Capitulo 15

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—No puedo —respondió Dul intentando sonar lo más fría posible. Algo prácticamente

imposible al estar él tan próximo a ella.

—¿Por qué? —insistió aplicando más presión.Dul podía sentir el calor de su mano a través de

la ropa y el ritmo de su pulso cambió inmediatamente.

—Pensé que querías ver casas.

—Y quiero. Pero también quiero cenar contigo.

—En esta vida, señor Uckermann, no se puede tener todo lo que se quiere —le dijo Dul

soltándose y comenzando a caminar hacia la puerta del edificio.

Chris cerró con el mando el coche y la siguió intrigado por los motivos por los que ella lo

rechazaba. Cuando la alcanzó ya estaba casi dentro del ascensor que los llevaría al piso veintitrés.

Una señora muy elegante, de unos sesenta años, que portaba un pequeño caniche en brazos los

saludó con curiosidad, al entrar.

Dul agradeció la compañía, pues no creía que pudiese soportar estar en un espacio tan

reducido a solas con él. Pero la tranquilidad solo le duró hasta el piso catorce, en el que la mujer se

despidió de ellos. En cuanto esta se marchó dejándolos solos, Chris se giró hacia ella.

—¿Por qué no quieres cenar conmigo? —le preguntó con gesto serio.

—Si lo que necesitas es compañía, estoy segura de que muchas otras mujeres, como Diana,

estarían más que dispuestas a entretenerte —le contestó ella evitando su mirada.

—¿Diana? ¿Qué tiene que ver Diana con todo esto? —le preguntó él atónito.

—No sé, ella dice que lo habéis pasado muy bien hoy, seguro que le encantaría continuar la

velada contigo y amenizarte también la noche —dijo justo en el momento en el que las puertas del

ascensor se abrían. Y se dispuso a salir, pero él la agarró por el brazo y la obligó a girarse hacia él

sin previo aviso. Tomó su rostro entre las manos, como hizo aquella noche y la besó antes de que

ella tuviese tiempo de reaccionar y apartarse.

Dul estaba enfadada. Sabía que se estaba portando como una estúpida celosa. Y aquello era

nuevo para ella. Siempre había sido una mujer comedida, algunos la habían acusado incluso de fría,

pero ella solo podía pensar en lo que había dicho Diana, superponiéndose a cualquier pensamiento

racional. Y la mera posibilidad de que él pudiese estar jugando con ella le daba ganas de

abofetearlo. Pero cuando posó los labios sobre los suyos, el ascensor, la rabia, los miedos y las

dudas de los últimos días desaparecieron inmediatamente. Solo pudo abandonarse al sabor de la

lengua que la invadía, apoderándose de ella por completo. Chris la besó con intensidad, casi con

desesperación. La empujó contra la pared del ascensor inmovilizándola, presionando ligeramente su

cuerpo duro contra ella, mientras abría sus labios y doblegaba sus deseos. Dul sintió que se

Sirena de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora