Volví a empuñar el arma cargada cuando finalmente llegué al lugar indicado. Sentía el sudor recorrer mi espalda y mi cabello casi pegado a mi frente, mis rodillas temblaban en su lugar y sabía que si hablaba, saldría un gruñido o una mierda similar.
No tenía el control sobre mí mismo, estaba refugiado en mi mente.
Tuve que dispararle al candado para poder entrar, produciendo un ensordecedor sonido que no me ayudó en nada en mi intento de pasar desapercibido, pero al entrar noté que, de hecho, lo había logrado. No había nadie ahí, pero tampoco lucía deshabitado. Posiblemente hubiese alguien en el nivel superior o entre los muchos compartimientos, pero esa sala en particular estaba completamente vacía.
Era realmente enorme y no tenía pintura en la parte interior, lo que la hacía ver aún más oscura y lúgubre, el techo era bastante alto y habían varias vigas sosteniéndolo, unos diez metros más allá, una pared lo cortaba a dos y en medio una pequeña puerta, por la misma pared hacia la izquierda había una escalera que daba a otra puerta en la planta alta.
Aclaré mi voz por si es que en algún momento necesitaba usarla para llamar a Emma o pedir auxilio. Me gustaba más la primera opción.
Mientras avanzaba noté como habían cámaras de seguridad en algunas vigas y cada cierto número de pasos miraba por sobre mi hombro. Sabía que no lo había herido a muerte ni que tampoco había logrado dejarlo inconsciente, él pediría ayuda y para cuando diera conmigo, no estaría solo, no me iría bien.
Mi futuro próximo no era nada lindo, pero al menos estaba cerca de recuperar a mi hija o conocer su paradero. Recorrería el mundo entero si era necesario, buscándola, rescatándola de quien estuviese haciéndole daño.
Eso es lo que hacen los padres.
Tanto mi barbilla como mis piernas temblaban ante cada paso, mi propia sombra me hizo voltearme varias veces al creer que había alguien siguiéndome de cerca. El sonido de mis pasos era amortiguado por las gotas de lluvia que en algún momento habían comenzado a caer sobre la superficie de latón del enorme edificio.
Parecía granizo por la fuerza con la que golpeaba.
Al llegar a la pared me llamó la atención la escalera al segundo piso, pero la puerta a mi izquierda estaba entreabierta. Iba camino a la boca del lobo, vaya que lo sabía, pero una puerta abierta era mejor que una cerrada varios metros alejada del suelo.
Conteniendo la respiración la empujé y me asomé con la pistola ante mí. En el interior tampoco encontré a nadie a simple vista. Era casi del mismo tamaño pero había paredes fraccionando el lugar en módulos de 4x4 o 3x3, mi corazón dio un vuelco cuando la puerta se cerró sonoramente a mis espaldas. El lugar era, si es posible, más oscuro que al otro lado de la pared.
Aquí también había cámaras, con la terrible lucecita roja parpadeando en todo momento, siguiendo cada uno de mis pasos, pero para mi sorpresa no había nadie. Absolutamente nadie. Vaya red de secuestros internacional.
Cuando esas palabras dejaron de pasear por mi mente me maldije en voz alta, como si los hubiese invocado, cuatro hombres, enormes y vestidos con estos trajes estilo Matrix aparecieron de pronto en la especie de pasillo que dejaban los cuartos. Los cuatro apuntándome con sus brillantes armas de fuego.
Mierda.
La idea de correr de regreso hubiese sido factible si no hubiese dejado a la puerta cerrarse, por momentos pensé también en tirar el arma al suelo y alzar los brazos. Pero no. Eso sería merecedor de un fusilamiento y muerto, difícilmente podría ayudar a mi hija.
Mis manos temblaron, intentando apuntar a alguno de ellos que simplemente me miraban desde una considerable distancia, sentí el arma casi resbalarse producto del sudor de mis manos cuando rebotó en mi agarre.
BANG.
Cuando abrí los ojos de nuevo me encontré con una escena impactante para cualquier idiota como yo que sólo había disparado un arma de balines cuando niño o una pistola de agua, uno de los hombres había caído al suelo, con lo que parecía ser, un agujero humeante entre los ojos de donde emanaba sangre.
“Suerte de principiante”, pensé con la adrenalina bombeando por mis venas. Era la segunda vez que hería a alguien con una bala y no sentía remordimiento alguno.
Los tres restantes dispararon sus armas contra mí, dos balas me rozaron y fueron a dar con la pared dos metros a mi espalda, pero la tercera no la sentí golpear contra nada. Había visto salir las tres balas, pero la tercera se había perdido simplemente. En el intertanto disparé nuevamente, otro hombre cayó al suelo retorciéndose, bajé una de mis manos a mi costado, entonces sentí algo caliente a la altura de la cintura.
Era sangre.
Me habían disparado y yo no lo había notado siquiera.
La bala seguía dentro porque de haber traspasado, me habría perforado un riñón o algo, pero no dolía, mis ojos veían sorprendidos como la sangre manaba de mi costado, casi a la altura del apéndice, aunque mi respiración comenzaba a notarlo.
Jadeé un poco al dar más pasos, uno de los hombres volvió a dispararme, ahora golpeando mi hombro, este me mandó al suelo, mi mano ahora sobre mi hombro, intentando calmar así el dolor infernal, mordí mis labios hasta sentir el sabor de la sangre inundar mi boca, tratando de acallar mis quejas.
Volví a alzar el arma con el brazo herido.
BANG.
Cuando miré, otro había caído y el restante descargó su arma nuevamente, esta vez no me dio y lo intentó otra vez, no salió bala alguna. Se había quedado sin municiones.
Me vio con el brazo alzado a pesar de mi herida, titubeó un poco al ver a sus tres compañeros y se devolvió sobre sus pasos, huyendo.
Hice una mueca sorprendido de lo que, yo quería llamar ‘suerte’, volví a ponerme de pie, respirando superficialmente producto de mis dos heridas, la sangre manchando mi camisa a cuadros. Tragué con dificultad y sintiéndome seguro, comencé a llamar su nombre.
Mientras avanzaba noté que todos esos cuartos estaban vacíos, algunos tenían camas. Unos desvencijados catres con sábanas gastadas encima y nada más. Eran diminutos.
Eventualmente llegué al cuarto de donde habían salido los hombres, era pequeño y tenía varias pantallas, algo así como un centro de cámaras, miré en ellas, pero noté que solo se veía lo del primer piso, estaba despejado por ahora.
— ¡Emma!
Mi voz sonaba extrañaba al salir de mi garganta, como si el terrible ambiente fuese necesario para cambiar su tono, haciéndola incluso más grave.
— ¡Emma!
Uno de los hombres aún se removía en el suelo, produciendo gemidos que no me permitían escuchar nada más. A sangre fría me volteé y descargué una bala sobre él. Dio en su cabeza, haciéndole caer de inmediato al piso. Muerto.
—… ¿Papi?
Una voz titubeante sonó de pronto, estaba cerca, pero sonaba amortiguada y bastante asustada. Me quedé en completo silencio, esperando, pero no volvió a escucharse, haciéndome creer que había sido producto de mi desesperada imaginación.
— ¡Emma, mi amor, soy yo, papi!
Mis fosas nasales se removían nerviosas, mi mano se aferró aún más al arma, ignorando el hecho de que con cada paso que daba, perdía más sangre. Mordí mis labios, esperando, esperando, esperando…
—… ¿Papi?
Volví a escuchar, ahora pude notar de dónde venía más o menos, era uno de los cuartos, casi al final del enorme pasillo. Algo más seguro apuré mi paso, corriendo hacia la fuente del sonido, demasiado excitado como para notar nada más. Buscando.
— ¿Emma? —grité en medio del pasillo, mirando hacia las puertas cerradas.
— ¿Papá? —respondió una voz no muy lejos, sonaba asustada.
— Amor, soy yo ¿Dónde estás? —pregunté, mi voz temblaba. Cerré mis ojos esperando, un poco más allá, alguien golpeó una de las puerta de madera desde el interior. Corrí en cosa de segundos hacia ella y volví a alzar la voz— hazte a un lado amor, voy a entrar.
Luego de escuchar una respuesta de confirmación me alejé un par de pasos, arremetiendo contra la puerta con un pie en alto, casi siguiendo mi racha de buena suerte logré echar la puerta al suelo. Lo primero que mis ojos vieron fue el diminuto y oscuro cuarto, una cama que había sido desocupada hace poco y junto a ella una mesita con una jarra de agua y un plato de aluminio con un trozo de pan a medio roer. A la izquierda un balde.
Me adentré al lugar, buscando con la mirada.
— ¿Emma? Amor soy yo, no voy a hacerte daño —el volumen de mi voz iba bajando conforme me acercaba, finalmente me detuve.
Mi pequeña se había hecho un ovillo en la esquina de la habitación, traía una larga camisa blanca que estaba terriblemente sucia, haciéndome pensar que durante todo este tiempo no había sido lavada, su cabello estaba más largo, suelto, sucio y enmarañado, cubriendo su rostro, sus pequeñas manos abrazaban sus rodillas y podía ver el brillo de sus ojos mirándome por entre su cabello.
Odiándome por el terror en su mirada me puse de rodillas frente a ella, tembló un poco cuando mi mano se acercó, haciéndose aún más pequeña en su lugar, pero al notar mi calidez cedió, soltando el agarre de sus rodillas, mirándome.
— Emma, Emma… —susurré con mis ojos bañados en lágrimas, posé una mano en su mejilla y ella alzó finalmente su cabeza, sus ojos me examinaron por completo, sin decir nada en lo absoluto, una de sus manos se posó sobre la mía en su rostro, simplemente tocando mis dedos, estaba fría.
— ¿Papi? —su voz tembló un poco, al igual que sus ojos, con su mano libre se quitó el cabello de la cara, sus labios temblaron— ¿Eres tú?
— Sí querida, soy yo… finalmente te encontré —dije sonriendo, ella sonrió también.
Con lágrimas mojando sus mejillas se lanzó a mis brazos, sus piernas en torno a mi cintura, su rostro escondido en mi pecho, temblaba terriblemente y sollozaba en voz baja, enterrando sus uñas en mis costados, me senté en el suelo, abrazándola contra mí, meciéndola entre mis brazos mientras mis manos delineaban su contorno y tocaban su cabello.
— Papi… —repetía una y otra vez entre sollozos, sin soltar su agarre en ningún momento— ¿Estás herido? —preguntó de pronto, alejándose unos centímetros para enseñarme su mano bañada en mi sangre, yo me encogí de hombros.
— No es nada —mentí limpiando su mano con mi camisa—, lo que importa es que estoy acá amor, no voy a dejarte sola nunca más… lo juro, Emma… —mi rostro era una rara mezcla de emociones.
Dolía como los mil demonios, cada segundo que pasaba perdía sangre y tenía la extraña necesidad de fundirme con mi hija, de no alejarme de ella ni un solo milímetro. Pero luego la realidad me golpeó.
Estábamos en ese maldito lugar.
Teníamos que salir de ahí antes de que Frank llegara buscándome.
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paramnesia ・ frerard
Fanfictie¿Qué hacer con una hija desaparecida y una esposa que niega la existencia de la misma? ¿Qué hacer con los recuerdos y la impotencia al no tener noticias de ella? Gerard Way decidió encargarse de la situación él mismo y un policía recién egre...