Capitulo 14

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Dulce pasó el resto de la mañana con un ataque de nervios. Llamó cuatro veces a Lein por

teléfono para preguntar por Mickey y esta estuvo a punto de mandarla a paseo por pesada y con

toda la razón, pero es que estaba alteradísima de pensar en la tarde que le esperaba con Chris y no

sabía qué hacer. Ojala hubiese podido contar lo que le pasaba a sus amigas, pero cada vez que caía

en la tentación de hacerlo, y se veía a punto de marcar el teléfono de alguna de ellas, imaginaba sus

caras al enterarse de que les había mentido y se le caía el alma a los pies.

A mediodía, mientras preparaba la información de un par de casas que quería ver con él, intentó

comer un sándwich, pero no hubo manera, tenía el estómago cerrado. Lo que sí hizo, ya que no

tenía tiempo de ir a casa a comer, fue sacarse la leche con su sacaleches portátil en el baño y

guardar el contenido en una bolsa térmica en la pequeña nevera que tenía en la oficina. Si no se

sacaba la leche por lo menos cada seis horas, las subidas eran feroces. Más de una vez se había

manchado la ropa y no quería correr el riesgo de que le pasase precisamente ese día.

A las cuatro de la tarde, cuando pensó que se quedaría bizca si seguía mirando el gran reloj de

pared que había enfrente de su cubículo contando cada uno de los segundos que transcurrían,

agarrada con fuerza a la mesa, el sonido de los tacones de Diana le dio tal susto que pegó un bote

en el asiento.

La pelirroja entró, apoyó ambas manos en su escritorio y se agachó para susurrarle:

—Todo tuyo. Aunque creo que después de la mañana que hemos pasado juntos no tendrá ánimo

para mucho más —dijo insinuando que habían hecho bastante más que ver casas.

La vio retocarse el maquillaje de los labios en un pequeño espejito de mano y sonreír a Chris

que esperaba junto al mostrador de recepción. Dul sintió que le ardían las mejillas y los nervios se

esfumaron para dar paso al enfado. Sabía que Diana era capaz de cualquier cosa por fastidiar al

prójimo, pero lo cierto es que veía más que posible que un hombre como Chris se sintiese atraído

por la espectacular de su compañera. Y que bien podría estar jugando él a dos bandas. Sus palabras

de aquella mañana podían ser solo la preparación para su juego. Pero si pensaba que por lo que

tuvieron aquella noche de hacía más de un año, podía jugar con ella y conseguir meterla de nuevo

en su cama mientras salía con otras mujeres estaba muy equivocado.

No se molestó en contestar a Diana, lo mejor era ignorarla y no hacerle evidente que había

conseguido alterarla. Simplemente cogió sus carpetas y el abrigo. Aquella semana de finales de

marzo estaba resultando especialmente fría y lluviosa. Estaba deseando que llegase el sol, el calor

y la tan esperada primavera, definitivamente, y no solo en el calendario. Cuando llegó a recepción

Chris le dio la bienvenida con una cálida sonrisa, pero ella, aún molesta, le devolvió una

Sirena de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora