Capitulo 10

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Lein acababa de acostar a Mickey para que durmiese la siesta después de una ajetreada mañana

de juegos, parque y media hora de nanas cuando el timbre de la puerta la sorprendió. La posibilidad

de que aquel ruido infernal interrumpiese el sueño de Mickey hizo que fuese hasta la puerta con el

ánimo encendido. Echó un vistazo por la mirilla y vio que tras la puerta aguardaba un hombre de

treinta y pocos, al que no podía ver con claridad por la escasa luz del descansillo del edificio.

—¿Qué desea? —decidió preguntar tras la puerta.

—Buenas tardes, soy el detective García, busco a la señorita Hudson —dijo el hombre tras la

puerta.

Lein se sorprendió de la respuesta. ¿La policía iba a buscarla a ella, allí, a casa de Dulce?

—¿Detective dice? —preguntó sin comprender qué hacía allí un poli.

—Sí, señorita, detective de homicidios. Si me abre puedo enseñarle mis credenciales.

Lein dudó unos segundos, tras los cuales abrió la puerta lo que permitía la cadena de seguridad

que tenía Dulce instalada. El hombre no tardó en mostrarle por la escasa abertura, su placa. Más

tranquila quitó el cierre y abrió la puerta. Se encontró con un hombre joven, tal y como había

advertido por la mirilla, hispano. Tenía la piel bronceada, unos precisos ojos castaños y los labios

carnosos y provocadores.

—No tiene pinta de detective de homicidios —le dijo sin pensar y él sonrió mostrándole una

hilera de dientes perfectos y blancos que contrastaban con su tez de caramelo.

—Tampoco usted parece bailarina —apuntó él recorriéndola con mirada parsimoniosa.

En ese momento Lein se dio cuenta de que iba vestida tan solo con un pantalón de pijama y una

camiseta blanca de tirantes anchos. Nada más volver del paseo por el parque se había cambiado y

no se había molestado ni en ponerse sujetador. Se cruzó de brazos instintivamente sobre el pecho

para no sentirse expuesta. El detective volvió a sonreír. Y ella prefirió obviar su preciosa sonrisa e

interrogarlo sobre los motivos que lo habían llevado hasta allí.

—¿Cómo sabe que soy bailarina, y qué hace aquí? —le preguntó sin cambiar su posición.

—¿Quiere que hablemos en el pasillo? —le preguntó él sorprendido.

Lein sopesó la posibilidad y pensó que a la discreta de su amiga Dulce le haría poca gracia que

mantuviese una conversación con las autoridades donde pudiesen oírla los vecinos, por lo que

finalmente se echó a un lado y lo invitó a entrar.

—Gracias —le dijo entrando y Lein se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho, pues al pasar

por su lado el aroma de Black XS de Paco Rabanne, con sus notas de praliné, canela, ámbar negro,

pachuli y ébano, penetraron por sus fosas nasales haciendo que despertasen todos sus sentidos.

Pocas personas sabían lo fetichista que era de las fragancias masculinas y aquella era una de sus

Sirena de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora